sábado, 22 de marzo de 2003

12 Pequeña escapada al Rincón

    Hoy hemos salido en horario diferente a otras veces, sobre las cuatro de la tarde, después de un ligero reposo tras un buen almuerzo. Esta vez Merci prefirió no venir, porque se encontraba un poco indispuesta. Tenemos pensado dar una vuelta por la costa del Puerto de la Cruz y La Orotava, es decir por la zona del Rincón, y para ello nos dirigimos hacia la autopista para coger la guagua que va al Puerto de la Cruz o alguna que pase por allí. Tuvimos que esperar un poquito, a los diez minutos vemos llegar la de La Laguna y justo detrás una que se dirige a Buenavista, pues mandamos a parar esta última y con las prisas voy y le pregunto al chofer si la guagua entra en la estación de La Laguna, cosa que el respondió afirmativamente un poco extrañado pues tenía delante la guagua de La Laguna, cuando en realidad lo que yo quería decir era que si entraba en la estación del Puerto de la Cruz; menos mal que por el camino le volví a preguntar al chofer ya correctamente y ya su respuesta fue negativa, con lo que mejor fue bajarnos en La Laguna y coger allí el enlace.
    Una vez en la estación cogimos la guagua que nos llevaría a nuestro destino. Bajando ya por la carretera del Botánico, decidimos bajarnos pasada la urb. La Paz y muy cerca de la bajada hacia el hotel Meliá. Una vez en tierra y con nuestras mochilas puestas, bajamos un poco y nos metimos por una calle peatonal, paralela al barranco de Martianez, para después salir a la Calzada de Martianez, justo por debajo del hotel Meliá, y desde aquí nos metimos en el camino de Las Cabras. Aunque en realidad y según la guía, el recorrido comienza en la av. Aguilar y Quesada, aunque para nosotros siempre será la Avenida de Las Palmeras y continua por el paseo que junto al centro comercial sube hacia donde estamos ahora (con lo que nos ahorramos un tiempito y un esfuerzo).
    Ya eran las seis de la tarde y comenzamos subiendo por este bonito camino, aunque lo de camino es un decir –sería antiguamente- porque lo han convertido en una avenida peatonal con bancos, bares, tiendas y algún que otros parterres, solo pueden entrar los coches que tienen garaje en esta zona. Llegamos a la ermita de San Amaro, donde se estaba celebrando alguna misa, porque estaba abarrotada de gente. Frente a ésta, se encuentra el mirador La Paz, desde donde se puede apreciar una vista aérea de la playa y toda la zona de Martianez, muy bella, este mirador tiene unos bancos donde ya se ven algunas parejitas esperando disfrutar del ocaso del día. Continuamos bajando por el paseo, que al principio va hacia un restaurante y parece que no tiene salida pero que al llegar junto a él, se ve una entrada por la izquierda que rodea el restaurante para entrar de lleno en el paseo de la costa, paseo que no tiene ningún desperdicio, pues desde cualquier punto, se puede disfrutar de una buena panorámica y contemplar unas inolvidables puestas de sol. El paseo de La Costa, sigue por todo el acantilado y llega hasta el hotel Semíramis, desde donde, por un paso lateral, se accede a la calle y se continua hacia la izquierda pasando por la entrada principal del hotel.
    A los cinco minutos de camino, a nuestra izquierda aparece un pequeño mirador con su banco donde se puede hacer una paradita para un descanso, a continuación la calle sube girando hacia la derecha, pero nosotros seguimos de frente por una pista de tierra que va paralela al a carretera del Este, que el ayuntamiento lo ha acondicionado con mobiliario urbano y donde podemos ver gente sentada con los chiquillos y sus cachivaches, otras haciendo deporte y mucho “giri” paseando. Continuamos este camino que en cierto punto atraviesa la carretera del Este, mediante un túnel que te lleva ya a una pista de tierra que, entre huertas de platanera y alguna que otra casa dispersa, caminas por la zona de La Vegueta y que enseguida se convierte en una pista de cemento. Pasamos por delante de una casa a nuestra derecha, donde muy efusivo un gran perro nos saludaba y nos invitaba a café con sus ladridos ¿ - ? Cinco minutos más tarde al final de una recta, gira la pista hacia la derecha y aquí mismo hay una casa y junto a ella, una pista cerrada por una cadena y que baja hacia la izquierda. Nos metimos por aquí y nos llevó a un alto espigón sobre el mar, donde se encuentra “La Casa del Barco”, una edificación en ruinas, desde aquí se tiene una perspectiva a vista de pájaros de la zona costera del norte. Lugar donde se impone, desde luego, una paradita para aspirar el agradable aire yodado del mar y por supuesto... una meadita ¡Salud!
    Volvimos sobre nuestros pasos al camino principal y seguimos nuestra pista, de lo que nos damos cuenta es que, por aquí viene bastante gente a pasear y que está todo muy limpio, cosa que me alegra. Un poco más adelante vamos por una bajada con unos escalones que te llevan al barranco de San Juan y lo atraviesa. En el mismo cauce hay un sendero casi inapreciable que siguiéndolo, accedes a una playa de callados grandes. Subimos la vereda por la otra ladera del barranco, donde a nuestro paso nos encontramos gran cantidad de mato risco en flor. Al llegar arriba en el muro de una casa, hay preparado una especie de mirador balcón y un banco de madera, buen sitio para hacer una parada. Desde este lugar, entras ya en la carretera del Rincón, lugar fantástico, que espero no sea nunca urbanizado como hasta hace poco gente especuladora y con pocos escrúpulos pretendían hacer. En pocos minutos nos llevó al principio del acantilado de la playa del Bollullo, desde donde se veía en la playa gente pasando los últimos minutos de la tarde.
    Seguimos por el sendero bordeando desde lo alto la playa, hasta que pasamos por un lugar cubierto por altos tarajales y por el aroma que desprendía este sitio, comprendimos que allí estaban unas letrinas improvisadas. Llegamos al promontorio, al final de la playa, desde donde puedes continuar a la siguiente playa, la del Pozo, por el sendero costero, o bajar por otro senderito a la misma playa. Pero en este lugar han acondicionado unos banquitos, donde ya había gente ocupándolos en espera del gran espectáculo del ocaso que muy pronto cerraría el día, bajando el telón de la noche pues ya eran las siete de la tarde. Nosotros viendo ya la hora que era, decidimos parar nuestro recorrido aquí y volver para que no se nos hiciera de noche. Por el camino de regreso, bajando el sendero del barranco de San Juan, nos adelanta un pibe con tal premura, que se veía que no quería que la oscuridad lo cogiera por esta zona, porque solo en el justo tiempo de echar un estornudo, ya se encontraba subiendo la otra ladera del barranco ¡Hasta luego Lucas, cuando llegues escribe!
    Las chicas estaban ansiosas porque se hiciera de noche, aunque pretendían disimularlo, pues al oscurecer un poco más podrían probar las linternas de cabeza (regalito de reyes) y estaban como locas, por cierto las linternas son muy cómodas y bastante buenas. En una de estas a Loe, mi cabecita loca, de tanto quitársela y ponérsela cada vez que venía alguien, porque le daba vergüenza que la vieran con aquel artilugio; una vez pasado el túnel, se da cuenta de que no tiene la diadema sobre la cabeza, que la ha perdido. Al ser nueva, pues la estaba estrenando, quería recuperarla; volvimos un poco hacia atrás, pero nada fue imposible y no apareció, pero... después resultó que al día siguiente, como por arte de magia, apareció en un bolsillo del pantalón ¡Esta chica está como una chiva!
    Continuamos el camino y ya de noche llegamos a la urb. La Paz, cabina de teléfono a la vista, pues llamadita a Merci para que no se preocupe y seguimos hasta la carretera general para alcanzar la parada de guaguas. En esta parada llevábamos ya un rato esperando y no aparecía ninguna guagua, solo pasó una para La Orotava y poco después otra que se dirigía hacia La Caldera, y la nuestra ni rastro. Ya llevábamos como una media hora esperando cuando Loe, con el desespero que la caracteriza, propone ir a cogerla a la estación, pues decidimos hacerlo así pero con el desacuerdo de Ari. Cuando llevábamos unos cinco minutos caminando, aparece en una curva nuestra guagua, e inmóviles levantando la mano saludando, vemos que pasa ante nuestras narices ¡Adiós! ¿Por qué siempre nos pasará lo mismo? Y tuve que aguantar el famoso ¡Te lo dije! Bueno pues seguimos hacia la estación, y subiendo por la avenida venía una señora haciendo carantoñas y mimos a lo que parecía un bebe que traía meciéndolo en sus brazos. Pues al pasar a nuestro lado, resultó que era un cachorro de perro consentido, que feíllo era el "sio jodio", en fin cada loca con su tema y los manicomios vacíos.
    Para rematar la faena del día, nos pasó un caso que... Creyendo que cortaríamos camino, nos metemos por la gasolinera frente a la entrada del Taoro, para seguir por unas escaleras que bajaban y que resultó que te llevan a los servicios de la gasolinera ¡Otra vez p’atrás! Y que vergüenza al ver la cara de risa del empleado de la gasolinera ¡Qué lote! Salimos de la gasolinera como al que se le escapa la guagua (nunca mejor dicho) un poco por el ridículo que hicimos al tener tamaño despiste y seguimos camino a la estación, a la que por fin llegamos y donde justo estaba la guagüita nuestra a punto de salir. Subimos, metimos el bono y pa’ casa, por fin llegamos a la estación y salimos de la misma como al que se le escapa la guagua. Hoy fue un paseo corto pero a juzgar por lo anteriormente descrito, bastante intenso.

Sábado 22 de marzo de 2003

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