jueves, 11 de agosto de 2005

31 Los Pedregales – Los Bailaderos – Las Pareditas

 ”Hay queso de cabra fresco y ahumado”

    Hacía tiempo que mi cuñado Toñi venia barruntando hacer algo juntos, pero muchas veces no habíamos podido coincidir por varias circunstancias, con las ganas que el tenía de hacer algo juntos. Reunidos hace unos días, propuse que planeara un itinerario para darnos un garbeo por esos montes de Dios. Y así fue eligió ir a Teno Alto.
    Hoy es, festividad de Santa Clara, nos hemos levantando temprano a eso de las 5´30 para salir sobre las 6’30, pues habíamos quedado con Toñi en el puente que accede a La Victoria a eso de las 7’00. Y así fue puntuales, trasbordo de las chicas al coche de Toñi y sin demora proseguimos viaje a nuestro destino, haciendo una pequeña parada en "El Mirador", la estación Texaco cerca del Barranco de Ruiz,  para llenar la caja del gofio que ya nos estaba sonando y Carmela adquirir avituallamiento para el camino. Aquí pudimos ver que por debajo del edificio en el terrero, había animales sueltos como algunos cochinos, gallos y patos. A eso de media hora continuamos viaje, ya sin parada hacia Buenavista, no sin antes echar un vistazo a los últimos coletazos de las fiestas de Garachico, que se apreciaban en las guirnaldas de flores de papel y en los muñecos de corcho blanco en varios puntos de la villa. Al rato ya estábamos en Buenavista, justo en el cruce hacia El Palmar. En poco tiempo llegamos al barrio de Las Canales y cogimos el desvío hacia la derecha en dirección al parque recreativo de Los Pedregales.
    Llegamos a los aparcamientos habilitados en el parque para dejar los coches allí. Hoy al ser jueves y laborable el parque estaba solitario, solo se encontraba el huidizo guardián. Las chicas se acercaron a los servicios pero estos estaban cerrados.
    Dimos una vuelta rápida por los alrededores, para enseguida ponernos en marcha rodeando la casa para comenzar el ascenso. Al principio Toñi y Carmela un poco desorientados, no se acordaban muy bien donde se hallaba el sendero y continuando por uno llegamos por error hacia unas colmenas, habían unas en forma de tinaja y otras cuadradas como yo había visto otras veces. Las chicas en seguida dieron marcha atrás, por el pavor que le dan las abejas. Retrocedimos y salimos a la pista. Comenzamos a subir por ella y no se en que punto fue, pero cuando nos encontramos con el sendero que sube a la cumbre, Carmela se da cuenta de que ha perdido el forro del móvil en forma de calcetín que le habían regalado las chichas. Para no volver hacia atrás decidimos seguir y recogerlo después a la vuelta.
    El sendero sube hacia la cumbre por una cañada o camino real empedrado en quiebros o zigzag. En la subida me empecé a dar cuenta de cual es el ritmo de marcha de cada cual: Carmela a la cabeza seguida por Loe y Merci, luego Ari, a corta distancia yo que esperaba por Toñi que siempre se quedaba rezagado en las subidas lo que le hacia ir siempre en ultimo lugar, salvo cuando había alguna bajada o llano que entonces íbamos todos al mismo ritmo. Esto es algo que no me gusta que ocurra porque soy de los que dice que siempre se debe ir juntos, por si pasa algún percance. En la subida pasamos por delante de unas cruces de madera señal inequívoca de algún fallecido en esta zona. También vimos algunos pinos bordeando el sendero cosa que me extraño en esta zona, porque es zona de laurisilva. Seguimos adelante hacia la degollada teniendo a la vista hacia nuestra derecha, unas torres de comunicación a rallas de color rojo y blanco. En unos quince minutos llegamos a la degollada en lo que se denomina “Altos de la Cumbre” donde hicimos un pequeño descanso y admirar el bellísimo paisaje de todo el valle de El Palmar y todas sus crestas. Justo el punto donde nos encontramos se denomina Lomo de la Sentidá.
    Al poco rato nos pusimos en marcha por el sendero que ahora era en leve descenso hacia la izquierda nos metía por el barranco de Los Lavaderos, perdiendo de vista a nuestras espaldas El Palmar. El camino estaba bordeado por laurisilva, brezo y muchos zarzales los cuales estaban repletos de moras maduras, de las que dimos buena cuenta. Un poco más adelante el sendero se ensancha y desemboca en la carretera, cosa que aprovecharon las chicas para adelantarse, Toñi y yo justo un poco antes remontamos un poco y seguimos por un sendero paralelo a la carretera, el cual estaba plagado de “flor de monte” producto de algún apretón imprevisto de algún dominguero, hasta llegar donde estaban las chicas. En este cruce de camino y carretera, aparece un cartel que indica que la pista se dirige hacia San Jerónimo. No entramos en la carretera sino que justo en la misma curva continua el sendero por el que comenzamos a descender hasta llegar a una pequeña explanada que en realidad era una encrucijada de caminos, donde se encontraba algo que ya hemos visto en otros pateos, montoncitos de piedras apiladas, huella indiscutible del paso de otros caminantes y Merci como tal, puso su granito de arena, en este caso una piedra en cada montoncito, y continuamos nuestro camino. Seguimos bajando por el sendero cubierto de laurisilva, brezo y muchos zarzales, donde en un tramo del sendero me llamo la atención un zarzal repleto de moras pero en particular un precioso y largo racimo de moras que caía en cascada, pero al acercarme y tenerlo en la mano descubrí que eran dos racimos juntos colocados de tal manera que producían un efecto óptico, dando la impresión de ser uno solo, cámara en ristre y una foto.
    Hacia las nueve y media hicimos una pequeña parada en un lomito bajo un árbol al que le habían condecorado con el conocido cartel amarillo de sendero, un lugar muy agradable azocado por ramas de brezo y donde corría una ligera brisa que era de agradecer. Aquí hicimos ya un descanso para comer alguna chuchería y cambiar el agua al canario. En una de estas fui inmortalizado por la traidora de Lorena con su cámara, que no perdió la ocasión (Pero tiempo al tiempo ya se las cobraré).
    Una vez algo repuestos proseguimos viaje bajando por el barranco, ya se comenzaba a divisar a lo lejos casitas aisladas y dispersas, alguna se la veía reformada creo que preparada para hostelería como casa rural. Sobre el tejado de una de ellas destacaba la imagen de una cabra, enseguida pensamos si alguno de nosotros debía alguna invitación a los amigos, porque el gorrón tiene los días contados ya que cuidar a los amigos es nuestro deber. Continuamos el sendero ahora ya una estrecha pista de tierra y nos encontramos a nuestra derecha con un sendero por el que nos metimos, al principio seguía casi paralelo a la pista y que quedaba un poco por debajo de la casa de la cabra, junto al cauce del barranquillo. Continuamos descendiendo hasta que llegamos a un pequeño puente de troncos que cruza el barranquillo, para luego continuar ascendiendo entre pequeños huertos de millos enanos por un lado y zarzales por el otro cargaditos de moras.
    El sendero desemboca un poco más arriba, en la pista de tierra y seguimos por ésta hasta que llegamos a una encrucijada de caminos con unos letreros que indicaban: Teno, El Barro y otro que no me acuerdo. Pues cogimos el de Teno y continuamos entre bromas y veras hasta llegar a la carretera y frente a nosotros una pequeña calzada empedrada que sube. Aquí nos encontramos a dos extranjeros que descendían el camino empedrado y se dirigían a su coche, saludito de rigor y subimos la calzada empedrada muy bien rematada por unos muritos que enseguida desemboca en una pequeña placita, que cruza la calzada dividiéndola en dos para luego continuar descendiendo hasta que en pocos metros llegas a la carretera otra vez. Aquí hicimos un pequeño alto en el camino para admirar el entorno. La pequeña placita de forma redonda esta rodeada por unos muritos de piedra probablemente para que la gente descanse o se pueda celebrarse una misa campestre frente a un altar de piedra y detrás de éste, una pequeña capilla al aire libre, con una forma de calvario que guarda y arropa celosamente, entre pequeños muros y separada por un cristal, la imagen de la Virgen del Carmen. Continuamos descendiendo la calzada que atraviesa la plaza hasta llegar a la carretera y seguimos por ésta hasta que llegamos al caserío de Los Bailaderos (o Teno Alto) a eso de las 10 de la mañana.
    Los Bailaderos es un núcleo rural con un grupo de preciosas casitas de campo situadas a ambos lados de la pista. Al principio a la izquierda te encuentras una casa pintada de color calabaza donde vimos a través de una ventana enrejada a una joven haciendo sus labores. Pero lo curioso de esta casa es que era nada más y nada menos que una multi-tienda-bar según el cartel, algo insólito en estos parajes. El cartel de la pared ponía: “multi-tienda – bar Don Teno” y junto a un cartel de helados, apoyado en el suelo estaba otro que decía: ”Hay queso de cabra fresco y ahumado”. Hasta aquí ha llegado el progreso. Creo que un poco aturdidos por lo que estaban viendo se formó un pequeño simulacro de batalla tipo Guerra de Las Galaxias entre Ari Skywalker y Toñi Lord Byder, con espadas láser imaginarias y todo.
    Seguimos por la calle-travesía y más adelante nos encontramos a la derecha con lo que suponemos sean casas rurales pues entrando en un portal se podía ver un grupo de buzones apilados como los de los apartados de correos y que daban a un patio. A continuación la plaza del caserío, que según un cartel había sido restaurada, con una pequeña iglesia que hoy estaba cerrada pero que a través de sus cristales podía verse una imagen de la Virgen de Candelaria y la imagen de un santo con una carabela en una mano (No se quien sería, lo de los santuarios no es lo mío). En esta plaza hicimos un pequeño descanso algo más largo. Al ser día laborable el lugar estaba tan tranquilo que parecía que estuviera desierto porque no se veía a nadie, solo estábamos nosotros. Una verdadera gozada. También en la placita había un pequeño templete también de piedra a juego con la plaza, donde un espontáneo saltó a la tarima para echar cuatro gritos emulando al solista de las típicas orquestinas de pueblo. Frente a la plaza hay un callejón donde nos llamó la atención el poder de reciclado de la gente del lugar al utilizar unos botes de pintura como macetones para albergar unos geranios y unas margaritas. Un poco más arriba hay un cartel de senderos que indican que subiendo por aquí se llega a Los Carrisales en 2’30, a La Tabaiba en 2’30 y a Cumbre de Bolico en 6 horas. Ya lo tendré en cuenta para otra vez.
    Después de un buen rato, continuamos hasta el final del caserío donde aparece un cartel de senderos que indicaban: a nuestra espalda Teno, a la derecha Casa Quemada, a la izquierda Horno y de frente Jabuche. Seguimos de frente hacia Jabuche por una pista asfaltada. Ya bajando por esta zona comenzó la tortura de los pies de Merci, el día anterior habíamos ido a comprar unas botas, que hoy estaba estrenando para poder hacer este recorrido, pero le molestaban y no era por las botas en sí, sino por la costura de los calcetines que le estaban haciendo daño. Comenzó por un pie que se solucionó quitándose el calcetín que llevaba y dejándole yo uno de los que yo llevaba puesto (Yo llevaba puesto dos pares, un par fino y encima otro par grueso, así que me quedé cojo con tres calcetines puestos), y continuamos adelante.
    La pista recorre un basto campo, salpicado con alguna casita esporádica, que se usa para cultivar cereales pero que estaba lleno de sus restos todo de color dorado por el sol que le daban un aspecto bastante interesante a la vista, además se podía adivinar la dirección que toma el viento al correr por estos campos viendo el sentido de crecimiento que tenían los matojos. Hacia la derecha Ari se fijo en una casa-cueva, y no resistió la tentación de sacarse una foto allí.
    Teníamos de frente la montaña de El Vallado, que se la reconoce porque está cubierta de bancales de mayor a menor que le da un aspecto de pirámide como las de Güimar. Seguimos por el costado derecho de El Vallado. Algo muy peculiar en esta zona son unas construcciones llamadas Tagoras, que son unas eras cercada por muros de piedras, donde la parte orientada a barlovento es más alta. Raro es la casa que no disponga de suelo para sembrar, corral para vacas, otro para cabras y una tagora (pared semicircular de piedra seca que se hace en el campo para resguardarse del viento)Comenzamos a bajar encontrándonos con una casa (una de Las Casas del Vallado) a la derecha y un poco más adelante un pequeño campo en forma de media luna sembrado de coles y en un lateral calabazas dejadas al sol para sacar semillas, fue lo único que vimos sembrado por esta zona. Y comenzamos a oír el canto de las ruidosas chicharras que nos acompañó por el camino un buen rato. Pero lo más insólito fue que notábamos como que alguien nos observaba, y así fue, pues nos encontramos a nuestra izquierda en lo alto de una pequeña degollada, en la azotea de una casa, otra cabra que no nos quitaba la vista de encima. Todavía sigo dudando si debemos alguna invitación.
    Aquí se repitió lo mismo con Merci, pero esta vez le molestaba el otro pie, pues a volver a repetir la operación, le dejé el otro calcetín grueso, quedándome yo con los finos. Pero esto no solucionó el problema, porque más adelante le seguirían molestando los pies, así que la solución fue: ¡Al carajo los calcetines! Se los quitó y siguió todo el camino solo con las botas puestas, amarrados flojos los cordones y solo hasta el empeine del pie dejando libre el tobillo. Y más pancha que unas garbanzas.
    Perdimos de vista a la cabra en una curva del camino y continuamos bajando hasta que llegamos a un cruce de caminos y seguimos de frente para salir más adelante a una pista asfaltada, pero como dice el refrán “Al que no le gusta… Dos platos” pues vimos como se acercaba por el camino de la derecha, ahora detrás nuestro, un rebaño de cabras pero todas en una fila india muy bien organizada guiadas por la comandante con paso presto y marcial, algo bastante simpático. Pero las chicas al verlas se pusieron un poco nerviosas pensando que se dirigían hacia nosotros, pero nada mas lejos de la realidad, la capitana nos echó un vistazo y muy orgullosa siguió su camino tan campante.
    Salimos a la pista asfaltada pero que enseguida abandonamos para atajar por un sendero empedrado que va paralelo al veril del cauce del barranco de Las Cuevas. Más adelante el camino se ensancha pasando junto a una casa con una era de donde nos salieron al paso un par de perros a saludarnos, mostrándonos sus fabulosos “dientes profiden”, cosa natural pues están defendiendo su territorio de cualquier extraño que pase cerca de sus dominios; pero nada, sin hacerles caso seguimos adelante, aunque hubo uno que intentaba intimidarnos por la retaguardia pero no hice más que hacer el intento de coger una piedra y con el rabo entre las patas salió corriendo como alma que lleva el diablo. Continuamos camino aunque alguno de nosotros con cierto recelo no dejaba de quitarles la vista de encima por si acaso.
    Enseguida salimos otra vez a la pista asfaltada y en la siguiente curva nos encontramos con otra casa y, como no hay dos sin tres, aquí viene el segundo plato, vimos a una señora que le estaba echando millo al grupo de cabras anterior de tal manera que las cabras ocupaban toda la pista. Aquí las chicas se quedaron perplejas sin saber que hacer porque no sabían por donde pasar. Me adelanté y por la izquierda pegado junto a la orilla de la pista inicié la marcha, seguido por las chicas con cierto miedillo, pasando tan pegado a las cabras que a alguna acaricié, y continuamos nuestro camino. No sin antes fijarnos que en la misma curva hacia la derecha en un campo escondido entre la paja se encontraba vigilándonos un bonito gallo que parecía de porcelana porque no se inmutaba, solo giraba la cabeza para poder vernos mejor. Volvimos a entrar en un sendero a nuestra izquierda pegado al barranco, y seguimos hasta que nos encontramos con una casita abandonada que en la entrada tenía una gran piedra. A Merci le vino a la memoria la famosa piedra del Regidor, allá en la Dehesa cerca de la ermita de la Virgen de Los Reyes. Pues en esta piedra Toñi se pegó su descansito para extender las piernas.
    Continuando por el senderito y mirando hacia el barranco se apreciaban algunos cañaverales, señal de que corre algo de agua por el y más abajo me encontré un precioso cardonal que estaba florido, era una belleza como le destacaban los colores rojos de la inflorescencia sobre el verde del tallo. La vereda nos estaba llevando en dirección hacia una casa, de la que se notaba movimiento de gente que no nos quitaba el ojo de encima, parecía que el camino desembocaba en la casa pero no fue así, casi llegando a ella el sendero gira hacia la izquierda para desembocar enseguida en una pista de tierra ya en el cauce del barranco de Las Cuevas, algo frondoso y donde nos llamó la atención una roca con unos huecos que le daban la forma de una carabela. Esta zona se la conoce como Cuevas de Abajo. Echando un vistazo alrededor, vimos como el matrimonio extranjero que habíamos visto anteriormente venían haciendo el mismo itinerario que nosotros.
    Continuamos ahora subiendo un poco por la pista dejando el cauce del barranco, ahora a nuestra derecha, para luego salir a un sendero que comenzaba a bajar en vueltas hasta llegar a una cancela, donde había un cartel que prohibía el paso de perros, pero como el nuestro venía con su correa, no creo que hubiera algún problema, así que abrimos la cancela y la volvimos a dejar cerrada a nuestro paso para continuar bajando.
    Yo no se lo que paso, si fue debido a una semana de verduras guisadas o que… pero por el camino me venía dando tumbos el vientre como si fuera una concretera, de tal manera que al rato daba la impresión de una olla exprés al fuego, a la que se le escapa el vapor cuando está en su punto. Bueno pues a mi me pasó lo mismo se me escapaban los cohetes de la fiesta sin ningún esfuerzo pero poco a poco, casi a cada paso que daba, pero lo gracioso es que veo a Toñi que se venía riendo y todo era porque no me había dando cuenta de que venían los extranjeros detrás… ¿Los habrán oído?. Pues mejor así sabrán lo que es el olor a campo canario.
    Dejada la cancela atrás, en cinco minutos llegamos a nuestro destino el mirador de Las Pareditas bajo el Roque Chiñaco. Es una planicie con un mirador y otro más pequeño por debajo y a nuestros pies la preciosa vista de la plataforma litoral de la isla baja que se extiende hasta el faro de Teno. Aquí se divisa de derecha a izquierda la carretera general hacia el faro, todo el entramado de caminos y veredas que te llevan hacia cualquier rincón de la costa, a continuación el parque eólico, los invernaderos de tomates de Los Paredones, la baja con el faro y perdiéndose en la distancia cual tímida muchacha que se cubre con su velo de calima, La Gomera. Después de un rato admirando nuestro entorno, llegaron los extranjeros a los que saludamos. Se imponía ya el almuerzo y nos colocamos en una pequeña erita rodeada por muros de piedra para protección del viento. Yo no me podía resistir a la belleza que tenía delante así que separado un poco del resto, me mandé mi bocadillo sentado en una piedra mirando hacia el vacío disfrutando del entorno y del bocata. Como Carmela estaba sentada con la espalda apoyada en el muro de piedras no se percató de que al olor de las viandas, por los huecos que había entre las piedras, asomaban la cabeza algunos lagartos dispuestos a participar también en el festín. Era gracioso ver como Carmela estaba rodeada por alguna de las cabezas de los lagartos. Lo que hizo que Merci no se sentara sino que se quedara de pie expectante. Los chicos como buenos samaritanos comenzaron a darles trocitos de pan y era divertido ver como se aproximaban despacio para recoger su cosecha y salir corriendo cual ladrones por entre los huecos de las piedras.
    El tiempo en esta zona cambió, pasó de un cielo cubierto de nubes y sensación de frescor a un cielo despejado con un sol abrasador, aunque aquí corría una constante y fresca brisa marina que desde el mar subía por el barranco y nos acariciaba, siguiendo su camino ladera arriba. El pobre Trufo con el pelaje de su cuerpo no soporta el sol y se encontraba sofocado, con una respiración jadeante y con la lengua fuera, así que lo veías buscando cobijo a la sombra de las piedras de la erita donde estábamos. Después vemos como los extranjeros se despiden y se marchan.
Al poco rato comenzamos a recoger todo para ponernos en marcha de regreso a Los Bailaderos, dando un adiós a la zona con la promesa de volver algún día pues el lugar bien merece un paseíto. Comenzamos a subir por la pista pasando la cancela y volviéndola a dejar cerrada, haciendo todo el camino de regreso por el mismo recorrido pero con la diferencia de que esta vez nos acompañaba un sol desgarrador, el aire nos había abandonado, se estaba haciendo un camino muy pesado.
    Una vez pasada las casas de Las Cuevas de Abajo, y subiendo por el veril del barranco, ya se hizo un ascenso insoportable, de tal manera que: Toñi se quedaba muy rezagado pues le costaba bastante la subida, a Ari le pasaba casi lo mismo pero en menor escala, lo que me hacía cambiar el ritmo que llevaba para adaptarme al de ellos y no dejarlos detrás. Para Trufo ya era matador intentaba buscar la sombra de cada uno de nosotros, se le veía fatal, no me quedó más remedio que cogerlo en brazos en tan fuerte pendiente pero con el peso de la mochila y llevar al perro en brazos no era muy cómodo, así que opté por llevarlo de carga entre la mochila y mi espalda, cosa que me dejaba las manos libres, cuando llegaba a la pista lo volvía a soltar y cuando entrábamos en el sendero lo volvía a coger, así me turnaba. A Toñi se le veía fatal o eso parecía, cansado, colorado, sudando a mares parecía como si le fuera a dar algo; así que al pasar por la casa con la piedra (del regidor) no nos quedó más remedio que hacer una parada para descansar y tomar algo de agua, cosa que fue de agradecer porque hasta el Trufo se subió encima de una piedra buscando la sombra y de allí no se movió en todo el rato. Proseguimos camino y ya cerca de las casas del Vallado, ya se veía a Ari fatigada, pues la liberé de la mochila, para que fuera más ligera y le costara menos la subida, un poco más arriba vi que seguía igual así que agarré el palo que llevaba por un extremo para poder tirar por ella y facilitarle la subida, pero al rato noté más pesado el tirar por el palo me giro y veo que Arí había hecho lo mismo con el palo que llevaba Toñi, en fin que íbamos en cadena, me vi llevando mi mochila, la mochila de Ari, al perro, tirando por Ari y por Toñi;… ¡Ños, que sofocón!... Vaya locomotora estoy hecho. Ya cuando la subida se hizo más llevadera y menos pendiente, ya me liberé de todos, pero Toñi seguía igual, con paso lento y pausado, que hacía retrasar un poco a los demás, luego se le oyó echar cuatro trinos al aire cual Pavarotti para alegrar un poco la subida. Pero lo más gracioso fue que una vez pasada la montaña del Vallado, la pista ya va en llano, Carmela, Loe y Merci iban bastante adelantadas, yo un poco retrasado esperando por Ari y Toñi para no dejarlos detrás. Carmela que se da cuenta del retraso de Toñi, con esa sonrisa de pícara que la caracteriza, va y se le ocurre decir: “Al primero que llegue a Teno Alto, le invito a dos helados”… ¡Ños, santo remedio! No se que fue lo que le pasó a Toñi que… ¡Al carajo el cansancio! apretó el paso de tal manera que puso el turbo, me pasó a mi y siguió de largo, pasó a Merci, a Loe y a Carmela y lo perdimos de vista, hasta que llegamos a la plaza de Teno, donde lo vimos sentado, esperando por su recompensa… ¡Será cabrón!
    La llegada a la plaza de Los Bailaderos fue ya derrotados totalmente, se imponía pues un descanso. En la plaza nos encontramos solamente con una chica sentada en uno de los bancos que estaba jugando con su móvil y por la calle al forestal montado en su jeep y que no nos quitaba la vista de encima. Las chicas se llegaron a la escondida ventita-bar que se encontraba frente a la plaza a comprar los helados y agua fría. Cuando las vi volver, noté que Merci y Ari se venían riendo y todo fue porque al ir a la venta aprovecharon para cambiar aguas menores y por lo que me contaron creo que el servicio era algo peculiar, como de película de miedo, pues después de pedir permiso entraron en una habitación grande algo oscura y siniestra donde había trastos viejos, una lavadora , dos mesas grandes, es decir un cuarto de trastos y a continuación dos cuartos lo que se suponía que era el baño de los hombres y el de las mujeres respectivamente. El de las mujeres era enorme con un techo alto que para tocarlo tenías que coger una escalera y donde solo estaba la insignificante taza bailando en una gran habitación acompañada del rollo de papel, una papelera y como decoración innata una tela de araña. Creo que les dio un poco de miedillo por si entrara alguien de improviso, porque la puerta no era muy segura.
    Una vez llegaron las chicas con los ”delicatesen”, nos sentamos en la plaza frente al templete a disfrutar de un rico polo, es decir, el único tipo de polo porque en la ventita era lo único que había. El mío era de lima, bueno como el de todos porque no había otro, de esos que vas empujando por debajo y va saliendo por arriba, bueno pues cuando iba por medio polo, se me quedó atascado, empecé a apretar por los laterales pero no salía, pero en una de estas lo estrujé tan fuerte que el polo salió disparado y me vino a caer todo encima, me quedé todo pringado y acompañado por la carcajada de mis camaradas. Otro caso fue que vimos como el forestal recogía a un parroquiano invitándolo a llevarlo a su casa, arranca el jeep y vimos que a unos cincuenta metros más allá se detiene, se baja el individuo y el jeep vuelve en marcha atrás para quedar aparcado donde estaba anteriormente, servicio a domicilio, ¡de película de risa! Nos quedamos mirándonos unos a otros aguantando las ganas de reír.
    Una vez descansados se impuso sobre el tapete el regresar y dar por finalizada la jornada o el de seguir el recorrido hacia Casa Quemada, como era temprano optamos por esta última, así que mochila en ristre en marcha hacia nuestro destino. A Casa Quemada se va llegando al final del caserío en dirección a El Vallado, pero esta vez hacia la derecha en un cruce de caminos, señalizado por un mojón de senderos. Se empieza con una pequeña subida por pista asfaltada para luego llanear y después bajar. En el mismo cruce bordeas una casa que en sus ventanas tiene propaganda de casas rurales bastante interesantes, aquí anunciaban una “La Mulata” que parecía bastante seductora. Continuamos por la pista entre brezos y zarzales por donde se podían apreciar algunas bonitas e interesantes panorámicas de Buenavista entre barrancos de las montañas.
    Pues andando por este lugar, ocurrió algo insólito que también tuvimos para rato y fue que de repente se oye el ruido de aviso de llamada de un móvil, era el de Carmela. Pero este móvil tenía algo peculiar que durante todo el camino venía colgado del cuello de Carmela de tal manera que el aparato quedaba encajado entre las te… ¡Perdón! Entre sus pechos, ahí bien arropadito. Pues yo no se si fue que se puso nervioso por el roce y traqueteo del camino, que cuando Carmela fue a cogerlo para contestar a un mensaje de Amena; el móvil de los nervios se apagó y dejó de funcionar, no había manera de ponerlo en marcha, ni cambiándole la tarjeta del móvil de Toñi. Abrieron la carcasa para ver si tenía alguna anomalía y lo único que vieron era que el móvil estaba sudando, ¡El pobre, no me extraña! Estar acurrucadito al calor del canalillo y notar unas suaves manos que lo acarician… lo pusieron nervioso y se descompuso todo, tal fue así que el móvil no se recuperó hasta el día siguiente.
    Después de un par de curvas llegamos a Puerto Malo y aquí paramos no continuamos hacia Casa Quemada. Puerto Malo es una zona muy peculiar que nos hizo recordar algo el paisaje lunar de Vilaflor, aquí estuvimos un buen rato disfrutando del entorno, vimos unas cuevas con la entrada algo cerrada, en una de ellas entramos Toñi y yo allí había un olor fuerte a humedad, tenía el techo muy bajo menos que mi altura, un murito rodeaba el interior de la cueva a modo de banco y en el centro trozos de madera, probablemente esto era algún refugio de cabrero para pasar la noche.
    Se impuso el regreso y comenzamos a subir por la pista hasta llegar a la degollada en un cruce de caminos donde la pista gira hacia la derecha y sigue subiendo. Abandonamos la pista y cogimos un sendero de almagre con mucha piedrita suelta que sube un poco pendiente junto a una tubería de agua, a los cinco minutos echamos una paradita para un mínimo descanso, cambiar las aguas y continuar poco después subiendo hasta alcanzar de nuevo la pista asfaltada que en poco tiempo nos llevaba otra vez a la plaza de Los Bailaderos. Ahora ya se veía algo más de gente, una vez en la placita volvimos a por más polos (la señora diría hoy es mi día).
 Después de un buen rato descansando, ya si nos dispusimos al regreso recorriendo los mismos puntos por los que habíamos pasados por la mañana, con la salvedad de que las moras del camino nos estaban invitando a que las recogiéramos y eso hicimos, llenamos una botella de dos litros y otra de ¾, que nos hizo deleitarnos en días posteriores de helado de nata con moras, yogur con moras y ¿Qué se yo cuantas cosas más?... con moras. Llegamos al final del sendero para coger la pista pero vimos de frente otro sendero que bajaba y que pasaba justo por un lateral de los aparcamientos del parque, pues por aquí nos metimos.
    Enseguida llegamos a los aparcamientos donde los coches y dejando enseres cogimos los de renovación para dirigirnos al parque y en una mesa dar buena cuenta de las viandas que quedaban. Estando allí se oían las voces de unos cazadores dando instrucciones a sus perros, en una jerga ininteligible pero bastante divertida. El parque está rodeado de almendros y justo alrededor de nuestra mesa en el suelo había un montón de almendras caídas, pues Loe no perdió el tiempo enseguida se puso a recolectar almendras partirlas y comérselas, estaban riquísimas. Otro era el Trufo que después del día que había tenido hoy, se había colocado justo al lado mío y parecía un colchón desinflado, echado sin moverse que hasta creo que se echó su sueñito, ni se inmutaba.
    Ya estaba cayendo la tarde, recogimos todo y nos dirigimos al coche para marcharnos. Una vez allí, una de las chicas dio una vuelta al coche de Toñi y al pasar por delante se fijó que había un conejo pequeño muerto, probablemente del día anterior, ¡Que pena! ¡Con lo bueno que estaría en el caldero para hacer un buen condumio! Continuamos camino y con el trajín nos habíamos olvidado del forro del móvil de Carmela que se había caído por la mañana, ¡Suerte para el que se lo encuentre!
    Nos dimos un salto a la costa a la Playa de Las Mujeres en Buenavista, junto al campo de golf, para refrescar los pies y relajarnos frente al mar un ratillo. Luego ya estaba anocheciendo y se impuso el regreso dando por terminada la jornada, no sin antes hacer una paradita antes de llegar a Garachico, en el restaurante El Trasmallo para tomarnos un cortadito calentito, y de aquí para casa después de hacer un buen balance del día que habíamos pasado.

Jueves, 11 de Agosto de 2.005

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