viernes, 11 de octubre de 2002

04 Maravillosos Acantilados

 

El Bailadero - Afur - Taganana


    Hoy es día del Pilar y como de costumbre, nos levantamos muy temprano, sobre las cinco de la mañana. Intentamos hacer la ruta Santa Cruz - Taganana por el Bailadero, y esta vez nos acompaña Merci, por fin la familia al completo. Una vez todo y todos preparados y después de tomarnos un buen cortadito mañanero, arrancamos la caña y para la parada, como novios que esperan a su prometida, a nuestra querida perrera. Como es de esperar a las seis y cuarto de la mañana, éramos los únicos allí, cogimos la guagua, venía bastante gente con mochilas ¡qué raro a esta hora tanta gente!, Pues siempre suelen ir muy pocos, por no decir nadie. El motivo era muy sencillo hoy a las siete de la mañana salía de Candelaria, "La Morenita” que venía en peregrinación a Santa Cruz (como cada siete años)… ¡y precisamente hoy nosotros nos vamos fuera! ¡Que desagradecidos! Bueno ya nos confesaremos el pecadillo.

    Nos bajamos en el mercado a eso de las seis y media, todavía estaban colocando los puestos, nos dirigimos a la panadería, a comprar el pan, y no lo puedo evitar... unos dulcitos. Salimos por la parte trasera y bajamos por la rambla azul, la del mercadillo, que hoy al ser fiesta estaba concurrida de gente que iba y venía: los que venían a trabajar montando los puestos del rastro y los que iban a dormir, después de una larga noche de trabajo, es decir, nuestros mariquitas y mujeres de mala reputación, aunque yo creo que la reputación la tiene y muy buena.

Seguimos adelante y nos dirigimos a la estación, donde por cierto había movimiento por la gente que deseaba ir a Candelaria a acompañar a nuestra virgen. Nuestra perrera salía a las siete y cinco para Taganana, aunque podíamos haber cogido la otra guagua que pasa por el Bailadero, donde queríamos ir en realidad que nos venía mejor porque ésta iba a Chamorga, pero salía a las siete y media. Además si hubiéramos esperado, no nos habríamos enterado de dos buenos senderos que nos dijo el chófer para acortar bastante el camino, sobre todo para nosotros que aún estamos muy verdes en esto de las caminatas. En la guagua sólo subieron: el chófer por supuesto, si no ¿Quién llevaría la perrera?, un hombre y nosotros que como siempre nos pusimos en el gallinero, sacrilegio sería no hacerlo de otra manera, y a rodar que va llegando el día y se escapan los perros. Estaba todo oscuro, no había amanecido y era noche cerrada, pero me reafirmo en que es una buena hora, para salir a caminar. Después de pasar las mil y una curvas de la carretera de San Andrés a Taganana, el chofer nos dejó muy cerca de la entrada al túnel, justo en el pequeño parque y nos indicó el sendero para llegar al Bailadero en un periquete y otro para llegar a la casa forestal, que en total nos ahorrábamos más de una hora de camino. Un chofer muy amable y servicial. ¡Que vivan los choferes de nuestras perreras!, Bueno no todos.

    A eso de las ocho menos veinte, aún a oscuras aunque ya en el horizonte iban tímidamente apareciendo, los primeros rallos de sol, indicándonos que faltaba poco para amanecer; comenzamos a subir por el sendero y menos mal que llevaba una linterna, porque estaba todo oscuro, en el ambiente reinaba una fresca brisa reparadora que, muy suavemente acariciaba la cara y coquetamente seguía bajando el sendero jugando con la hojarasca. Había también un silencio absoluto solo interrumpido a veces, por el canto de algún pájaro madrugador y el ladrido lejano de algún perrillo. El sendero estaba húmedo como es natural en esta zona y en algunos sitios era resbaladizo. Tardaríamos en subir como unos diez minutos en llegar al Bailadero, y vienes a salir justo frente al restaurante. Una vez en la carretera a Chamorga cogimos hacia la izquierda dirigiéndonos hacia el cruce, pasando las casas y en la última, la más alejada que estaba en construcción, como nos había indicado el chofer, en un lateral se encontraba el otro sendero que quedaba justo antes de llegar al cruce. Este era otro fantástico sendero.

    Ya comenzaba a amanecer en toda su plenitud, notábamos en nuestras caras el frescor del rocío y el olor que desprende el breso mojado al ser balanceado por el viento aromando así el camino. Buscamos unos palos para que nos facilitara las subidas y caminito adelante. Este sendero corta bastante camino, viene a salir antes del km-13 de la carretera general, que una vez allí comenzamos a subirla siempre por el lado izquierdo por seguridad, para no encontrarnos con accidentes innecesarios.

Hacía fresco y esto era de agradecer, comenzó a aparecer un poco de neblina, que a veces, parecía que llovía pero eran las gotas de agua que caían de los árboles, cuando las movía el viento, es lo que aquí llamamos lluvia horizontal, y motivado por el ambiente que se respiraba, mirando al entorno hizo que se disparará una chispa en mi razón y sin poderlo evitar, dando rienda suelta a la imaginación comienzo a soñar despierto que...
... esa neblina parecía como un gran manto que en forma de blanco tul nos envolvía y nos invitaba a adentrarnos más y más en el sendero del misterio. La bruma nos vigilaba agazapada entre la laurisilva del monte, observándonos y estudiando nuestros movimientos, luego ya plena de confianza, poco a poco fue dejándose ver. De improviso y ayudada por su amiga la brisa de la mañana, nos rodeaba y cual gangochera, nos cambiaba un beso por una fresca caricia, que era muy agradable. Luego rápidamente saltando de árbol en árbol se alejaba para regresar al instante, mimosa y alocada a rodearnos otra vez como un torbellino y marcharse corriendo en un juego en el que quería que nosotros interviniéramos. Más al darse cuenta de nuestra indiferencia, la embargó un sentimiento de decepción y cual quimera voló de súbito a esconderse en el monte, en las profundidades del abrupto barranco, a refugiarse llorando desconsolada en los brazos de un viejo laurel que compadecido, como un bálsamo la calmaba, acercando a su cara una de sus ramas que con sus hojas de esmeraldas, recogía una a una, las mil y una lágrimas cristalinas que por sus mejillas rodaban. Pero en un momento de ira y rabia, con la fuerza de su amigo el viento, zarandeó los brazos de quien la aliviaba derramándose las gotas que, igual que dagas, en el abismo del olvido se clavaban. Luego en un momento de desesperación, arremete contra nosotros y frente a frente, nos enseña su dolor, llorando amargamente el despecho, empapando nuestro rostro con una bofetada de sus frescas y frías manos. Luego huyó con su tristeza y desapareció entre brezos para nunca más volver...

Los sueños, sueños son… y volviendo a la realidad después de tan sublime momento, continuamos subiendo por esta carretera. A esta hora de la mañana pasan muy pocos coches, pero había uno que parecía que nos siguiera. Este era un renault clio de color azul metálico, que subía y al rato bajaba y así se pegó un buen rato, por lo que se veía que estaba entrenando para alguna competición. Luego subiendo a la derecha nos encontramos con varios espacios abiertos para descansar. En uno de estos quedaron algunos recuerdos (souvenirs) de la familia Brito Mesa. ¡Que aproveche!

    Un poco más tarde, nos encontramos con los agentes de medio ambiente, que amablemente nos dijeron que faltaba muy poco para llegar a la casa forestal, que está situada en el Roque de Los Pasos. Una vez llegamos a la casa, nos dimos cuenta de la cantidad de veces que hemos pasado por delante de ella, sin saber que era la casa forestal, para mí siempre fue una casa particular. Esta está pintada de color salmón y blanco, muy bonita, con placas solares y una veleta, junto a la casa hay un chorro de agua y un mapa describiendo los dos senderos que parten desde aquí.

    En la carretera pasando la casa se encuentra solitaria una parada de guaguas, con su cartel en el interior indicando que desde La Laguna salen guagua para Las Carboneras, Taborno, Roque Negro, Afur y el Bailadero, y sus correspondientes horarios. Así que tomamos buena nota para otra vez. En esta parada, hicimos un alto en el camino, para descansar y desayunar nuestro deseado bocadillo de queso con chorizo de oferta, por el que mataría al que en ese momento intentara quitármelo; también para tomar agüita fresca del chorro forestal.

    Los senderos que están junto a la casa, uno va hacia Taganana, el que sube a la derecha y el otro más ancho que baja hacia la izquierda a Afur. El cartel indicador dice que el recorrido de cada uno es aproximadamente de una hora, pero a un paso sosegado sin prisas te puede llevar un poco más. Nosotros elegimos hacer el sendero hacia Afur. Esta pista baja serpenteando, pero está muy bien, al rato se ve por la izquierda el Roque Taborno. Seguimos bajando, dando buena cuenta de un bolsillo lleno de frutos secos y también nuestro famoso cuadrito de energía. A las chicas se les pusieron los ojos como chernes, al ver la cantidad de zarzales que había, pero para desgracia de ellas tenían muy pocos moras maduras, aunque buscando algunas encontraron.

    Un poco más tarde nos encontramos con una pista a la izquierda que va a dar al caserío de Roque Negro, pero nosotros continuamos hacia abajo. Por el camino nos encontramos con una casa y en la curva siguiente una pista asfaltada que va a esta casa, saliendo de otra curva nos topamos de frente con una torreta de la luz y de fondo una montaña cuya cima eran rocas escarpadas que formaban varias figuras con formas muy curiosas. Un poco más adelante nos encontramos a varias personas faenando unos terrenitos, saludito de rigor que eso es de bien nacido y andando se hace el camino. Más adelante la pista llega a la carretera general y frente a nosotros aparece Roque Negro y unas casas pegadas al roque, es el caserío del mismo nombre. Bajamos por la carretera hacia la derecha y llegamos a Inchires, que son las primeras casas que te encuentras a la derecha, donde hay un bar – restaurante y un poco más abajo a la izquierda bordeando el barranco el caserío de Afur.

    Llegamos hasta el final de la carretera, a unos aparcamientos y nos encontramos una ermita pequeña pero muy acogedora y una plaza pequeña con su banco; un lugar muy agradable donde muy fácilmente te puedes quedar en los brazos de Morfeo, después de haber pasado por la venta/restaurante de D. José Cañón y haber dado buena cuenta de una exquisita carne de cabra o de conejo. Pero nosotros somos de la cultura del bocadillo, pero aún así no podíamos dejar pasar este momento, pues la plazita bien merece que echemos un pequeño descanso en uno de sus bancos. Tranquilidad absoluta es la palabra clave de este rincón, tanto es así, que a veces la conversación que mantenía la gente en una ladera del barranco, se podía oír claramente desde aquí, una delicia de lugar. En el cauce del barranco había gente trabajando la tierra, como se nota que para nuestros sufridos maguitos, no hay domingos ni días festivos.

    Continuamos nuestro itinerario ahora hacia la playa de Tamadite, bajando los escalones de la plaza y nos dirigimos hacia la izquierda de los aparcamientos, donde comienza el sendero muy bien señalizado, pues alguien se ha molestado en márcalo con unas manchas verdes que no puedes perder. Es un sendero que no está nada mal, aunque tiene algunos tramos un poco dificultosos. Comenzamos a bajar por la derecha, pronto nos encontramos con un cruce y siguiendo las manchas verdes se pasa por un lugar donde el suelo es de roca negra. Un poco más abajo nos encontramos con una gran roca hacia lo alto, que como si de un dedo se tratara, señalaba hacia el cielo, es de unos cuatro o cinco metros de alto, el sendero pasa junto a este roque y lo rodea. Justo pasando por él, teniéndolo encima de nosotros que parecía que se nos iba a caer encima y aplastarnos, va y se le desatan los cordones del tenis de Ari, y hubo que atárselos allí mismo, la verdad es que daba un poco de miedillo, con un ojo en los tenis y otro en el roque, por si acaso. Seguimos adelante por el lado derecho del barranco, en este punto se podía oír correr el hilillo de agua por el cauce, El sendero transcurre por zonas llanas, algunas subidas y con escalones algo resbaladizos, unas veces íbamos por el margen derecho del barranco y otras por el izquierdo, en algunos tramos habían hecho barandillas con troncos de madera que actualmente están un poco cascados.

    En cuanto a la flora del lugar, nos encontramos con cardones, tabaibas, bejeques, piteras y en el cauce del barranco varios cañaverales y algo que hacia mucho tiempo que no veía: juncos. Muchas veces el cañaveral y los juncos eran tan frondosos que incluso tapaban el sendero y a veces no se podía ver. Hubo un lugar casi al final del recorrido donde teníamos que pasar pegados a las rocas porque las cañas y los juncos estaban tan apretados que solo dejaban un pasillo muy estrecho y por otros tenías que pasar pisando zonas anegadas.

    También en una parte del sendero que estaba descampado comenzaron a caer unas gotas gordas, preludio de lluvia, que nos puso un poco nervioso porque no había donde refugiarse, pero menos mal que enseguida se quitó. Lo que sí cayeron en todo el recorrido fue algún que otro cuadrito mágico de energía (marca Dolca) que nos alegraba el caminito.

    Bajando a la derecha teníamos una montaña y en lo alto, dominando todo el barranco, se encontraba el Roque Taborno, que nos indica que falta poco para el final. Subimos un lomito y cuando llegamos a la cima, se presentó allá abajo y al frente en todo su esplendor, la bahía y la playa, comenzamos a bajar hacia la misma llegando a eso de la una de la tarde. Pasamos junto a una casa solitaria y muy pintoresca, pues tenía una terraza con su mesa y unos bancos y cercada con una valla metálica, aunque más bien parecía una red, que me hacían recordar los gallineros de mi abuela, y a modo de decoración colgaban de la misma algunos motivos marineros como: un ancla, boyas, maromas, una cigala de plástico, etc.

    Tamadite es una playa solitaria, paradisiaca y peligrosa por el mar del norte, es de callados y rocas grandes, no se puede practicar los cincuenta metros mariposa, pero después de una buena caminata, bien se agradece refrescar los pies o si lo prefiere, darse un bañito con un cubo en uno de los charcos, ¡Qué rico y refrescante! Las chicas incluyendo a la madre, se remangaron los pantalones y al agua... los pies claro hasta que llegó una ola que casi las moja a todas, sólo les empapó el pantalón.

    Después de descansar durante una media hora, nos pusimos en camino pero esta vez hacia Taganana, pues tenemos por norma no volver sobre nuestros pasos, siempre que se pueda. Buscamos el sendero, que al principio no encontrábamos, pues éste estaba saliendo de la playa, dejando la casa a nuestra derecha y volviendo a pasar por el cañaveral que nos empotraba en la pared. Pasado todo esto, hay una roca redonda grande de color rojo en medio del barranco, bordeando ésta seguimos hacia el lado izquierdo de la cañada, es decir en las faldas de la montaña del Roque Tabona, ahí aparecieron nuestras conocidas manchas verdes que nos indicaban el camino correcto y nos guiaban hacia una vereda que subía en zigzag por la pendiente un poco fuerte, hacia la cuenca de dos lomos, dejando el roque a la derecha. En la subida casi llegando a la cima, volteando la cabeza se apreciaba una espléndida panorámica de la playa y de la costa norte de Anaga, abrupta y escarpada, a nuestra izquierda; y pensar que detrás de esta costa se encuentra la Punta Hidalgo.

    Cuando llegamos al lomo, nos esperaba otra sorpresa, una fantástica vista del acantilado y allá a lo lejos, un poco difuminados por la lejanía, los Roques de Almáciga y por si fuera poco, para completar el cuadro, en el horizonte cerca de los roques, navegaba un bonito velero de tres mástiles. Una postal real e indescriptible por la belleza de su colorido. Continuamos por el sendero que va bordeando el acantilado y que atraviesa varios barrancos Este sendero está calificado como peligroso debido al vértigo que produce y algo resbaladizo por la tierra suelta y algunos escalones, pero aunque es cierto, nosotros no lo encontramos así, sin embargo tomamos el consejo por lo que vale y tuvimos mucho cuidado y precaución. Este camino nos pareció mejor que el de Afur a Tamadite.

    En una parte del sendero, dejé que las chicas fueran delante, pero en una de estas, el sendero se hacía un poco irregular que nos llevó a lo alto de un barranco y allí desapareció la vereda... ¿Y ahora?... ¿Qué fue lo que pasó?... Pues algo muy sencillo, que las chicas no se fijaron y siguieron lo que creyeron que era el sendero, abandonando sin darse cuenta el camino principal, menos mal que pudimos seguir el que continuaba en la otra ladera y trepando un poco una cuesta entre matorrales pudimos volver al sendero original.

    Después de una hora de camino, ya en lo alto de una ladera, se veía al fondo los Roques de Anaga y las casas de los roques, en lo alto: Taganana y a lo lejos Almáciga y Benijos con sus roques, otra vista de escaparate. Continuamos adelante, el sendero termina en un mirador que han hecho con rocas y en un pedestal, una roca puntiaguda, y desde aquí, comienza una pista de tierra que... ¡Me cago en la leche! Vaya una subida y nosotros que ya estabamos acusando un poco el cansancio, tanto es así que Merci, se cansaba en las subidas acortando el paso, lo que nos indujo a un cambio en el ritmo de marcha y por tanto un mayor esfuerzo, lo que produce que el corazón late más rápido que parecía que lo tenías en el cogote. No había forma de que Merci no parara a mitad de las subidas, que era lo que le decía que hacía mal, que descansara antes o después de las mismas, pero no en medio. Mis comentarios a veces un poco inoportunos, la hicieron enfadar un poco, porque pensaba que yo estaba molesto con ella, cosa que no era cierta, lo que pasaba es que estaba cansado y excitado porque eran ya las tres de la tarde y veía que se nos estaba echando la hora encima de pasar la guagua de las tres y media, y si la perdíamos, tendríamos que esperar hasta las siete y media de la tarde. Afortunadamente ya estábamos cerca de Taganana, eEn una de estas interminables subidas ya aparecían algunas casas.

    Pasamos por un palmeral y una zona de viñedos, cosa lógica ya que Taganana es también famosa por sus vinos. Al llegar a lo alto, vimos que el camino comenzaba a bajar, cosa que se agradece y ya veíamos el cementerio, esto quería decir que ya estabamos cerca del pueblo y de nuestro destino. Vimos la plaza y la iglesia comenzamos a bajar por una de las empinadas calles y nosotros ya con molestias en los pies y en las caderas, bajando estas cuestas, parecíamos modelos intentando destacar sobre una pasarela, para ver quien lo hace mejor.

    Cerca ya de la plaza, había unos chorros de agua fresquísima, que me hicieron recordar los que había en la trasera del Calvario de Icod, ni que decir tiene que nos hinchamos. Ya en la plaza estábamos más reposados y tranquilos, las chicas entraron en la iglesia visita obligada y después de un leve descanso, continuamos pues eran ya las tres y cuarto de la tarde. Habíamos llegado con tiempo suficiente de coger la guagua que venía de Almáciga, por cierto, la parada está pasando una curva muy cerrada, en un sitio muy peligroso. Cogimos la guagua en la que solo iba el chofer y una señora, luego nosotros atrás como si estuviéramos peleados del resto del mundo. ¡Adiós mi Taganana querida!, te prometo que pronto volveré a verte.

Llegamos a Santa Cruz y nos bajamos en Muelle Norte, y de suerte que justo detrás venía la guagua que nos llevaría a casa, o sea que fue un transbordo muy rápido. Llegando ya cerca de nuestro destino, vimos que se acumulaba mucha gente, incluso en la parada anterior a la nuestra nos recibía un grupo folclórico cantando, y hasta llegar a la última parada mucha gente colocándose preparando el desfile. ¡Caramba! Parecíamos gente muy importante o alguien que había realizado alguna hazaña trascendental, nos quedamos extrañados. Al llegar a la parada, mucha gente se agolpaba a las puertas de la guagua, muy bien vestida con olores a perfume y esas cosas, hasta incluso ¡había una banda de música y todo!... Pues nada de eso, todo ese alboroto era debido a que estaba a punto de pasar por delante de la iglesia de Santa Bárbara por la carretera general la comitiva de la Virgen de Candelaria, en su peregrinación a Santa Cruz. ¡Que vergüenza! ¡Y nosotros llenos de mierda y con estos pelos! Bajamos rápido de la guagua y con la cabeza gacha... ¡patas pa’ que os quiero! Corriendo para casa... ¡Por Dios!... ¿Qué dirán los vecinos?... ¡Mañana salimos en la prensa!

Sábado, 12 de octubre del 2002

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