Las Rosas - Bco. Hondo
Demasiadas horas durmiendo ayer viernes por la tarde, que hoy aunque a trozos, no he podido pegar un ojo en toda esta noche. Bueno ya son las cinco de la madrugada y no aguanto más en la cama, a oscuras me levanto y lo primero; la visita obligada a mi amiga Roca, luego como si una fuerza tirara de mí, me asomo al espejo y..., ¡Jesús! ¡Que espanto! Acabo de ver reflejado al hermano de la niña del exorcista, menos mal que no hay nada que no arregle un poco de agua, un buen jabón y un peine. Una vez un poco remendado, subí a la cocina a preparar mi primer cafecito y entre tanto repasar los bártulos para la expedición de hoy. Así sobre las seis y media levanto a las chicas, se preparan, toman algo y nos marchamos.
Cogemos la guagua y nos bajamos en el mercado de Nra. Sra. De Africa, agradable momento para pasear por el mercado al alba, cuando aún las luces mortecinas de la ciudad no se han apagado y ver a cuatro viejitas arrastrando su carro hacia el interior del recinto, con tal premura que pareciera que se iban a acabar las existencias. La entrada a este lugar se conoce incluso si te llevaran con los ojos cerrados, por los olores que perfuman el ambiente de los puestos de flores y de nuestras entrañables hierberas que te transportan por un instante a esos mercados de Bagdad, La India e incluso a un zoco marroquí; con fragancias de albahaca fresca, romero, tomillo o hierbabuena que como sutil droga, te envuelve, te atrapa e imaginariamente te ata los pies para no dejarte avanzar, haciéndote perder la razón por unos instantes ¡Qué maravillosos segundos! Entrar en el mercado es entrar en otro mundo, aunque no es el alegre y bullicioso mercado de mi niñez, donde la gente iba y venia, las señoras cargadas con los bolsos llenos de verduras a la cabeza haciendo equilibrio y un chiquillo en cada mano que la arrastraban hacia el olor de un buen cartucho de churros calentitos... ¿largos o argollas?... Una rueda de cinco duros, por favor. Este se ha convertido en un mercado más sosegado, más ceremonial, pero sin perder su idiosincrasia, esa magia que lo hace tan especial, ni tampoco sus tradicionales olores como el del puesto de las aceitunas o el de las especias morunas. Loe y Ari compran el avituallamiento de hoy en la planta baja y luego vamos por el pan, por cierto buenísimos, y no podemos resistirnos a la tentación de comprarnos cada uno un dulce fresquito y llevártelo puesto.
Salimos del mercado como tres ladrones, por la puerta trasera y nos dirigimos hacia la estación de guaguas. Por el camino, Loe hace que me enfade un poco, pues para esta excursión se había puesto unos calcetines cortos, de esos que se usan por debajo del tobillo, sabiendo lo que le había pasado a su hermana Ari, en otra excursión. Pero bueno no vamos a hacer que la niña se sienta mal y continuo con bromas, aunque ella ha entendido perfectamente mis indirectas.
Nos subimos en nuestra perrera, que más parece una serpiente, de las que van al Puerto de la Cruz, que son las que más se mueven, y por supuesto nos vamos al final que es donde más te diviertes. Justo entrando en la estación lagunera, vimos que estaba a punto de salir la guagua de la línea que va a La Esperanza; pues rápido nos bajamos y nos metemos en tropel en la otra, ¡menos mal, casi la perdemos! Las niñas se fueron a buscar sitio, mientras yo introduzco el bono en la maquinita. El chofer me preguntó:
- ¿Hasta donde?
- Hasta Las Rosas.
- ¡No, lo siento!... Ésta va por la cárcel, la suya sale a las ocho y media.
- ¡Que chasco el que me lleve!
Y es que todo por las prisas, por no mirar los letreros; y ya la máquina me había cobrado un viaje, pero no hubo ningún problema con el otro chofer, explicándole lo que nos había pasado. Eran las ocho y diez, y la estación estaba bastante animada para ser sábado y a esta hora, incluso había un grupo de chicos que salían también de excursión, pero en sentido contrario hacia Las Mercedes. Arrancamos puntuales a la media y nosotros como siempre al final de la guagua, como los arretrancos, que es donde mejor se va. Por cierto, la guagua parecía el museo itinerante del grafiti, no quedaba un solo sitio libre donde poder echar una firma, hasta los cristales estaban pintados. Íbamos muy pocos. En la avenida de la Trinidad, se subió una señora que la pobre habría ido a una peluquería y además de robarle, le habrían tomado el pelo o en el peor de los casos habría recibido un disparo o quizás habría salido asustada de una película de miedo. ¡Valla unos pelos! Bueno cada loco con su tema y nosotros con el nuestro, con nuestro vacilón cantando “la leche de camella es muy güena” y “el Teide de Tenerife”. Seguimos viaje pasando junto a la gran pajarera (usease: aeropuerto), donde había dos pájaros aposados, quitándose de encima un grupo de piojos que venían en hilera.
Llegamos a la Esperanza y en la parada de Las Rosas macuto al hombro y en marcha. Frente mismo de la parada hay una carretera hacia la derecha que pasa junto a una casa y un poco más adelante una plazita. Esta pista nos lleva al cruce con la carretera que baja hacia la escuela hogar y al campamento La Olla del Becerro. Esta pista primero baja y después sube en una pendiente algo fuerte que tiene zarzas de moras en la orilla hasta que llegan los pinos. A medida que íbamos subiendo por la pista, nos vamos encontrando con unas cuantas parroquianas que te miran de reojo desconfiadas, pero que en cuanto les das los “buenos días”, cambian la cara y como si te conocieran de toda la vida, te devuelven el saludo acompañado con un ¡Y que usted los vea! Que hasta incluso, si me apuras un poco, me atrevería a decir que hasta te invitarían a su casa a tomar café.
Seguimos carretera arriba y mi querida Ari, me recuerda a los carros de madera y rodillo, en las subidas muy rezagados, que hay que darles un empujoncito (cosa que sé que le fastidia mucho) pero cuando llegan al cruce y comienza a ser cuesta abajo, hay que irlos atajando porque se embalan de una manera que... ¡hasta luego Lucas, cuando llegues escribes! Con todo esto, llegamos al cruce con la pista que te lleva a Las Raíces. Una vez ya en el parque, a eso de las nueve y veinte, nos encontramos en cada extremo del mismo, como si estuvieran medios peleados, a dos grupos de personas preparando sus correspondientes barbacoas, y nosotros en el medio, disfrutando unos fantásticos bocadillos de queso y salami que... ¡Oiga, bien buenos que estaban!. A continuación llenamos las botellas de agua fresquita y una vez habíamos desayunados y descansados; macuto a la espalda, carretera y manta.
Comenzamos a atravesar el parque en dirección al monumento a Franco, cuando al pasar cerca de los servicios del parque, vemos que junto a una pareja de forestales, iban unos perros (pastor alemán) sueltos y uno de ellos, como queriendo jugar, se tira y le ladra a una parejita de jóvenes que se hallaban cerca de ellos. Aunque no pasó nada, los forestales ni se inmutaron, solo alegaron que no eran de ellos, que estaban solos sin dueños. Esto no me gustó, pienso que esos perros no deberían andar por ahí.
Una vez en el monumento a Franco, miramos la hora para calcular lo que tardamos, eran las diez y cinco. Cogimos la pista que sale a la izquierda del monumento. A los laterales del camino, había unos troncos partidos puestos en vertical pero solo en el principio que te indicaban el sendero. Comenzamos a subir por él y al rato la pista te lleva a una zona llena de pinocha que hacía que casi no se percibiera el sendero. Por esta razón al llegar a una especie de encrucijada, nos confundimos y seguimos adelante, subiendo por un sendero hacia una montaña pero que a la mitad de esta el sendero desaparece. Volvimos sobres nuestros pasos hasta la encrucijada y dejando a nuestras espaldas la pista que viene del monumento, cogimos hacia la izquierda por otro sendero que tapaba un pino y que un poco más adelante ya se veía el mismo claramente. Esta pista termina en otra la de Ovejeros, y seguimos por esta hacia la izquierda, después de parar para hacer un pequeño descanso y “buchito de agua". La pista transcurre en llano y es muy agradable de andar. Un poco más adelante nos sale otra pista por nuestra izquierda que va a salir a los aparcamientos del parque de Las Raíces; pero nosotros a delante todo recto.
Después de un buen rato caminado, la pista se bifurca en dos, hacia la derecha subiendo nos lleva a Las Lagunetas y hacia la izquierda bajando a Barranco Hondo, pues por ésta última nos metimos. Esta pista es una de las que usan los peregrinos, en fechas próximas a la fiesta o en la misma víspera, para ir caminando a Candelaria. Andando por ella se comienza a bajar y en unas zonas donde hay ya pocos pinos, cuando los días son nítidos, se puede apreciar una fantástica panorámica aérea de Radazul y Tabaiba. Pero desgraciadamente para nosotros, hoy precisamente no es uno de esos días, pues tenemos un bochornoso tiempo de sur, con una calima intensa y un calor asfixiante que aunque te deja ver algo, no son vistas muy claras.
Seguimos el camino hasta que nos encontramos con un cruce de tres pistas, la primera de la derecha y la que sigue de frente, no tienen salida, gracias a un cartel que lo indica. La segunda pista por la derecha es la que baja hacia Barranco Hondo, y por esta nos metimos. Pasado un rato, comienza a desaparecer poco a poco los pinos y la pista de tierra pasa a ser una carretera asfaltada, esto nos da a entender que aquí termina el monte. Esta pista asfaltada tiene un inconveniente, que a veces tiene unas pendientes muy pronunciadas y curvas muy cerradas, con frecuencia tienes que caminar con los talones y vas frenando con la punta de los pies, con esto consigues unas buenas agujetas y dolores de caderas (para los que no están acostumbrados) esto lo fuimos acusando todos por el camino y en especial mi querida Loe, que se quejaba de las caderas, pero todo fue muy bien, no hubo ningún problema. Por la pista nos encontramos con una familia que estaba trabajando unas tierritas muy cerca del monte, a pleno sol y con un calor como si estuviéramos en el mismísimo caldero del infierno. Se impuso el cortés saludo y ¡p’alante compadre!
A medida que íbamos avanzando, nos encontramos con almendros, higueras, tuneras y algún que otro castaño, ya con sus erizos y algunas con castañas grandes. Golpeamos uno de estos erizos que justo tenía tres castañas, dos de ellas pudieron cogerlas las niñas. Pero la tercera, como si tuviera prisa, saltó corriendo “p’alla, p’al carajo”, que no vimos donde cayó, eso seguro que del palo que le endiñé, me cogió miedo y se escondió. Luego las niñas comprobaron que no les gustan crudas. Seguimos bajando, sin que nos abandonara el bochorno, y por zonas un poco más descampadas, se podía ya ver hacia abajo Barranco Hondo mucho más claro y sobre éste, una montaña que tenía en la cima un estanque (o al menos desde donde nosotros estabamos y a través de la calima eso parecía). También hacia la derecha se podía distinguir una fantástica vista de Las Caletillas y Candelaria. Continuamos por la pendiente hasta que llegamos a la montaña y lo que creíamos que era una presa, era una gran plazoleta con un mirador y una cruz de hierro grande en el medio, es el mirador del Picacho. Desde este lugar teníamos una panorámica aérea de Radazul y Tabaiba y a nuestros pies Barranco Hondo, ¡lástima! Que el día no se prestara para admirar bien la vista, otra vez será.
- V olvimos a la pista, ahora ya una carretera, y en unos veinte minutos llegamos al barrio, luego tuvimos que bajar por unos callejones bastante pendientes, me hacen recordar a la c/ San Antonio o la c/ el Plano en Icod (pobre Loe y sus caderas) y llegamos a una plazita con árboles y columpios, donde también había una ermita pequeña que estaba cerrada, pero que por las ventanas de la puerta, se podía divisar imágenes de: La Candelaria, José Gregorio Hernandez, un busto de Cristo en el centro y algunas imágenes más. En esta misma plaza estaba la última parada de guaguas del barrio, suerte de que llegamos a la una menos veinte con tiempo suficiente de coger la guagua de la una, que es la que viene de Güimar. De habernos retrasado y haberla perdido, significaría que hubiéramos tenido que esperar hasta las tres de la tarde, porque la guagua pasa cada dos horas o la otra opción hubiera sido tener que bajar caminando hasta la autopista y coger cualquier guagua de las que vienen del sur. Esta guagua que cogimos nos hizo una especie de tour turístico, porque viene y va por toda la carretera vieja y lo mejor de todo que nos dejo cerca de casa, frente a Santa Bárbara.
De todas formas fue una excursión amena y tranquila. Desde luego mereció la pena.
Sábado, 5 de octubre de 2002
No hay comentarios:
Publicar un comentario