Costa del Agua
Del Guindaste a la Rambla del Mar
Hoy hace un día muy bueno para ir a la playa, cielo despejado y un sol radiante, pero no es tan bueno para ir a caminar. Pero como siempre vamos en contra de cualquier estereotipo, nos fuimos a hacer un recorrido urbano por la costa de Los Realejos. Buscando sitio en Punta Brava donde dejar el coche lo más próximo posible de la estación de guaguas, para que no nos cueste tanto el regreso por el cansancio, pero no fue posible. Solo conseguí en los aparcamientos del hotel Maritim. Después de coger los bártulos, nos dirigimos hacia el final de la calle y a la derecha ya en los aparcamientos, comienza el sendero del itinerario que vamos a realizar hoy.
Para empezar estamos en una zona llamada El Burgado, aquí comienza un sendero muy bien acondicionado, con vista al turismo, con una baranda de troncos que nos lleva en dos minutos a la playa de Los Roques: playa pequeña en forma de caleta con callaos y tres roques en el agua. Se puede bajar a la playa y subir de nuevo al sendero por el otro extremo de la misma, aunque no está muy bien.
Seguimos el sendero que bordea la caleta para llegar al otro extremo de la playa, pronto nos encontramos un sendero que sube a la izquierda pero nosotros continuamos hasta el final a lo que llaman Pejerrey, desde donde se pueden ver desde otra perspectiva la playa y los roques; de izquierda a derecha: la plata, roque grande y roque chico. El roque del centro está lleno de cardones y donde también había palomas. Las olas rompían con furia en los roques y se veía traspasar el roque chico, por los huecos y se formaban dibujos raros con la resaca, muy bonito. Seguimos por el sendero bordeando la punta de Pejerrey y llegamos a un cruce de senderos, donde el de la derecha aunque estaba cerrado, seguía por el acantilado pero muy peligroso. El de la izquierda volvía al sendero principal que atraviesa una portada de piedra ancha, pero bajita ¡cuidado con los cuer...! digo con la cabeza, y volvimos por el camino de la caleta, hasta que por la derecha encontramos el sendero que sube un poco pendiente y que en cinco minutos te lleva a la Urbanización La Romántica II, por la calle que la atraviesa de un lado a otro, aprovechando las sombras porque hace mucho calor y el sol esta fuerte. Al final de la calle, hacia la derecha bajando un poco, hay un mirado desde donde se divisa la costa de Punta Brava y El Burgado; hacia la izquierda toda la costa hasta El Guindaste y al final el barrio de Las Aguas en San Juan de la Rambla. Este mirador está plagado de una especie autóctona que nunca estará en peligro de extinción, planta que cuando pisas su tallo grueso y leñoso, desprende un fuerte aroma y tiende a adherirse a los zapatos, es la típica “mierda-perro” ¡Vámonos de aquí corriendo, no vaya a ser que tropieces y se te pegue a la ropa!
Volvemos a la calle y subiendo un poco más arriba hacia la derecha comienza el sendero que te lleva por todo el acantilado, pero de primera entrada hay un mirado el de Campo santo, aquí se dice que enterraron a las víctimas del aluvión de 1.826 ¡Vámonos también de aquí, no vaya a ser que algún muerto nos agarre por las patas y no nos deje salir! ¡Cruz perro maldito! Seguimos el sendero que nos va llevando justo por la parte más alta del acantilado y encima de nosotros Los Llanos de Méndez, la verdad es que impresiona un poco, pero se pueden apreciar unas vistas fantásticas. Al llegar a una curva del mismo, después de un rato caminando, se divisa un profundo barranco y al fondo una construcción que está en ruinas La Gordejuela, edificio que antiguamente servía para subir el agua. Seguimos y echamos un vistazo desde el mirador, pasamos el puente del barranco del Patronato o de La Gordejuela y en vez de seguir el sendero, decidimos meternos por el que va al edificio y sentarnos en la escalera a echarnos un tentempié y descansar un poco.
Al cabo de un rato, recogimos todo y aunque el sendero está marcado con un cartel de prohibido el paso, nosotros decidimos bajar por las escaleras bastante pendientes que van en zigzag por la ladera, hasta que llegamos al viejo edificio. Entramos en él y le echamos un vistazo, está en ruinas y se encuentra en el mismo acantilado, tiene una fantástica vista de la playa de La Fajana. Atravesando la casa y bajando unos escalones, aparece un sendero que baja hasta la misma playa pero es peligrosísimo. Decidimos seguirlos con mucho cuidado hasta que llegamos a unas escaleras destrozadas, con unos tubos oxidados, restos de un pasamano, los peldaños de la escalera estaban medio tapados por la gravilla desprendida de la roca y de esta manaba aguas negras. El vértigo que produce este lugar es muy fuerte, el pánico nos abordó dé tal manera que nos impedía movernos. Decidimos retroceder, porque vinimos para pasar un buen día y no a perder la vida, puesto que no somos unos suicidas. Volvimos sobres nuestros pasos a La Gordejuela y por supuesto a subir las empinadas escaleras, pero ¡Me cago en la leche! ¡Qué rapidito bajamos, pero que despacito subimos!, Desde aquí abajo parecía que no tenía fin.
Una vez arriba, cansadísimos de la maldita escalera, cogimos el sendero principal que luego se convertía en una pista ancha que subía dando vueltas. En una de estas, girando a la derecha, se pasa junto a una casa, una finca de plátanos y una cancela hueca nos cerraba el paso, bueno esto es un decir porque la verga solo estaba formada por un marco de tubos que no nos impedía pasar, solo a los coches. Seguro que fue comprada a plazos y solo debían haber pagado el primero.
Continuamos por el sendero y éste daba a otro muy bien preparado con baranda de troncos, que bajaba a la playa de La Fajana, y por este nos metimos. Aunque Merci y Loe se quedaron en una especie de rellano que parecía un mirador. Ari y yo seguimos bajando por el sendero, esta vez en escaleras, hasta que nos encontramos con una desviación por la izquierda, tapada por unos cañaverales que en pocos metros nos llevó hasta la boca de entrada de un túnel, cuya boca no tenía más de un metro. Pues encendimos una linterna y como intrépidos aventureros, por ahí nos metimos. Dentro del oscuro túnel era ya más ancho y alto que yo o sea muy cómodo para pasar caminando y no te daba sensación de claustrofobia. De las paredes y techos se veían callados de la playa mezclados con arena, el túnel puede tener aproximadamente unos veinte metros de largo y al final hace una “L” dando hacia un costado de la playa de Castro, justo debajo del Fortín de San Fernando. En la playa sólo había una parejita, ¡Dejémoslos tranquilos! Dimos la vuelta, volviendo a pasar por el túnel, aunque también hay un sendero que desde la playa sube a La Rambla de Castro.
Cinco minutos más tarde nos reunimos después todos y subimos por el sendero hasta que llegamos a la Rambla. Un lugar muy bonito que lo están acondicionando. Nos metimos por una pista de tierra hacia la derecha que te lleva a una especie de mirador hacia la playa de La Fajana y por donde podías ver el sendero que habíamos caminado desde el túnel. El lugar no tiene salida y tienes que volver por el mismo sitio, pero nos ocurrió que nos dieron ganitas de cambiar las aguas menos y el lugar es descampado, bueno pues que busca encuentra. Detrás de unos matojos, comenzamos a desfilar uno por no hacia las improvisadas letrinas y en la curva haciendo guardia, al que le tocaba. Acabada la misión, retrocedimos por la pista hasta continuar por la principal hacia los jardines de La Rambla, que están en muy mal estado pero aún así, es un lugar que bien merece una visita sin agobios, viendo cada detalle, como los jardines y paseos, el fortín, la casona, los canales de agua, la playa y por supuesto el camellito que parece que se está dando un baño.
Una vez nos hemos deleitado en esta zona, subimos por el camino real y salimos a los aparcamientos del mirador de San Pedro, descansamos aquí un poquito pues desde aquí se puede apreciar una vista aérea de toda la costa norte. Luego continuamos y pasando el mirador, aparece el antiguo camino real y por él nos metimos, para en primer término admirar la pequeña ermita de San Pedro que vemos a nuestra izquierda, con cierta pena vimos que se hallaba cerrada, aunque por fuera hay unos paneles informativos que tratan sobre su historia. Seguimos bajando la pista empedrada hasta que llegamos a un crece con una palmera en medio, aquí cogimos la pista de la derecha y seguimos bajando, pasando por delante del portón de la casona, ahora desde fuera, su entrada principal, y por nuestro lado izquierdo la finca de San Pedro, con casas particulares. Un poquito más abajo, vemos algo singular, un canal de agua que bajaba por nuestro costado, hacia una curva para después adentrarse en la platanera, pues en esta curva como para aprovecharla mejor, habían hecho antiguamente una pila (pileta o piedra de lavar), es decir, que el agua que los señoritos no aprovechaban para sí, era aprovechada para lavar y luego pasaba a los terrenos como agua de riego. Justo unos metros más abajo, atravesamos un bonito portón con una cruz en lo alto, y seguimos por el camino del Mayorazgo, en el recorrido vemos una huerta con calabazas, unas en la mata y otras puestas a secar para semilla ¡Buen potaje!
En el camino vimos a lo lejos una bonita glorieta, que ya habíamos divisado desde el mirador de San Pedro y seguimos adelante porque vemos que el sendero se dirige hacia esta glorieta, pero resultó que al legar a este punto, vemos que la glorieta pertenece a una finca particular toda amurallada y que el sendero, aunque desde lejos parece que sí, ¡pero no! Este pasa por un lado y hacia abajo bordeándola, es decir que la glorieta queda justo encima de nosotros. De todas maneras vale la pena llegar hasta aquí, esta zona se denomina El Guindaste. Justo aquí donde estamos hay un mirador, por donde transcurre el sendero tipo balcón sobre la costa con una baranda de troncos que te llevan a admirar debajo de nosotros El Embarcadero (o El Remolino) con un par de barcas en las rocas y gente pescando. Este lugar, por lo apartado que está, atrae a muchas parejitas para admirar estos parajes... bueno eso creo yo ¡Qué bonito es el amor! ¡A éste lo conozco yo y esa no es la mujer! ¡Me conoces mascarita! Rodeando la glorieta, saliendo del mirador y siguiendo el caminito, pronto nos sale una veredilla por nuestra derecha que baja hacia el embarcadero y abajo en el charco, otra continua por la izquierda (pero que está en muy mal estado) que te lleva por la costa pasando el siguiente espigón al Charco la Cruz y después por callados a la Playa del Socorro. Pero nosotros por la hora que era, decidimos no seguir y pensar ya en el retorno puesto que faltaba poco para que empezara a oscurecer.
Seguimos la vereda del mirador hasta que llegamos a un paso-túnel que nos llevo a la Rambla del Mar, donde enseguida recordé que aquí veníamos de solteros Merci y yo a ver el paisaje... ¡Sin comentarios! Subimos por la bonita alameda entre fincas de plataneras y mostrándonos el camino dos hileras de naranjos, que nos llevó hasta la hacienda de Las Chozas, donde había dos preciosas y antiguas casonas. Pues en una de ellas en un gran pasillo - balcón de madera, que ocupaba todo el ancho de la casa, había un perro que no paraba de ladras pero que estaba inmóvil, sin moverse del sitio, expectante del dueño que se subía en el coche y vigilándonos a nosotros ¡Buen perro! Seguimos subiendo por la carretera hasta llegar al cruce que baja hacia la playa del Socorro, con pena por no seguir porque ya era tarde, pero ya habrá más días. Subimos pasando el túnel por debajo de la carretera general del norte y en un minuto estábamos en la parada de guaguas en la carretera, donde había un pibe, que vendría probablemente del Socorro, con una gran tabla de surf.
Cogimos la guagua que venía de Buenavista por Icod, pero el pibe tubo que esperar a la guagua siguiente, puesto que esta venía a tope y no había sitio para la tabla ¡Pobre pibe!, Tampoco había para nosotros que tuvimos que ir de pie, menos yo que veía cargando todas las mochilas. Y así pasamos un día agradable con algunos sobresaltos y muchas emociones.
Sábado, 9 de noviembre de 2002
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