“Tres Senderos por el precio de uno”
¿Hay
quien de más?
Hoy se celebra el “día de todos los Santos”, para los más tétricos “El día de todos los muertos”, y como señala el dicho “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Nosotros lo celebramos marchándonos de excursión. Esta vez tenemos pensado ir en guagua hasta Chamorga y desde allí ir caminando hasta Roque Bermejo, con una duración aproximada de cuatro horas ida y vuelta. Anteriormente habíamos querido hacer esta ruta pero hasta hoy no habíamos podido hacerla.
Pues no se porque razón, el destino parecía que no quería que fuéramos allá, como siempre ocurre; porque cuando solo en el silencio de la madrugada, tomando el primer café (el chachi y verdadero), verificando el horario de salidas y llegadas de la guagua – micro, aparecen unos símbolos que indican que este servicio no se presta ni los domingos, ni festivos ¡Me cago en la leche! Pero según el dicho: “El que la sigue, la consigue”. La solución es coger la guagua de Taganana que sale a las siete y cinco; pues a todo meter porque eran aproximadamente las seis de la mañana, toqué la diana para levantar a toda la tropa y en media hora estábamos listos. ¡Pobre Trufo!, otra que te pierdes, pero “no posible”, hasta que en el transporte público admitan a los perros.
Cogimos la primera guagua que pasó (Güimar/Sta. Cruz), nos bajamos en la parada frente al Corte Ingles y corriendo al mercado a buscar el pan... y el dulcito, pero solo las floristas eran las que estaban haciendo el agosto, el resto de los puestos estaban cerrados, y es que no nos acordábamos que era fiesta. De suerte que en la calle lateral del mercado, justo por encima la que se dirige a la autopista, hay un horno de pan, que por cierto fue gracioso porque una de las dependientas nos contó algo enfadada, que el día anterior alguien les había robado el aparato con la cinta adhesiva, y por eso, no nos podía atar la bandejita de dulces. Bueno ya teníamos el pan (los dulces los llevábamos ya puesto) pues rápido a la estación, porque ya eran las siete menos cinco.
En el trayecto a la estación, nos tropezamos con dos típicos maracas zumbados, hartos de fumar y no precisamente cigarros, queriendo bacilar preguntándonos por unas llaves, que parece, habían perdido. La respuesta fue sencilla y fácil: “Creo que en el fondo del mar, matarile”, cada loco con su tema. Llegamos a punto de salir nuestra perrerita, puntual ella como siempre; aunque hay quien dice lo contrario. En la guagua subimos, el chofer, un señor, un senderista (por la pinta que llevaba) y nosotros; ya en San Andrés subieron dos personas más. Al chofer le dijimos que nos dejara en la entrada del túnel de Taganana, y así lo hizo.
Comenzamos a subir el sendero al Bailadero, pero esta vez, debido al cambio de hora de hace pocos días, parecía distinto, pues las veces anteriores lo hicimos todavía de noche y hoy ya había amanecido y se veía de otra manera. Una vez arriba comenzamos a caminar hacia la derecha, dirección a Chamorga, hasta que pasados unos quince minutos con encontramos por el lado derecho una vista de San Andrés y por el izquierdo Almáciga y un poco más adelante en este mismo lado unos escalones de piedra que subían a un sendero paralelo a la carretera y una barandilla pequeña un poco oxidada.
Este sendero es el del Pijaral, que se va internando en el monte y de momento se veía que subía a un montículo. Seguimos este sendero y al poco rato apareció otro por la izquierda, pero nosotros continuamos recto y subiendo pero a los pocos minutos, vemos que el sendero desaparece, nos dimos cuenta que íbamos mal y volvimos sobre nuestros pasos y volvimos a la encrucijada (ahora a la derecha) donde había un pequeño llanito y ahí mismo comenzaba un sendero que bajaba, encontrándonos por el camino escalones de piedra, algo resbaladizos por la humedad y el musgo. El sendero discurre cerrado, todo cubierto por la laurisilva, y no tiene nada de monótono, pues a veces nos encontrábamos ramas de árboles caídas que daban la impresión que el sendero terminaba, pero saltando las ramas aparecía otra vez, a veces la propia maleza invadía el sendero. También es una zona en la que encontramos muchas píjaras (helechos gigantes), que nos hizo recordar el bosque de Los Tiles en La Palma.
Este sendero corta unos cuantos kilómetros de la carretera general y vuelve a incorporarse a la misma. Un poco más adelante aparece el parque recreativo de La Ensillada, que la misma carretera lo divide en dos: la zona de acampada a la izquierda y arriba y la zona de las mesas, fogones y los chorros abajo a la derecha. Pues en este lugar hicimos la paradita para desayunar en una mesa cerca de un chorro de agua y... Manos a la obra: rico bocadillo de salchichón, con quesito porción y agüita del mojón, ¡Qué vacilón! Una vez ya inmersos en la faena, aparecieron cerca de nosotros unos pájaros que primero se posaron en unos árboles cercanos a nosotros para investigarnos y ver nuestra reacción, luego poco a poco al olor de las viandas, se iban acercando, aunque con cautela hasta llegar cerca de nuestros pies para picotear las pocas migas que caían al suelo de nuestros bocadillos, una verdadera gozada, en ningún cine hubiera visto una escena igual y tan insólita ¡Fantástico! Luego, una vez habíamos terminado, llenamos las botellas de agua del chorro, que por cierto estaba heladísima. Echamos un vistazo para que no quedara huella de nuestro paso por aquí y... Carretera y manta que se nos escapan los perros.
Continuamos caminando por la carretera, hacia la derecha, metiéndonos por todos los atajos que nos salían al paso y que cortaban bastante camino, algunos tenían unas pequeñas pendientes algo resbaladizas, otros muchos, muchos y muchos más escalones; por uno de estos senderos atravesamos el cauce de un barranco con cañaverales y otra vez a la carretera. Un poco más adelante nos encontramos a la derecha una pista que va al cementerio y al principio de la misma un sendero y un cartel que ponía Igueste 1h. 45’; en ese momento, se me encendió la bombilla de las ideas malvadas y echando un vistazo de reojo y con una sonrisa maquiavélica continuamos carretera adelante. Poco después nos sale al encuentro una carretera que va al Lomo de las Bodegas, pero nosotros ni caso, cogiendo resuello para atacar una subida que llega al túnel donde en lo alto del mismo se encuentra el caserío de La Cumbrilla. Por cierto pobre de la gente que viva aquí sobre todo cuando tienen que subir algo a sus casas.
Pasamos el túnel y comenzamos a bajar, también cortado camino, hasta que en el último atajo pasamos junto a una casa que la vereda la bordeaba que aunque había letrero, el camino había sido cubierto por la maleza y había desaparecido. En ese momento salió el dueño de la casa y se puso a hablar con nosotros, entablando una conversación – paliza (nuestros pobres maguitos muchas veces están tan solos y aislados que cuando cogen a alguien no lo sueltan). Bueno pues gracias a él, nos enteramos de muchas cosas, sobre todo de un par de senderos buenos. Uno de ellos el que íbamos a hacer a continuación. ¡Gracias maestro!, Que Dios se lo pague porque lo que es yo, no tengo ni un euro (antes un duro). El señor nos dejó pasar una vereda de su propiedad y en dos minutos estábamos otra vez en la carretera, cinco minutos más tarde, por fin llegábamos a la plaza de Chamorga. La ermita estaba abierta, era pequeñita y dedicada a la Virgen de la Concepción, pues entramos a curiosear como buenos hurones y después de presentar nuestros respetos, solicitar la bendición y la petición de que nos acompañara, salimos a sentarnos a descansar en los bancos de la placita.
Más tarde seguimos el camino hasta llegar hasta la Venta-bar de Álvaro, donde por fuera de éste, preguntamos a un chico ¿Dónde comenzaba el sendero al faro de Anaga por la cumbre? Y el muy cabroncillo debe ser que tenía el día muy guasón, que nos indicó que se accedía por una pequeña pendiente empedrada que nos encontraríamos bajando a la izquierda, al principio del camino a Roque Bermejo. Este era el sendero que inicialmente veníamos a hacer, bajar y subir por el mismo sitio. Agradeciendo la información continuamos y llegamos a la última casa donde empieza el sendero a la playa, en una curva, donde había una subidita de piedras, pero esta daba a un corral de cabras, al lado de la casa. ¡Adiós coño! ¡Ya el conejo me riscó la perra! Esto no podía ser la veredita. Pues continuamos bajando hasta la siguiente curva unos cincuenta metros más abajo, pero no había ninguna subidita que accediera al sendero principal. Más al echar un vistazo hacia la montaña, veíamos el sendero que la subía y que precisamente pasaba un poco por encima del corral de cabras. Además cuando mantuvimos la conversación con nuestro magito, veíamos como subían el sendero un par de extranjero (eso se nota por la pinta) y después a un grupito familiar. Pues como buen "tauro", a cabezudo no hay quien me gane, cuando dijo “por ahí me meto”, es que lo hago, sin importarme las consecuencias. Dije a las chicas que esperaran y retrocedí el camino, luego subí la pequeña pendiente rodeando el corral y subí trepando unos metros entre tabaibas y ahí mismo estaba el sendero, que resultó comenzaba justo a la izquierda del bar para luego rodearlo por detrás y seguir hacia la cumbre... ¡El muy hijo de su madre! ¡Putaditas a mí! Bueno pues, dos silbidos a las chicas, ayudita para subir por el corral y todos al camino correcto, fuerza en las patas y a subir que es lo nuestro, dejando detrás los enfados.
Este sendero sube por las faldas del Roque Bichuelo y se dirige a la cima, hacia una roca en forma de oso (bueno aproximadamente) es el Pilón, que se puede rodear y desde donde dominando la zona, se tiene una vista de Chamorga, el barranco de Roque Bermejo, las montas que rodean al caserío y frente a nosotros en la otra loma, el caserío colgante de La Cumbrilla con el túnel debajo. Seguimos el sendero por la izquierda y bajando un barranco para después subir por la otra ladera, esto se llama el Paso de la Burra. Seguimos subiendo por la pendiente un poco más fuerte con un poco de sol y más tarde unos escalones de piedra ¡Con lo que nos gusta a nosotros! Ya en la cima se divisaba al frente y abajo una casa abandonada, un poco en ruinas. Nos dirigimos por el camino hacia ella, perdiendo de vista a Chamorga, por la izquierda nos encontramos con un sendero que va a La Cruz del Draguillo.
Continuamos hacia delante y llegamos a Las Casas de Tafada (aunque yo solo vi una) que rodeamos y seguimos con nuestra veredita, hasta llegar a una pequeña explanada el Lomo de la Cruz, y que sorpresa nos esperaba, más fantástica, espléndida, maravillosa, sublime, colosal, insigne... (Creo que me he pasado un poco, ya no quedan más calificativos en el diccionario de sinónimos). Una vista nos deleitaba y nos dejaba mudos. A nuestra izquierda muestra los Roques de Anaga: inmensos y majestuosos, tan cercas que parecía como si los pudiéramos tocar. A nuestros pies el mar y la costa de Las Breñas, y a la derecha frente a nosotros abajo, el faro de Anaga, nuestro querido farito, chiquito sobre una edificación pero orgullo y matoncillo él; se dice que es el más potente de toda la isla, pues tiene un alcance lumínico de aproximadamente treinta millas marinas. ¿Quién lo diría?
Por delante de nosotros a lo lejos iba una familia de cuatro miembros, como nosotros y de una forma un poco rara, se entablo una especie de carrera sin premio, para que no les alcanzáramos y ser los primeros en llegar a ninguna parte. Pero los alcanzamos y pasamos sin acelerar el paso y desde luego sin ningún ánimo de ganar nada.
Continuamos el camino y luego la vereda bajaba a la izquierda y seguía de frente un pedazito. Nos metimos aquí y los atletas nos adelantaron, seguimos unos metros y... ¡Vaya una vista compadre! En el cauce del barranco unos estanques vacíos, el cauce del barranco mismo y Casas Blancas. A nuestra izquierda toda una panorámica del caserío, de la playa y el Roque Bermejo y por supuesto nuestro farito.
Volvimos al sendero principal y seguimos bajando, luego ya casi en el faro, nos sale por la izquierda un sendero que va hacia Las Palmas... ¡Sí! ¡Sí! ¡Que no estoy loco! Las Palmas pero de aquí, las de Anaga. Ahora mismo nos encontramos en una de las esquinas del faro junto a la alambrada y echando un vistazo al edificio, vemos una fila de placas solares ¡Ay! ¿Quién pudiera agarrar al menos una para darle por saco a Unelco y su tendido? (que no el de la ropa). Seguimos bordeando la alambrada que nos lleva justo a la entrada del edificio del faro, y a partir de aquí comienza a descender un camino carretero ancho y empedrado que nos lleva hasta la Quebrada que es el cruce que viene de la playa y sube hacia Chamorga. Un poco antes, adelantamos a los atletas, porque se pararon en medio del camino a echarse un "tentempié”. Bajamos hacia la encrucijada de caminos y para la playa. Por el camino nos encontramos un señor mayor en una finca, que posiblemente estuviera trabajando en el terrenito, pues tenía un motor de energía en marcha, saludito de rigor y caminito adelante.
Más abajo, nos sale una entrada que va a una ermita en mal estado y una casa. Es el caserío de Roque Bermejo continuamos bajando y en un minuto llegamos a las casas de la playa donde hay un pequeño bar. Atravesando las casitas te encuentras ya en la playa; pequeña, tranquila, solitaria y paradisiaca. Hoy el mar está tranquilo, de todas formas el pequeño dique natural creo que apaciguará la bravura de nuestro mar del norte. La playita es de arena negra y unos pocos callaíllos, en contraposición con el Roque Bermejo, un gran peñasco de color rojo en el mar, único nexo del mar con la playa, cual soldado defendiendo su fortaleza. De este lugar ¿Qué más se puede pedir? Si es un remanso para los Dioses. Cuando entramos en la playa, solo había dos extranjero en un lateral. Fuera los zapatos, pantalones remangados y a remojarnos los dátiles. ¡Ah! ¡Qué delicia! Y que descanso para nuestros pies, nos quedamos con los pies en remojo, como los garbanzos, un buen rato. Todos menos Merci que ya empezaba a tener problemas con los pies y se quedó sentada descansando. Un poco más tarde aparecieron los atletas para darse un buen chapuzón.
Una media hora más tarde, ya los pies frescos, casi arrugados y descansados; a ponerse los calcetines y las botas, pero... ¿Cómo estaban esos calcetines? Pasaron de un color blanco polar a un color marrón oscuro tirando a diarrea de montaña que bastante difícil será que recuperen su color natural, ni en remojo quince días en blanco nuclear.
Bueno en fin recogimos todo y, carretera y manta que se nos vuelven a escapar los perros. Comenzamos a subir el sendero hacia Chamorga, dejando atrás Roque Bermejo ¡Oiga! ¡Buena playita! Se merece que pase uno todo el día en ella y disfrutar de un buen amanecer, pero otra vez será ¡Qué pena! Seguimos subiendo pasando junto a la ermita y la casa que ahora se oía gente y se olía a comida. De esta casa se dice que hace unos años se instalaron como “ocupas” unos jipis ¡menudos unos tenderetes de maripilis, maripepas y mariguanas!, Seguimos y aún se oía el motorcillo funcionando pero esta vez no vimos al viejillo. Llegamos al cruce de caminos y seguimos rectos subiendo. En las huertas abandonas a la izquierda habían casetas, unas tres casetas, ¡Qué suerte! Esta gente tiene que estar disfrutando de unos amaneceres y atardeceres impresionantes.
Pasamos por cañaverales y algunas casas en ruinas (Casas Blancas) y seguimos por el sendero subiendo el barranco y con sol, a eso de las dos y media de la tarde ya resultaba algo pesado, ya las chicas acusaban en sus rostros el cansancio después de algo más de una hora, por fin divisamos las primeras casas de Chamorga (sobre todo la del corral de cabras). Hicimos una pequeña parada en la plazita para coger resuello y después continuamos carretera arriba en dirección a La Cumbrilla y al túnel pues ya eran sobre las cuatro y media de la tarde y no queríamos que se nos hiciera tarde pues, por un lado Chamorga está a unos catorce kilómetros del Bailadero y por otro lado el cambio de hora, hace que oscurezca antes y ésta vez no teníamos linterna, ni fósforos. Esto era algo que me venía rumiando en la cabeza, pero no dije nada a las chicas.
Pasamos el túnel y comenzamos a descender la carretera pasamos el cruce de Lomo de las Bodegas y comenzamos a subir, encontrándonos con grupitos de mujeres que bajaban caminando que seguramente, al ser el día de los difuntos, vendrán del cementerio de La Punta. En unos diez minutos llegamos a la degollada de la Piedra del Haya, donde a la izquierda empieza la pista hacia el cementerio, aquí había dos coches y algunas personas y un tufillo a muerte algo fuertito, pero mirando a los que allí pasaban, bien vivos que estaban. Pues justo aquí a la derecha comienza el sendero hacia Igueste, el que habíamos visto por la mañana. Ya eran las cinco de la tarde y a la pregunta ¿Por donde vamos? ¿Por el sendero del Pijaral al Bailadero y después bajar al cruce del túnel de Taganana aproximadamente de dos a tres horas, con lo que tendríamos que esperar a la guagua de las nueve y media de la noche? o ¿Por el sendero a Igueste unas dos horas aproximadamente y coger la guagua de las siete y media? Pues con lo cansado que estábamos la decisión fue unánime ¡Por Igueste!
Entramos en el sendero y justo aquí, descubrimos de donde venía el olor a muerto, a la izquierda del primer escalón había una bolsa cerrada con su inquilino dentro (un perro muerto) ¡Desde luego, hay gente para todo! En vez de enterrarlo... Bueno seguimos. El sendero es cómodo, aunque tiene unos tramos que te pueden confundir por el cruce de otras veredas, pero tiene unas vistas espectaculares. Comenzamos a bajar atravesando el Salto de Ijuana, por el barranco del mismo nombre. Luego subimos y pasamos por una casa cueva, muy usual en estos lugares, es El Granel y seguimos hasta una cima para luego bajar por el sendero al Barranco de los Tabordos, donde en el mismo cauce, nos encontramos con una casa rodeada por una alambrada metálica, la bordeamos y seguimos subiendo hacia la cresta de la montaña, casi llegando arriba ya se podía ver una vista impresionante del barranco de Ijuana.
Aunque íbamos bien, Merci ya venía un poco hecha polvo, debido a una de las botas que le hacían daño en un pie, pero seguimos no nos podíamos quedar aquí mucho rato ni retrasarnos, el tiempo iba en nuestra contra. Una vez llegamos a la cima, en la degollada, seguimos caminando por la cresta hacia un caserío que se veía al frente y que estaba deshabitado ¡Cualquiera vive aquí! ¡Socorro!, Es el caserío de Las Casillas. En esta zona se podía apreciar una panorámica del valle de Igueste a la derecha y por la izquierda el profundo y bonito barranco de Ijuana. En las laderas de este barranco había un rebaño de cabras pastando y un cabrero que les silbaba, aunque no pudimos verlo; seguimos hasta la siguiente degollada, por un lugar un poco peligros con escalones algo resbaladizos, al llegar a la misma, ya se divisaba el barranco de Antequera y pasamos de este ladera a la del valle de Igueste. Por esta ladera del barranco había otro rebaño de cabras que nos acompaño un poco de lejos hasta medio camino, pero pegaban unos saltos por los riscos que en un momento se ponían en mitad del barranco ¡Ay! ¡Quién fuera ahora mismo una cabra!, Para poder moverse uno tan rápido.
Comenzamos a bajar por Hoya Lenor (o Leonor) y Los Avales, hasta que llegamos junto a un poste, creo que de teléfonos y nos encontramos un sendero donde terminaba el nuestro y dos carteles ecológicos (dos piedras alargas escritas en color rojo) que ponía a Las Casillas, señalando por donde veníamos y el otro ponía Antequera, señalando hacia la izquierda y subiendo, pues nosotros por la derecha y bajando. Ya comenzaba a poner el sol. Merci ya se encontraba bastante mal, que por el sufrimiento de los pies, tenía fatigas y tuvo que tomarse dos analgésicos, pero bien. En el cauce del barranco, pasando un lomo, ya se veía una carretera y unas casas, es el caserío de Lomo Bermejo y hacia la izquierda al final de la carretera las casas de Igueste.
En una de estas mirando al piso, cosa rara y que no se enteren las chicas, porque siempre las obligo a caminar mirando al frente, me encuentro una especie de peina o peineta de color blanco un poco raro, al preguntarle a Ari, si se le había caído, me contesto que no fuera tan cochino y que me dejara de vacilones, pues era parte de la dentadura de un perro o una cabra. Un poco de humor en estos momentos creo que es bueno.
Media hora más tarde llegamos al asfalto en Lomo Bermejo, sería cosa de las seis y media de la tarde aunque se podría decir, de la noche porque ya estaba oscuro y menos mal que llegamos, por dos razones: no bajaríamos el sendero a oscuras (cosa muy peligrosa) y otra que al caminar por un lugar liso, Merci encontraría algo de alivio para sus pies.
Comenzamos a bajar por la pista a oscuras, bueno más bien en penumbra, porque se veía algo por donde caminábamos, hasta que unos veinte minutos mas tarde llegamos a la mitad de la curva que forma la carretera de Igueste, ya en el mismo pueblo y justo frente a la parada de guagua. ¡Por fin habíamos llegado! Llegamos muy bien sobre las siete y diez de la noche para coger la guagua de las siete y media y llegó puntual nos subimos y para Santa Cruz.
Durante el recorrido empezamos a mirar dentro de la guagua, por ver si ésta llevaba algún herido muy grave o si se había declarado algún fuego o quizás la esposa del chofer estuviera pariendo; porque nos llevó por todo el camino a todo meter, que ni las curvas las veíamos, solo notábamos que allí estaban por el vaivén de nuestros cuerpos, parecíamos extras en la película de Indiana Jones, haciendo las escenas de las vagonetas descarriladas ¡Qué fuerte mi hermano!
Al llegar al barrio del Suculum, vimos mucha gente apoyada en la valla, mirando hacia la otra ladera del barranco, parecía que había ocurrido un accidente, pero no fue así; por la carretera al Bailadero, se estaba celebrando pruebas cronometradas del rallie Isla de Tenerife. Después de unos pequeños atascos en San Andrés por el rallie, continuamos a todo gas hacia Santa Cruz, me pregunto si ¿No estaría el chofer participando en el rallie? Tanto fue el meneillo que empezamos a marearnos un poco que hasta Merci estuvo apunto de estallar una piñata que tenía en el estómago, de lo mal que se encontraba. Rápidamente decidí bajarnos en Valleseco y ¡menos mal! ¡Vaya tío!, Se le notaba que era el último recorrido que hacía y tenía prisa por marcharse. Es la primera vez que le deseo y le brindo un tormazo en todo el campanario del aprendiz de chofer.
Una vez nos bajamos de la guagua, ya sin el mareíllo pero aún con la fatiguilla en el estómago, seguimos caminando por la nueva avenida, desde nuestra querida playita hacia Muelle Norte, hasta que la pasar por la gasolinera, vemos el cartel de “Kalise”, vamos Loe y Yo y compramos unos cornetos, que por cierto cuando íbamos a cruzar la carretera venía a toda velocidad un coche de carreras que pegó un bandazo que parecía que se nos venía encima y nos asustó. Bueno pues con el susto y todo nos mandamos los helados ¡Qué buenos estaban a las nueve de la noche!, Lo que teníamos no era fatiga sino hambre. Después ya llegamos a Muelle Norte cogimos la guagua y felizmente llegamos a casa.
Creo que esta vez me pasé con la excursión pues estaba planeada de Chamorga a Roque Bermejo, ida y vuelta aproximadamente unas cuatro horas, pero fue interesante y volvería a repetirla... aunque pensándolo mejor ¡Más nunca!
Viernes, 1 de noviembre de 2002
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