domingo, 6 de julio de 2003

19 De La Esperanza a Las Lagunetas

 

“…. como dos viejitos enamorados”

    Ya hace un tiempo que por una razón u otra, no podíamos salir de marcha pero ayer sábado, nos fuimos los dos viejitos (según las chicas) a dar una vuelta por los Silos y aproveché para ver los itinerarios de un par de senderos interesantes. Luego subimos al municipio de El Tanque por su famosa carretera de curvas para salvar la altura del acantilado de La Culata. Bueno pues subiendo por la misma, vimos que ésta era cortada en varios tramos por un sendero muy bien acondicionado y que en algunos puntos tenía sus miradores, con barandas de troncos sobre los que se apreciaban unas interesantes vistas de la isla baja. Ya en El Tanque nos dirigimos por la izquierda hacia el restaurante – mirador con su impresionante vista de Garachico. Después bajamos por los barrios de Genovés y Las Canales (famoso por los hachitos, en la víspera de San Juan) hasta llegar a Icod de los Vinos y de aquí para casa.
    Hoy Merci y yo estamos solos con nuestro Trufo porque nuestra descendencia se ha ido a pasar unos días con el tío Toñi y sus adjuntos, ya que la abuela se había ido a pasar unos días al Hierro. Así que la casa está vacía y sorda. Me estoy viendo pasar un domingo más, encerrado cual lánguido pájaro, atiborrado de televisión a la espera de la caída de la hoja, pero tengo el alma de capirote que necesita la libertad de su entorno para sentirse alegre y feliz, así que hay que buscar una solución. Una de estas tardes pasadas, ordenando viejos recortes de periódicos sobre excursiones, mi vista se clavó en uno de los artículos que de una manera vaga y efímera, me hizo recordar con el color sepia de una vieja fotografía, unas imágenes de una caminata que de niño realice, y me hizo ilusión volver a rememorar aquellos pasos.
    Así que dicho y hecho, hoy es el día indicado para hacerlo. Con todo preparado, cogimos al Trufo y al coche. Después compramos nuestro panito, y a eso de las nueve estábamos en la autopista. En unos veinte minutos nos encontramos aparcando en una fuerte pendiente a la derecha de la plaza del antiguo ayuntamiento de La Esperanza. Mochila en ristre nos pusimos en camino y nos dirigimos a la placita donde comienza el bosque, lugar muy conocido por mí ya que hace bastante tiempo, muchos domingos hemos echado el día aquí la familia. En esta placita estaban montando un templete pues muy pronto serán las fiestas y la romería del lugar.
    Subimos las escalinatas para encontrarnos en el principio del Bosque del Adelantado, listos para comenzar nuestro recorrido. Aquí me di cuenta que no está como antaño, ha habido algunas obras para mejorar el entorno. Comenzamos a andar por el sendero, adentrándonos en el bosque y después de pasar el barranquillo a través de dos puentes, desembocamos en la curva de una pista asfaltado que contorna el bosque por ambos lados. Seguimos de frente por el sendero que enseguida gira hacia la izquierda pasando junto a dos casas en ruinas y que viene a desembocar en la calle Grano de Oro. Esta calle es una buena pendiente y mejor se va a poner. Buen ejercicio para empezar a calentar los músculos.
    A medida que vamos subiendo, nos vamos quedando embobados admirando los frondosos poyos de flores de las fantásticas casas y los frescos patios, cubiertos con parrales con su mesa y sus sillas, para el descanso y con unas vista de toda el área metropolitana. Que agradable tiene que ser vivir aquí, sentados en uno de estos patios o simplemente asomado a una de las ventanas de las casas, cara hacia la bahía, y justo antes de que empiece a amanecer, acomodarte deleitando ese primer café, viendo a lo lejos las mortecinas luces de la ciudad y en el cielo, al vigilante lucero de la mañana que, como cada día se despide de nosotros con un buenas noches, en contrapunto con la tenue y sutil paleta de colores que va dibujando nuestro rezagado astro cada día, para señalar el sendero por donde enseguida asomará su rostro, nuevo y radiante, dándonos los buenos días. ¡Qué momento más apasionante!.
    Bueno dejemos de seguir delirando y continuemos con nuestra ruta de hoy. Pasamos junto a la casa de Artemio ¡Adiós Adela! Y un poco más arriba donde se suaviza la pendiente, llegamos a una glorieta con una encrucijada de caminos, Las Cabezadas. Continuamos de frente subiendo por una pista algo pendiente, pero no tan fuerte como la anterior y muy agradable. Para aliviarnos un poco de la fatiga del esfuerzo, nuestro amigo y aliado Eolo, comenzó a soplar hacia nuestras caras, una fresca brisa mañanera con aromas de eucalipto mezclado con brezo y codeso, que nos hizo más llevadera la subida. La pista enseguida se suaviza y después de terminar el asfalto nos encontramos con el principio de una pista de tierra y una casa situada a la izquierda con un rotulo que decía: Camino el Madroño – Las Goteras. Saludito al perro que muy alegre nos da la bienvenida o… ¿Quizás nos invita a que sigamos de largo? No sé, así que ¡Hasta luego Lucas!
    Al poco tiempo oímos un ruido de un motor, era un furgoncito que llevaba a tres lugareños que, por el aspecto y por los aperos que llevaban, iban a pasar un domingo de manera muy distinta a la nuestra, saludito y a seguir andando el caminito. Por el recorrido, a medida que vamos subiendo, nos vamos encontrando varias veredas a derecha e izquierda, hasta que llegamos a otra encrucijada de caminos donde aparecen varios letreros; T.M. El Rosario, T.M. Tacoronte, de frente Pista el Rayo... Enseguida nos vino a la memoria otra excursión que hicimos de novato y la más larga que hemos realizado hasta ahora. En este punto cogidos una pista que sale a nuestra izquierda y que sube paralelo a la alambrada de la finca del Cabildo. Un poco más adelante nos encontramos a nuestra izquierda una pista asfaltada que mirando su recorrido, te lleva a un lomo donde hay varias antenas. Pero nosotros seguimos recto subiendo. Poco después se acaba la alambrada y un poco más adelante llegamos a un cruce en forma de T, tomamos hacia la derecha y seguimos subiendo de manera moderada. Y aunque ya comienza a calentar el sol, vamos por zona algo cubierta por árboles y a nosotros nos sigue acompañando la fresca brisa que nos regaló nuestro amigo.
    Por todo el trayecto veníamos a modo de juego, tirando a los lejos un palito para que Trufo hiciera un poco de ejercicio, que buena falta le hace, pero llegó el momento en que se cansó de tan monótono juego, pues le lanzabas el reclamo y se quedaba mirándolo y luego se giraba mirándote fijamente que parecía que te decía “Oye, ¿por qué no vas a buscarlo tú? ¿Quién puede saber lo que puede pensar un perro?
    Después de un buen rato de camino ascendente, unas veces con paso ligero y otras como en las pendiente, con paso algo más lento pero con alegría admirando el paisaje de estos entornos naturales, llegamos al final de la pista con la unión de la carretera de La Esperanza al Portillo. La cruzamos y seguimos hacia la derecha por un sendero que enseguida va a dar a una pista de tierra. Pues justo entrando en el sendero, me encontré con una gran mata de algaritofe que estaba en flor, con su agradable y característico perfume algo dulzón, aunque Merci dice que apesta.
    Subiendo un poco por la pista de tierra enseguida se divide en dos:
- El ramal hacia la izquierda y después de pasar una valla, caminando unos cinco minutos te lleva al Pico de las Flores, lugar con una rotonda donde antiguamente se celebraban misas de campaña y donde aún quedan reminiscencias de un pasado castrense, pero que vale la pena desviarse un poco del camino y llegar hasta aquí para poder disfrutar de las atractivas vistas sobre La Laguna y Santa Cruz. Este sitio lo conocemos muy bien y buena cuenta hemos dado de las moras de zarza del lugar.
- El otro ramal de la pista, subiendo a la derecha entre pinos y algún que otro eucalipto, te lleva otra vez a la carretera después de andar más o menos un kilómetro
    A los cinco minutos de camino, se nos acerca por detrás un jeep con la cuadrilla de medio ambiente que una vez nos rebasó, después del correspondiente saludo matutino, nos regaló una nube de polvo, que aún tengo el sabor a tierra. Y creo que por el cristal trasero del jeep se podía divisar alguna que otra risita mal intencionada: ¡Gracias compañero por el obsequio!... ¡Hediondos! Ya llegando a la carretera vimos como el todoterreno se incorporaba a la misma y subiendo se alejaba. Una cosa que nos sorprendió bastante fue que por todo el camino íbamos encontrando a nuestro paso, el auténtico y genuino “pastel de monte”, acompañado de su inconfundible aroma que incluso donde no lo veías, se notaba que estaba presente y muy cerca, por lo impregnado que estaba el ambiente. Este pastel de monte lo podías encontrar en toda sus variedad: de vaca, de caballo, de perro; pero la variedad más frecuente era la humana. Esta última normalmente te la encuentras coronada con su flor de papel blanca, como si de una siempreviva se tratara y en lugares muy recónditos y sombríos. ¿Será para que no se marchite dicha flor?
    Cruzando la carretera seguimos una pista casi inapreciable que poco a poco iba subiendo hacia un lomo a la izquierda, y que va paralela a la carretera. En ciertos momentos, se veía la misma a unos cincuenta metros bajo nosotros, es decir, que pasabas por un pequeño desfiladero, tal es así, que vimos cortado un joven eucalipto que se atravesaba en nuestro paso y que en muy mala posición, apuntaba hacia el desfiladero, de suerte que estaba enganchado, pero que un simple golpe lo haría caer ladera abajo sobre la carretera, con el consiguiente peligro si en ese momento pasara algún vehículo. Pues pasando rapidito por debajo del arbolito, no vaya a ser que nos arrastre. En este mismo camino, un poco más arriba nos tropezamos con un parroquiano que con saco en mano parecía que recolectaba algún producto de los que nos brinda el monte, saludito y “tira p’arriba”
    Esta pista te lleva otra vez a la carretera, pero como no nos apetece pisar asfalto, seguimos campo a través hasta que en poco tiempo divisamos la casa forestal, señal de que ya habíamos alcanzado nuestro objetivo Las Lagunetas. Habíamos tardado justo unas dos horas en hacer el recorrido, pues eran las once y cuarto de la mañana. Hora de descansar y de dar buena cuenta a dos teleras de chorizo auténtico en las traseras de misma casa forestal. Subimos las escalinatas de la misma, dimos una vuelta por los alrededores como se dice en el campo, huroneando un poco, y me llamó la curiosidad de que las jardineras estaban secas o vacías, solo en una de ellas una pequeña planta de millo te mostraba esperezándose, como despertando de un sueñito, su color verde triunfante, siendo la reina de la terraza. Por otra parte frente a nosotros, pasando la carretera, teníamos un redil con los clásicos fogones que ya estaban siendo alimentados de madera por un par de madrugadores domingueros, y pienso que mejor que sea así, que se encuentren todos juntos en las zonas que el Cabildo ha habilitado para tal fin, así no nos encontramos a esas jaurías sueltas por los montes, con el consiguiente daño para la naturaleza, como dice el dicho: Vive y deja vivir. Hay que ver que con el paso de los años me he vuelvo más crítico y más huraño. Bueno pues siguiendo en el mismo lugar (en el redil) y siendo un poco alcahuete, metomentodo, mientras entablábamos un vis-a-vis con la telera, del redil nos ofrecieron un espectáculo gratis, un desfile de modelo de ropa urbana, es decir, paseando el palmito por la cuadra, un pibe pelado al huevo, con un pantalón al tobillo, una chaqueta y con gafas tipo mosca ciega... ¡Porfa, plis! ¡Fotos no!... ¡Patético!... ¡Ropa de ciudad en un monte! ¡Ay, Dios mío! Cada vez que veo mierda me dan ganas de...
    Bueno después del entretenido ratito, a eso de las doce nos pusimos en marcha y atravesando el llano de Las Lagunetas, seguimos nuestro camino hacia Fuente Fría, porque venir hasta aquí y no llegarse uno a Fuente Fría es como ir a Candelaria y no visitar la basílica, es decir casi un sacrilegio. Por el camino, en la finca de la casa rural de D. Benito, al que no tengo el gusto ni disgusto de conocer, nos vimos a un grupo de chiquillos disfrutando el día, montando a caballo y nosotros “P’adelante, tan campante como el del whisky”. Tenía pensado hacer el regreso por la pista El Fayal hasta las Raíces, luego Las Rosas y desde aquí hasta el centro del pueblo de La Esperanza, pero bajando hacía Fuente Fría, Merci se acordó de la pista El Rayo y propuso que si la encontrábamos donde esperábamos, podríamos hacerla, sobre todo porque nuestro lema es siempre en la medida de lo posible, no repetir senderos que ya hemos hecho, me pareció perfecto y seguimos.
    Bajando apareció el clásico guarro, que cree ser el dueño del monte, pues subía con un jeep, Suzuki a todo meter, levantando una polvacera exagerada. En ese momento nos acordamos de sus ancestros y de la cultura que pudo haber heredado de estos. Llegamos a Fuente Fría pero pasamos de largo, las pocas mesas que posee el lugar, estaban ocupadas y sus respectivos fogones. Aquí dentro de poco habrá que coger número como en los supermercados ¡Que aproveche! Un poco más abajo un forestal que subía solo en su jeep. Tubo que parar porque el Trufo nervioso al oír el ruido del motor y los gritos nuestros para que parara, no sabía en donde meterse, pero nada, agarramos al perro, un saludo y el por su lado y nosotros por el nuestro. Luego nos llevamos un buen susto, porque no esperábamos que por detrás de nosotros bajaran por la pista a todo meter dos o tres ciclistas, que cerca de nosotros pegaron un frenazo ruidoso que nos sobresaltó. Luego un poco más rezagada pero más cuidadosa una pivita que al pasar junto a nosotros saludó y siguió su camino.
    Siguiendo la pista de Fuente Fría, nos salen al paso varias pistas: por la derecha Cabeza de Toro y Salto del Naranjo (que más tarde descubrimos albo) y por la izquierda Pino el Carretón. Llegamos al cruce de caminos que, nos hizo gracia porque había varios letreros que indicaban los caminos a seguir, pero uno de ellos nos llamó la atención porque ponía Plaza de La Paz, pero ¿Dónde estaba la plaza? También vimos con alegría para nuestro cuerpo que la pista que iba de derecha a izquierda cortando a la que bajábamos, era la Pista el Rayo. Hacia la izquierda ya la conocíamos por una equivocación anterior, así que nos metimos hacia la derecha; ya no teníamos que regresar a Las Lagunetas para realizar el itinerario planeado. Enseguida vimos un cartel con T.M. Tacoronte, este tramo de pista desconocido para nosotros, transcurre casi en llano por lugares polvorientos y donde puedes ver volar a las rapaces de Canarias, con total libertad y elegancia que incluso hace que te quedes un buen rato ensimismado admirándolas. También te encuentras gran cantidad de Crestas de Gallo y la bellísima y coqueta Jara. Caminando por esta senda, también te encuentras con varias pistas que confluyen aquí como: Las Helecheras y el Salto del Naranjo, ésta ya sabemos que corta camino sin tener que llegar al cruce para acceder a Fuente Fría; Pista de la Herradura y otras veredas aledañas.
    Continuamos y ya nos encontramos con la valla de la finca del cabildo, aunque un cartel ponía Data de Coronado. Llegar hasta aquí significa que ya estábamos cerca del cruce que habíamos cogido por la mañana, la línea divisoria del T.M. Tacoronte y del T.M. el Rosario. Luego ya solo nos quedaba deshacer todo el resto del camino, hasta la plaza de La Esperanza y de aquí por la subidita hasta el coche, pero esta vez cogimos hacia la izquierda la pista que bordea el bosque del Adelantado y que luego lo atraviesa, pasando luego por delante del bodegón El Bosque y llegando muy rápido al coche. Justo el final fue a las dos de la tarde.
    Ya solo nos queda para completar el día llegar a casa, cambio rápido y bañito relajante en Acapulco. Fue un día completo y muy gratificante.

Domingo, 6 de julio de 2.003

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Domingo, 25 de mayo - Cno. de San Salvador 2025

6ª etapa:      🚶18 Kilómetros Mieres > Oviedo Mieres - La Peña - La Rebollada - El Rollu - El Padrún - Olloniego - Picullanza - Manjoya...