“Ve confiado amigo caminante que el alma de un
senderista asegura tu camino”
Hoy se conmemora el Día de Canarias y a mi entender creo que lo mejor para celebrar este día es introducirte de lleno en la historia, el folclore o en las costumbres populares, para poder comprender nuestras tradiciones, pero no solo hoy sino todos los días del año. Para mi una opción es caminar y sobre todo hacerlo recorriendo los antiguos senderos que conectaban a los dispersos caseríos de nuestra orografía, la cantidad de kilómetros que se andaban y lo difícil que era a veces atravesar los profundos barrancos. Hoy por unanimidad, dentro de varias opciones, hemos decidido hacer una buena y muy bonita caminata. El recorrido previsto parte desde el túnel de Taganana, pasando por El Bailadero, el Pijaral y la excursión de Cabezo de Tejo. Poco a poco vamos cerrando el anillo del parque forestal de Anaga, gracias a mi entrañable guía, que tantos días agradables me ha brindado, aunque aún falta mucho pero no importa, tenemos toda una vida.
Nos levantamos a las seis menos cuarto y después de un tonificante baño de agua fría, celebramos el día con un buen café y un espléndido plátano canario, que mejor forma de empezar el día ¡Qué viva el potasio!
A eso de las seis y media nos fuimos para la parada de guaguas donde cogimos la perrera que venía del Tablero. Esta nos viene muy bien, porque nos deja en el mercado, porque tenemos la intención de comprar el pan allí. Pero por el camino Merci recordó que es fiesta y que probablemente el mercado estuviera cerrado, y así fue. Pero aún nos quedó la opción de un horno de pan que se encuentra en la calle lateral del mercado, a la que ya habíamos recurrido en otra ocasión. Después de comprar el pan, también compramos unos lasitos de hojaldre para el camino, ya que las chicas se habían levantado y sin echarse nada a la barriga, nos marchamos para que no se nos escapara la guagua. Dentro de la dulcería nos tocó el típico borrachito de amanecida, tranquilo y respetuoso, pero un poco pejiguera, aunque solo hubo algún que otro piropillo a destiempo, pero comprensible en su estado. Pasamos del tipo y seguimos nuestro camino.
A las siete y cinco, puntuales salimos en guagua de la estación, junto con dos mujeres que por el atuendo también se iban de senderismo. Una vez en San Andrés, sí subió más gente, alguno conocido de otras veces. Y ¡Vámonos compadre, que se nos hace tarde! Y sobre todo despacito que vienen curvas... Pues creo que hablé demasiado alto, porque en todo el trayecto, parecíamos un jarabe que tiene que sacudirse antes de ser tomado ¡Qué rápido iba el chofer! A Ari varias veces tuve que medio despertar porque el movimiento de la guagua es para ella como un arrorró, pero corría el peligro de esnuncarse, tal es así que medio dormida más de un cabezazo se dio. Aunque tengo que decir que se queda siempre dormida en cualquier vehículo.
Al llegar al túnel antes de comenzar el sendero tuvimos que esperar y descansar un poco en el pequeño parque porque las chicas venían un poco mareadas debido al bamboleo y la rapidez con que nos traía el chofer. A Ari en especial comenzó a dolerle la barriga, pues entre: las porquerías del día anterior en la fiesta del colegio, el ayuno forzoso y el movimiento de la guagua, fraguaron un buen potaje.
Sobre las ocho menos cuarto, comenzamos a subir por nuestro ya conocido senderito. En diez minutos estabamos en El Bailadero. Una vez allí observo junto al restaurante de color verde, justo a su derecha, el sendero empedrado hacia Taganana, señalado con un cartel de madera. Por un momento pasó una idea por mi cabeza “Nuestra próxima caminata” A las chicas se lo dije, que sería la próxima, ante la fantástica vista de Taganana y enseñándoles el empedrado camino de bestias, pero esto será si Dios quiere, en otra ocasión. Comenzamos a subir por la carretera en sentido hacia Chamorga, enseguida nos tropezamos con un edificio que en otra ocasión nos pareció un colegio (aunque en este sitio no tenía ningún sentido) pero que es el albergue rural de Anaga, una construcción del cabildo sobre un balcón hacia San Andrés. Seguimos adelante por la carretera, admirando a izquierda y derecha: Taganana, Almáciga y Benijo. Luego hacia la otra banda San Andrés e Igueste.
En unos quince minutos llegamos al principio del sendero del Pijaral. Aunque el paso por esta zona está restringido al ser declarado zona de exclusión, pero como es temprano y aún no hay nadie, nosotros nos metimos por aquí. También por varias razones:
- Primero porque nos da la gana, ya que pienso que nadie puede cortarnos la libertad de andar por cualquier camino comunal, eso si, siempre sin perjudicar a nadie.
- Segundo porque es un sendero que corta muchísimo el trayecto y te evita la cantidad de curvas que tiene la carretera.
- Y por último y para mí la razón más importante es un sendero del que quedé fascinado desde el primer día que lo hice y aún no sé el porqué. Quizás sea esa aura de misterio y romanticismo que se te pega a la piel, a medida que paso a paso te vas internando en sus entrañas ¡Bueno, me gusta y punto!
A Ari le seguía dando la lata el estómago, pero seguimos adelante. La niña demostraba entereza pero su cara reflejaba lo mal que lo estaba pasando, aunque yo diría que también había un poquillo de teatro.
Esta vez el sendero no tenía tanta humedad como la última vez, pero sigue siendo muy agradable caminar por él, ya vamos identificando cada vez más los árboles y arbustos, algunos ya abatidos sobre el sendero, que te dificultaban el paso. Sobre las húmedas piedras se asentaban los musgos y líquenes que también se acomodaban en las ramas de los árboles, formando cortinillas o pelucas naturales. Y por supuesto los grandes helechos sobre todo el emblema de esta zona La Píjara. Al conocer ya este itinerario, nos resulta mucho más fácil, pues realizarlo solo nos llevó unos tres cuartos de hora.
Una vez en la carretera solo nos llevó unos cinco minutos llegar al parque de La Ensillada, hora ya de descansar un poco desayunar y de llenar las botellas con la riquísima agua de los chorros del parque. Ya aquí podíamos elegir la mesa que quisiéramos porque a esta hora teníamos el privilegio de tener un parque para nosotros solos. Después de renovar todas las energías perdidas, a eso de las nueve y media abandonamos el parque y comenzamos a hacer ya el sendero de Cabeza de Tejo. Para eso cruzamos la carretera y subimos el camino ancho que paralelo a la pista sube por la zona habilitada para acampar, que por cierto está muy bien acondicionada y limpia. Ya me gustaría a mi pasar aquí una noche y a la luz de un candil, ya que la hoguera o fuego de campamento está prohibido, poder echarnos unos cuentos de brujas o de miedo. Rebasada esta zona el sendero se estrecha, pero sigue siendo muy cómodo para caminarlo y muy agradable por los árboles porque vas por monte cerrado.
Al poco rato nos desviamos por una vereda que sube a nuestra izquierda y que nos lleva a la parte alta del roque Chinobre, ese que visto de lejos parece el pecho de una mujer. Este es uno de los puntos más altos de nuestra ruta, el final de esta vereda es una roca descampada con un punto geodésico. Cuando llegamos a este lugar estaba cubierto por la bruma, con mucha pena nos íbamos a marchar, cuando de improviso como si alguien hubiera oído nuestra suplica, comenzó tan fino telón a moverse lentamente de izquierda a derecha, dando comienzo un fantástico paisaje. Una bellísima panorámica del barranco con Igueste a sus pies, luego Taganana jugando al escondite con su roque de Las Ánimas, más cerca Almáciga y Benijo. Aunque cada uno de ellos, enmarcados con suave tisú de neblina que difuminaba el cuadro, como si de una fotografía antigua se tratara, para luego el blanco telón volverse a cerrar, dejándonos solo la visión de los árboles que teníamos delante. Fue una verdadera suerte. Cuando ya nos disponíamos a marcharnos, un pequeño resplandor en el piso, junto al punto geodésico y al borde del risco, nos llamó la atención. Este era una placa que está dedicada a la memoria de un senderista fallecido, y en la que estaba escrita la siguiente leyenda: “Ve confiado amigo caminante que el alma de un senderista asegura tu camino” o algo parecido. Me pregunto si sería él, el que... Bueno mejor dejémoslo así.
Volvimos otra vez a la encrucijada de caminos en el sendero principal, donde en ciertos puntos había un fuerte olor que dicho finamente, sería como una especie de putrefacta humedad, pero que a alguna de la compañía oí decir: ¡Fos coño! ¡Fuerte pestazo a mierda! Y seguimos adelante. Cinco minutos más tarde, nos sale por la derecha un sendero que baja y que te conduce por el monte de Las Chamuscadas, pues por aquí será nuestro regreso. Proseguimos nuestro camino hasta que llegamos a un pequeño llano, que según mi querido librito, es un antiguo calvero, usado para hacer carbón vegetal, es el Llano de Cha Mariquita. Aunque el llano si estaba, nosotros no pudimos apreciar el calvero o lo pasamos sin darnos cuenta. Así que continuamos y enseguida llegamos a una roca que invade un poco el camino y que era un poco más alta que nosotros. Junto a ella aparece el mojón MP-37, es la Piedra Jurada. A ella la rodea una vereda muy estrecha que en un claro, como el que se asoma a una ventana, te deja ver la costa de Benijo, y otra vez al sendero.
Desde La Ensillada hasta aquí hemos venido bajo un techo de laurisilva, pero delante de nosotros hay un claro en el monte. Al alcanzarlo de improviso nos sorprende saliéndonos al paso, como dándonos la bienvenida un impresionante pitón, que al llegar a su lado te hace sentir insignificante, es el Roque Anambro. Grande como un titán pero que amablemente te invita a pasar sobre sus pies para que sigas tu camino. Desde este claro pudimos ver las crestas del macizo de Anaga y desde aquí distinguimos el Chinobre. Proseguimos tranquilamente disfrutando del sendero y otra vez comenzamos a bajar por monte cubierto durante unos cinco o quizás diez minutos, hasta que salimos a una pista de tierra. A nuestra izquierda aparece una explanada donde había un maravilloso mirador, aunque con algunas de las vallas de troncos caídas, pero que está colocado en un lugar estratégico, justo debajo de Cabezo de Tejo, este lugar es el final de la pista de tierra. Desde aquí se pueden apreciar espléndidas panorámicas de casi todo el arco costero de Anaga: desde el Roque de Afuera cerca del faro hasta los Charcos de San Mateo en Punta Hidalgo y a nuestros pies, el caserío del Draguillo. Aquí te puedes dar cuenta de la inmensidad del parque rural o tener una idea aproximada de su grandeza. También aquí pude divisar como seguir el sendero de la Ruta a Las Palmas, la nuestra no la de enfrente, para hacerla pronto.
Después de estar un rato descansando, admirando el paisaje y atacando una tableta de nuestro oro negro con buches de agua fresca, oímos unas voces que venían del sendero, era hora de dejar sitio, aunque el mirador es bastante amplio a los que vienen bajando que también tienen derecho. Continuamos por el senderito que en escalones y un poco pendiente comienza a bajar por un extremo del mirado. Ahora es época seca, pero en invierno bajar por aquí tiene sus riesgos, pues los escalones tiene bastante musgo. Un poco después se llega a un cruce de caminos, es la Cruz del Draguillo. Continuando por este sendero se puede llegar hasta el faro de Anaga, por la cumbre. Regresando al cruce, nos cruzamos con los dueños de las voces que oímos desde el mirador, eran cuatro señores de edad, dos hombres y dos mujeres que con sus correspondientes palos, estaban pasando el día de Canarias haciendo su caminito, como nosotros. Me pareció fantástico verlos y ellos si siguieron subiendo por el sendero.
Al llegar al cruce, cogimos el senderito que directamente te lleva a Chamorga por el barranco de La Laja, donde casi al final, en algunos puntos de su cauce había agua corriendo. Por este camino ha sido donde más cantidad y más bonitas crestas de gallo hemos visto, estrellitas y una planta con una flor de color azul, preciosa que investigando más tarde descubrimos que es la violeta de Anaga. Bajando por el sendero nos tropezamos con algunas parejas de extranjeros que lo subían, saludo de “Gurbay” en inglés macaronésico como la cabra de Pepe Monagas, para que se nos entienda y quedar bien.
Ya casi en el caserío de Chamorga pasamos muy cerca de unas huertitas de papas ya con sus flores y enseguida el sendero sale frente a la laza de la ermita. Esta ermita está dedicada a La Purísima y que por suerte la ermita estaba abierta, y pudimos echar un vistazo al interior. Luego hicimos nuestra parada de rigor en la plaza, frente al perpetuo escenario, en un banco al que cobijaba la sombre de un viejo baobab, por cierto el árbol con el tronco todo lleno de nudos y con más arruga que un viejo centenario, el suelo de la plaza estaba repleto de sus pequeñas semillas. Que delicia descansar aquí, no se oye absolutamente nada, todo es una inmensa paz que como un manantial va brotando suave y poco a poco, a veces interrumpido por el sonido decrépito de algún vehículo pero enseguida te vuelve a conquistar el imperio del silencio, acompañado de la sutil brisa que viene del barranco. Me gustaría poder encerrar en una caja un poco de este momento, para luego en casa en momentos de cierta intensidad, cual caja de Pandora, abrir y dejar escapar todos los efluvios de esta sana naturaleza, ¡Qué felicidad si se pudiera realizar esto!, ¡Qué fácil es dejar escapar la imaginación en un lugar así! Son ya las doce y media y seguimos descansando con nuestro cuadro de energía, alguna que otra fruta y nuestro más preciado líquido: el agua. Reflexionando un poco, desde La Ensillada hasta aquí, es el sendero nuevo, que aún no conocíamos, pues todo lo anterior y lo que nos faltaba ya lo habíamos realizado con anterioridad. Para mí ha sido uno de los senderos más bonitos que hemos hecho, aunque cada uno de los anteriores ha tenido su particularidad.
A eso de la una menos diez, nos pusimos en marcha para hacer el camino de regreso por otra ruta, y así completar el anillo del sendero de Cabezo de Tejo, y además íbamos muy bien de tiempo, pues en estos lugares tienes que tener muy en cuenta el horario de las guaguas. En la carretera, en un lateral de la plaza de la ermita y frente a la parada de guaguas, sube el sendero (también nuevo para nosotros) que en fuerte pendiente y por u8n hilo de vereda, toda cubierta por los tejos, te lleva en unos diez minutos o quizás menos, a la última curva de la carretera, antes de llegar al túnel de La Cumbrilla. Con lo que evitas tener que hacer la sufrida y fatigosa subida de la carretera. Subiendo por este sendero nos encontramos con un curioso cruce de veredas, donde una tabla pintada a mano a modo de cartel extraño, indicaba lo siguiente:
- Una flecha hacia la izquierda <- Chamorga.
- Una flecha hacia la derecha -> Túnel de La Cumbrilla.
- Una flecha de frente = NO en grande.
Más o menos era comprensible y seguro que antes de colocar el tablón, probablemente más de uno algo despistado habría seguido el camino recto que es más cómodo pero este va a salir a una casa particular. Nosotros cogimos la vereda que sube y con gran esfuerzo llegamos arriba.
Pasamos el túnel y comenzamos a bajar hacia el cruce de carretera y la pista del Roque de las Bodegas, y continuamos adelante cogiendo interesantes veredas, unas veces cruzando el cauce de un barranco a través de un cañaveral, otras subiendo paralelo a la carretera, pero que en ciertos momentos estabas a bastantes metros de altura con respecto a la carretera que daban cierto miedillo, aunque los árboles hacían de quitamiendos para evitar el vértigo. Estos atajos nos aliviaron muchos tramos de la carretera, ésta prácticamente la cogimos muy poco sólo lo justo para dejar un camino y conectar con otro. La última de estas veredas nos llevó por el monte de Las Chamuscadas, hasta llegar al cruce con el camino a Cabezo de Tejo y desde aquí en muy pocos minutos al parque.
En La Ensillada ya había gente disfrutando del día. Aquí me hizo gracia un suceso, pasando por la zona de acampadas. Había un grupo de gente que muy alegres, se hallaban almorzando. Loe, de todo lo que había fijó su vista en una fiambrera con un riquísima tortilla de papas con sus cebollitas, (por lo menos rica en aspecto), y agarrándose la barriga, nos dijo que le había entrado hambre repentina, comenzamos todos a reírnos y nos dirigimos hacia la zona de las mesas junto a una con chorro, para liquidar las existencias que nos quedaban. Una vez barriga llena corazón contento, reanudamos la marcha a eso de las dos y media, para así con algo de suerte llegar a tiempo de coger la guagua que desde Taganana sale a las cuatro menos veinte de la tarde, aunque aún nos quedaba bastante camino pues teníamos que pasar El Pijaral, pero nada, íbamos muy bien de tiempo.
Seguimos la carretera hasta que encontramos el sendero del Pijaral, donde nos encontramos con dos chicas que probablemente habían venido por él y comenzaba a hacer el camino de regreso, en una especie de desenfrenada carrera por su parte que solo tenia dos competidoras, ellas mismas. Esto es algo que ya hemos visto otras veces, lo de que no gusta ser adelantado. Pasamos todo el bellísimo sendero del Pijaral y por fin legamos al último tramo de la carretera, donde vimos a los dos proyectos de atletas anteriores coger su coche en dirección a Chamorga.
Ya eran las tres y media de la tarde y en los claros de la carretera, echábamos un vistazo hacia Taganana para ver si podíamos divisar la silueta de nuestra perrera de Titsa subiendo por la carretera, pero nada, ni rastro de ella. Seguimos bajando hacia el Bailadero, y desde aquí por el sendero al parque en la carretera cerca del túnel de Taganana. Pues al principio de éste nos dimos cuenta de una tremenda huerta de papas, ya en flor que no habíamos visto cuando subimos ¡Dios me las guarde y me las bendiga, desde los pies hasta la barriga! Y seguimos con tiempo, pero sin bajar el ritmo de marcha. Al pequeño parque del túnel llegamos a las cuatro menos cuarto, había un grupito de gente joven pasándolo bien. Nosotros caminamos un poco hacia la boca del túnel y nos sentamos en un mojón de la carretera de tal manera que desde aquí se podían ver los coches que procedentes de Taganana, entraban en el túnel por la boca opuesta a la nuestra. Les contamos el tiempo y tardaban más o menos, como unos treinta segundos en pasarlo. Cuando las chicas enfocaron y vieron que por la boca del túnel aparecía la guagüita, se levantaron como si les hubiera estallado un volador en los pies y salieron corriendo hacia la parada, como alma que lleva el diablo y eso que la misma estaba a unos veinticinco metros. Es la primera vez que veía la guagua tan llena de gente, ésta si iba mucho más despacio que la de por la mañana. Justo detrás de nosotros iba un grupito de excursionistas que probablemente venían de Almáciga y en el trayecto, aunque no soy cotilla pero como hablaban en alto, no puede evitar oír la fase “... y la próxima, al barranco de Los Cochinos”, al escuchar esto los ojos se me abrieron como chopas y los oídos como dos auténticas parabólicas, captando ahora el menor detalle de todo lo que decían Pero bueno, pensándolo mejor la zona de Teno ya empezaremos a conocerla cuando tengamos un poco más de experiencia.
Llegamos sin novedad a Santa Cruz y para casa a comer pues ésta tarde nos espera un banco en Valleseco y algún que otro helado para disfrutar de la brisa marina viendo entrar o salir al jetfoil y al catamarán y si tenemos suerte, algún que otro barco. Hay alguna otra forma mejor de pasar el día de Canarias, que la que hemos pasado hoy.
Viernes, 30 de mayo de 2.003
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