En una de mis visitas al casco histórico de Icod de los Vinos, estando sentado descansando en uno de los bancos de la pequeña y entrañable Plaza de la Pila, rinconcito encantador de Icod, me acordé de un grabado antiguo y esto es un claro ejemplo de lo que digo a veces de que tu puedes tener cuarenta fotografías de algo en particular (yo soy uno que peca y mucho de esto) y las vas pasando sin ponerle mucha atención en la historia que te puede contar cada una de sus imágenes (de ahí la diferencia entre ver y mirar), porque vivimos a un ritmo tan frenético que solo vale lo que podemos captar rápidamente y que a veces llega a ser tedioso tener que estarte parando a ver con detalles una a una todas las fotos que al final no te dicen nada. Pero sin embargo si de esas cuarenta fotos eliges las mejores, y una de sus imágenes, si te paras un poco a mirarla con detenimiento, te puede contar todo un mundo de posibilidades. Por eso digo que más vale poco pero bueno, porque… "lo poco si es bueno… dos veces bueno".
Éste es el caso de este precioso grabado de 1839 que posteriormente se publicó en 1869, y que cuando lo observé con detenimiento me impactó, porque además de lo sencilla que es la imagen, ésta te cuenta muchas cosas en tan corto espacio. Este grabado se ubica en un sitio emblemático de Icod de los Vinos, más concretamente en "La Plaza de La Pila"
Gracias a la información que existe y a las opiniones divulgadas en la red, he podido componer lo siguiente; si te fijas bien en el grabado podemos decir que se divide en tres partes:
1. En segundo plano, arriba y hacia la derecha el paisaje rural de Icod.
Aparece la montaña de Boquín y se aprecia una vista del caserío de Lomo de la Vega situado en la zona alta de Icod de los Vinos, al abrigo de roquedales que estuvieron sembrados de higueras, aloes, moreras y palmeras.
2. En el centro dividiendo el grabado en dos, las casonas señoriales de la época y la plaza.
De izquierda a derecha vemos la palmera y la bajada de la calle que viene de San Antonio y la señora con la cesta en la cabeza, vestida de la época parada frente al paso de la comitiva. A continuación la casona con el balcón en la que podemos apreciar una señora asomada y la puerta entreabierta, creo que es la casa Álvarez y Moas, luego la casa de Tabares, el resto de casonas del entorno y detrás de todas en segundo plano la casa de Boquín. En el centro la emblemática Plaza de La Pila; que primero se llamó plaza de la Constitución hasta la guerra civil, luego de Calvo Sotelo y con la democracia volvió a su antiguo y actual nombre de Plaza de la Constitución, pero el pueblo como es quien manda, dispuso que fuera más conocida por Plaza de la Pila desde el momento en que una fuente fue colocada en su centro..
3. Y ya debajo a la izquierda el tema principal, una imagen dedicada a un ritual funerario de la época.
Esperando al paso del cortejo funerario unas señoras con cestos en la cabeza, luego los hombres con aperos de labranza y en el centro dos damas con mantilla. La comitiva atraviesa el pueblo en procesión para dirigirse a la iglesia parroquial, encabezada por ese despliegue eclesiástico, llevando al difunto en un ataúd sin tapa hasta el lugar del enterramiento. Se acostumbraba a contratar plañideras (una práctica común en Europa) que acompañaban, detrás del féretro, a los familiares.
Los enterramientos fueron un problema duradero en las islas. Se sepultaba a los difuntos en los sótanos de las iglesias, con lo cual no solo se perpetuaban las molestias derivadas de la escasez permanente de espacio para los enterramientos, sino que además esa práctica ponía con frecuencia en serio peligro la salud de la población, sobre todo en época de epidemias. En no pocas ocasiones hubo que recubrir de cal el suelo de las iglesias y cerrarlas durante meses; en consecuencia había que suspender o trasladar las misas y demás ritos religiosos, así como las actividades relacionadas con la enseñanza que desarrollaban en ellas fundamentalmente los sacristanes.
En 1787, cuando la problemática se hacía ya insoslayable, Carlos III dio órdenes de construir cementerios fuera de las poblaciones, en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias y distantes de las casas. En Canarias esas órdenes se vulneraron durante décadas.
En resumidas cuentas que nunca tan poco pudo contar tanto sin mediar una palabra.
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Sábado, 18 de abril de 2015
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