domingo, 4 de diciembre de 2005

La bruma de Anaga


"Que poco cuesta soñar un ratito"

    Ya comenzaba a amanecer en toda su plenitud, notábamos en nuestras caras el frescor del rocío y el agradable olor que desprende el brezo mojado al ser balanceado por el viento perfumando así el camino. Buscamos unos palos para que nos facilitara las subidas y caminito adelante. Este sendero corta bastante camino, viene a salir antes del km-13 de la carretera general, que una vez allí comenzamos a subirla siempre por el lado izquierdo por seguridad, para no encontrarnos con accidentes innecesarios.
    Hacía fresco y esto era de agradecer, comenzó a aparecer un poco de neblina, que a veces parecía que llovía, pero eran las gotas de agua que caían de los árboles, cuando las movía el viento, es lo que aquí llamamos lluvia horizontal, y motivado por el ambiente que se respiraba, mirando al entorno hizo que se disparará una chispa en mi razón y sin poderlo evitar, dando rienda suelta a la imaginación comienzo a soñar despierto que... Esa neblina parecía como un gran manto que en forma de blanco tul nos envolvía y nos invitaba a adentrarnos más y más en el sendero del misterio. La bruma nos vigilaba agazapada entre la laurisilva del monte, observándonos y estudiando nuestros movimientos, luego ya plena de confianza, poco a poco fue dejándose ver. De improviso y ayudada por su amiga la brisa de la mañana, nos rodeaba y cual gangochera, nos cambiaba un beso por una fresca caricia, que era muy agradable.
    Luego rápidamente se alejaba saltando de árbol en árbol, para regresar al instante, mimosa y alocada a rodearnos otra vez como un torbellino y marcharse corriendo en un juego en el que quería que nosotros interviniéramos. Más al darse cuenta de nuestra indiferencia, la embargó un sentimiento de decepción y cual quimera voló de súbito a esconderse en el monte, en las profundidades del abrupto barranco, a refugiarse llorando desconsolada en los brazos de un viejo laurel que compadecido, como un bálsamo la calmaba, acercando a su cara una de sus ramas que, con sus hojas de esmeraldas recogía una a una, las mil y una lágrimas cristalinas que por sus mejillas rodaban.
    Pero en un momento de ira y rabia, con la fuerza de su amigo el viento, zarandeó los brazos de quien la aliviaba derramándose las gotas que, igual que dagas, en el abismo del olvido se clavaban. Luego en un momento de desesperación, arremete contra nosotros y frente a frente, nos enseña su dolor, llorando amargamente el despecho, empapando nuestro rostro con una bofetada de sus frescas y frías manos. Luego huyó con su tristeza y desapareció entre brezos para nunca más volver...
    Los sueños, sueños son… como decía Calderón de la Barca en su obra "La Vida es sueño". Y volviendo a la realidad después de tan sublime momento, continuamos subiendo por esta carretera.

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