Por los Altos de Santa Cruz
Hoy no hace falta pegarse un madrugón, como otras veces, pues vamos a realizar un recorrido cerca y que nos llevará poco tiempo.
Después de preparar el avituallamiento y de estar todo listo, cogimos la guagua con destino a Muelle Norte sobre las ocho y media de la mañana. Nos dirigimos hacia el residencial Anaga, lugar por cierto donde la especulación inmobiliaria ha sido tan agresiva que hasta se han cargado un espacio natural protegido, donde solo queda o quedaba un cartel del cabildo que lo indicaba, este lugar era La Crucita llamado así porque antiguamente había una cruz de madera y de la que solo queda el nombre. Este lugar era un balcón con vistas hacia el puerto de Santa Cruz y ahora tenemos un horroroso gigante de hormigón armado ¡Es una pena!
Estábamos un poco desorientados, porque el sendero comenzaba en La Crucita pero como ya no existe, no sabíamos que hacer, así que decidí comenzar por la desembocadura del barranco de La Leña. Luego subimos por una loma, pero vimos que no había forma de llegar al sendero así que desistimos y volvimos al barranco para continuar subiendo por su cauce para ver si encontrábamos algún indicio del camino, pero no veíamos nada. Un poco más arriba, el cauce del barranco lo cierra una especie de muro con un canal y mirando hacia lo alto de la montaña, a nuestra derecha, vemos un canal que v por toda la montaña, esta es la pista que estaba buscando. Así que comenzamos a subir la ladera de la montaña hacia el canal. El ascenso fue un poco difícil porque la montaña tiene una ladera con una fuerte pendiente, había también mucha piedra suelta. Al llegar arriba junto al canal, vemos otro canal cerca de éste y por encima otro sendero. Por fin habíamos conseguido estar en el camino correcto; además la casualidad fue que era una zona con algunos árboles que tapaba un antiguo intercambiador de agua en desuso y muy deteriorado y frente a éste nos esperaba una sorpresa agradable la Cortadura Chica, pero antes de entrar a verla seguimos el sendero hacia el mar, para ver si encontrábamos algún indicio del principio de la ruta, y allí estaba, justo donde estaba la antigua Crucita, esto es: subiendo en una curva de la carretera aparece a la izquierda la entrada a uno de los edificios que miran hacia el barranco La Leña, que no tiene salida y el piso está marcado con líneas amarillas de zona excluida del tráfico, pues hacia la derecha en el muro del fondo, dejaron una abertura, menos mal, y por aquí se puede acceder al principio del sendero.
Desde donde nos encontrábamos hay una vista panorámica del puerto de Santa Cruz y de la avenida de Anaga muy bonita, y hoy especialmente para nosotros estaban atracados cuatro impresionantes trasatlánticos y a punto de zarpar el Juan J. Sister de Transmediterranea. Dos de estos barcos nos llamaron la atención por lo originales que era: uno de la compañía TUI, que en la chimenea tenía pintado en color rojo, un punto y una línea curva y el resto del barco era de color azul, aquí Loe dijo que parecía una sonrisa; el otro mucho más grande y alto el Arosa de color blanco y que en la propia proa tenía pintado unos labios agarrando una gran rosa; ambos de color rojo intenso muy divertidos y algunos pétalos sueltos en los costados del barco.
Al rato volvimos al intercambiador y entramos en la Cortadura Chica, esto es un corte en la montaña para que pase un canal, al principio abierto y luego es un pequeño túnel, amplio de unos dos metros de ancho y unos tres de alto. Tiene forma de “L” y no creo que tenga más de veinte metros de largo. Por el túnel corría una corriente de aire fresco procedente de la otra boca muy agradable. La otra boca va a dar a la desembocadura del barranco de Taodio y frente a nosotros todo el barrio de La Alegría, a nuestros pies había la derecha Residencial Anaga. Hacía un día despejado con un sol radiante, en contrapunto con el día anterior que había sido lluvioso y muy inestable. Volvimos a pasar por el túnel para volver al sendero y noté que a Loe le impresiona un poco estos sitios cerrados, le gustan pero le dan un poco de miedo; pero éste le encantó.
El sendero continúa por encima de una tajea, junto a un canal en paralelo al barranco de La Leña y continuamos por él, hasta que nos lleva hacia otro intercambiador de aguas La Llave y un poco más adelante hacia el mismo cauce del barranco, aquí hay un pequeño salto de unos dos metros de alto; se dice que la gente de Los Campitos venía hasta aquí con burros a buscar el agua para sus casas. También en este punto, nos esperaba otra gran sorpresa los canales que veníamos siguiendo, se introducían en un gran tajo de la montaña, es la Cortadura Grande, que a nosotros nos impresionó y nos cautivó. Esta cortadura tiene aproximadamente dos metros de ancho por unos treinta metros de alto, la verdad que una vez que entras, te intimida un poco, sientes como si las paredes tan altas comenzaran a estrecharse a tu paso con la intención de aplastarte, y nosotros tan insignificantes te fuera a faltar el aire, pero no produce claustrofobia, bueno un poquito sí. Antes de entrar en la Cortadura Grande, a Loe la veía algo nerviosa porque sabía que Ari y yo, íbamos a entrar, pero la cogí de la mano y hablándole, dándole confianza y seguridad, conseguí que pasara llevándola a mi lado y cuando llegó al otro lado, comprobó que no había nada que temer; aunque aún así, seguía algo nerviosilla, pero ella misma comprobó lo que siempre le digo, que solo se tiene miedo de lo que no se conoce. La Cortadura tiene como unos cincuenta metros o un poco más de profundidad. Su camino serpentea un poco y en el medio es un poco oscuro, que es lo que produce un poco la sensación de profundidad, pero si te paras unos segundos, los ojos se adaptan enseguida a la oscuridad y se ve la claridad del otro lado que casi no necesita linterna. Aunque aconsejo llevarla siempre. Estando en la zona de penumbra se produce un fenómeno algo simpático, en la claridad que se refleja en las paredes se podían apreciar los cambios de intensidad de los rayos de la luz solar, se veía como iban y venían según pasara alguna nube por delante del sol. Aquí también encontramos gran cantidad de plumas pequeñas en el suelo, esto quiere decir que es lugar donde anidan muchas aves.Al llegar a la otra boca de la Cortadura nos encontramos con el barranco de Anchieta, de frente un lateral de la Urb. Ifara y a nuestra derecha algunas de las casas de Los Campitos y los desmontes de la presa. Volvimos hacia atrás y donde la Cortadura se vuelve oscura, me paré con Loe para que comprobara que se podía pasar, pero le dio miedo y pasamos con la linterna encendida, al llegar a la entrada hicimos una parada para descansar un poco.
Al rato continuamos hacia La Llave, para coger el sendero que sube por la derecha del cauce del barranco. Este nos lleva a un canal que seguimos, cruza el barranco en un arco para volver hacia detrás por la ladera izquierda hasta llegar a la parte alta de la misma Cortadura, pero nosotros nos desviamos por un dique hasta subir a la cresta de la montaña, donde aparece una antigua pista abandonada que viene desde la presa de Los Campitos. En este lugar a Ari comenzó a molestarle el tobillo derecho pero seguimos adelante. Continuamos subiendo por el barranco de La Leña, pero esta vez por la ladera izquierda, pasando junto a una torre metálica de Unelco, hasta que un poco más adelante, el camino nos lleva al cauce del barranco y continuamos subiendo junto a él, pasando un grupo de piteras que indica que hemos llegado a la cabecera del barranco y ya sin vereda, continuamos subiendo junto a un grupo de tabaibas dulces. En este lugar, Loe pisó mal, dio un traspié y se fue al suelo ¡Buen masaje pa’ las nalgas! También las dos se picaron con las afiladas púas del esqueleto de una planta que no se como se llama pero cuando chico, las cogíamos y las pintábamos de blanco, oro o plata y servían para decoración.
Ya al final arriba, en La Asomada, después de pasar un pajar de piedra seca, más bien dos cuartos cerrados, nos asomamos a un impresionante precipicio sobre el barranco de Taodio, con unas casas allá abajo Las Resbalas, al fondo de este y frente a nosotros el monte Aguirre, ¡Impresionante! Nos dirigimos hacia la izquierda de la montaña ahora derecha dándonos la vuelta y de cara hacia Santa Cruz, y nos dirigimos por un sendero a otra degollada, donde hay una casa pequeña de piedra seca cerrada y desde esta cima veíamos: la presa en su totalidad, el barranco de Los Campitos, el parque de Las Mesas y el Lomo de Las Casillas.
Frente a nosotros vemos un sendero desdibujado, pero ante la inseguridad, cogemos una pista a nuestra derecha que por la ladera derecha de la montaña y la presa, pasa por delante de una casa y caminando, caminando nos lleva hasta otra casa que está casi en la cabecera del barranco, menos mal que la gente de la casa nos indicó un atajo que nos llevaba a una pista más abajo y que retrocedía lo andado hacia el muro de la presa. Una vez allí vemos el sendero que anteriormente habíamos visto arriba en la degollada y que bajaba casi recto hasta la presa ¡Me cago en la leche! Menudo un rodeo que dimos; además la pista por la que veníamos era de propiedad particular y estaba prohibido el paso, menos mal que nos dejaron pasar. Una vez descansados y mirando hacia la presa, reflexionas y piensas ¡Qué pena! La cantidad de millones invertidos para nada, es como mi monedero que por más que meta, nunca guarda. Caminamos por la barandilla del paseo, admirando la profundidad y lo inmensa que desde aquí parece. Hicimos una parada en los escalones para mirarle el pie a Ari, aflojándole la bota pues ya empezaba a cojear.
Al ratillo salimos a la carretera general y comenzamos a subir por la misma para luego unos metros más adelante meternos por una pista de tierra con un cartel de Sin Salida, y que bordea la presa por el lado izquierdo en paralelo con la carretera hasta que se convierte en camino real y te lleva hasta el Lomo de Las Casillas, pasando por casas fincas con frutales. Se puede decir que recorrimos la presa de punta a punta por ambos lados del barranco. Ya cerca del Lomo de las Casillas, el camino era de cemento, probablemente echo por los mismos vecinos, y pasa junto a una llave de agua con una tanquilla, por supuesto se impone una parada obligatoria para darnos gusto, ¡Qué cosa más rica y fresquita! ¡Qué bien sentaba con el calor que hacía!
Enseguida llegamos al cruce con la carretera general y nos metimos por la pista que va hacia el parque de Las Mesas, fijándome antes en dos cosas: primero en el sendero que a la izquierda desde el torreón de electricidad, sube a la cima del Cabezo de Las Mesas, y segundo por la derecha, junto a la parada de guaguas, en el sendero que baja por el camino real de El Pedregal, hacia el Valle Jiménez. Seguimos por la pista y llegamos al parque y una vez allí, ya nos paramos a comer en una de las mesas a la sombra, inmediatamente al sentarte en el banco fue como si pinchara un neumático y se desinflara poco a poco. Luego fuera las botas ¡Qué rico masaje nos daba el aire en los pinrreles! Al abrir la mochila para sacar las viandas, Loe solo me vio sacar los frutos secos, los orejones y el agua, pues con cara de extraño, me preguntó si solo eso era lo que había traído. En ese momento había que ver la cara de asco y desilusión cuando le dije que sí, pero al sacar los bocadillos de jamón cambió la cosa, y más le cambio la cara, al sacar el segundo bocadillo, porque a ellas les fascina, eso se veía en la mueca de asco. Eran los de tortilla francesa... con jamonilla, o sea carne jamonada, o como se dice ahora tan moderno “chopped”. La primera reacción al segundo plato fue la de protestar pero como había hambre, a medida que éste iba entrando, les comenzó a saber a gloria. Palabrita del Niño Jesús, que no quedaron ni las migas. Es más a la fecha que estamos, el lomo embuchado y el jamón serrano solo en fotos. Menos mal que no medió por hacer los bocadillos de sardinas frescas... de lata en aceite, como tenía pensado. Una vez la barriga llena, nos quedamos descansando sin movernos de la mesa, a la sombra de los árboles del parque. Cómo estábamos al principio del parque, en las primeras mesas, podíamos ver llegar a los coches y tengo que decir que hasta aquí viene bastante gente a disfrutar del día y eso que es sábado ¿Cómo será cuando sea domingo?
Estando sentados miro el pie de Ari, menos mal que no había ninguna ampolla, solo una rozadura pero que le seguía molestando, pues aquí se impone una tirita, a modo de remiendo alternativo, aunque por la cabeza me pasó la idea de que aún nos quedaba la mitad del camino para llegar a casa y no creo que la niña pudiera aguantarlo, pero no dije nada, aunque la ventaja era que casi todo el camino es bajada menos la subida al Toscal en Valle Jiménez.
Una vez todo recogido y preparados, comenzamos a caminar por la pista de regreso al Lomo de Las Casillas y fue gracioso porque por el camino muchos coches se paraban preguntándonos por el parque y por supuesto, con la amabilidad que nos caracteriza a los canarios, les indicábamos el lugar y continuamos. Llegando al Lomo, aparece la guagua, con la particularidad de que al ser sábado es la última del día. ¡Vaya una suerte tuvimos! Y por la cuenta que le traía, la carita de Ari cambió cuando vio aparecer a nuestra querida perrera, pero a mí me cambió aún más, cuando buscando el monedero para coger el bono-bus, éste no aparecía. ¡Me cago en la leche! Menos mal que el chofer nos dejó pasar y por el camino lo busqué, pero este no aparecía, ya le iba a decir al chofer que nos bajábamos, cuando me da por mirar en uno de los bolsillos de la mochila, donde llevo el botiquín y allí estaba ¡El muy cab_ _ _! ¡Menos mal! Sentaditos viendo el paisaje, vimos que la guagua coge por Ifara, y poco más o menos hace un recorrido turístico por Santa Cruz, cruzándolo de un lado al otro, hasta que por fin llegamos a la estación. Bueno pues para Somosierra rapidito, a descansar un ratito, que aún esta tarde en Radazul, nos esperan unas castañas azadas de La Esperanza ¡Qué deben de estar de muerte!
Sábado, 30 de noviembre de 2002