sábado, 30 de noviembre de 2002

09 Barranco de La Leña - Parque de Las Mesas

 

Por los Altos de Santa Cruz


    Hoy no hace falta pegarse un madrugón, como otras veces, pues vamos a realizar un recorrido cerca y que nos llevará poco tiempo.

    Después de preparar el avituallamiento y de estar todo listo, cogimos la guagua con destino a Muelle Norte sobre las ocho y media de la mañana. Nos dirigimos hacia el residencial Anaga, lugar por cierto donde la especulación inmobiliaria ha sido tan agresiva que hasta se han cargado un espacio natural protegido, donde solo queda o quedaba un cartel del cabildo que lo indicaba, este lugar era La Crucita llamado así porque antiguamente había una cruz de madera y de la que solo queda el nombre. Este lugar era un balcón con vistas hacia el puerto de Santa Cruz y ahora tenemos un horroroso gigante de hormigón armado ¡Es una pena!

Estábamos un poco desorientados, porque el sendero comenzaba en La Crucita pero como ya no existe, no sabíamos que hacer, así que decidí comenzar por la desembocadura del barranco de La Leña. Luego subimos por una loma, pero vimos que no había forma de llegar al sendero así que desistimos y volvimos al barranco para continuar subiendo por su cauce para ver si encontrábamos algún indicio del camino, pero no veíamos nada. Un poco más arriba, el cauce del barranco lo cierra una especie de muro con un canal y mirando hacia lo alto de la montaña, a nuestra derecha, vemos un canal que v por toda la montaña, esta es la pista que estaba buscando. Así que comenzamos a subir la ladera de la montaña hacia el canal. El ascenso fue un poco difícil porque la montaña tiene una ladera con una fuerte pendiente, había también mucha piedra suelta. Al llegar arriba junto al canal, vemos otro canal cerca de éste y por encima otro sendero. Por fin habíamos conseguido estar en el camino correcto; además la casualidad fue que era una zona con algunos árboles que tapaba un antiguo intercambiador de agua en desuso y muy deteriorado y frente a éste nos esperaba una sorpresa agradable la Cortadura Chica, pero antes de entrar a verla seguimos el sendero hacia el mar, para ver si encontrábamos algún indicio del principio de la ruta, y allí estaba, justo donde estaba la antigua Crucita, esto es: subiendo en una curva de la carretera aparece a la izquierda la entrada a uno de los edificios que miran hacia el barranco La Leña, que no tiene salida y el piso está marcado con líneas amarillas de zona excluida del tráfico, pues hacia la derecha en el muro del fondo, dejaron una abertura, menos mal, y por aquí se puede acceder al principio del sendero.

    Desde donde nos encontrábamos hay una vista panorámica del puerto de Santa Cruz y de la avenida de Anaga muy bonita, y hoy especialmente para nosotros estaban atracados cuatro impresionantes trasatlánticos y a punto de zarpar el Juan J. Sister de Transmediterranea. Dos de estos barcos nos llamaron la atención por lo originales que era: uno de la compañía TUI, que en la chimenea tenía pintado en color rojo, un punto y una línea curva y el resto del barco era de color azul, aquí Loe dijo que parecía una sonrisa; el otro mucho más grande y alto el Arosa de color blanco y que en la propia proa tenía pintado unos labios agarrando una gran rosa; ambos de color rojo intenso muy divertidos y algunos pétalos sueltos en los costados del barco.

    Al rato volvimos al intercambiador y entramos en la Cortadura Chica, esto es un corte en la montaña para que pase un canal, al principio abierto y luego es un pequeño túnel, amplio de unos dos metros de ancho y unos tres de alto. Tiene forma de “L” y no creo que tenga más de veinte metros de largo. Por el túnel corría una corriente de aire fresco procedente de la otra boca muy agradable. La otra boca va a dar a la desembocadura del barranco de Taodio y frente a nosotros todo el barrio de La Alegría, a nuestros pies había la derecha Residencial Anaga. Hacía un día despejado con un sol radiante, en contrapunto con el día anterior que había sido lluvioso y muy inestable. Volvimos a pasar por el túnel para volver al sendero y noté que a Loe le impresiona un poco estos sitios cerrados, le gustan pero le dan un poco de miedo; pero éste le encantó.

    El sendero continúa por encima de una tajea, junto a un canal en paralelo al barranco de La Leña y continuamos por él, hasta que nos lleva hacia otro intercambiador de aguas La Llave y un poco más adelante hacia el mismo cauce del barranco, aquí hay un pequeño salto de unos dos metros de alto; se dice que la gente de Los Campitos venía hasta aquí con burros a buscar el agua para sus casas. También en este punto, nos esperaba otra gran sorpresa los canales que veníamos siguiendo, se introducían en un gran tajo de la montaña, es la Cortadura Grande, que a nosotros nos impresionó y nos cautivó. Esta cortadura tiene aproximadamente dos metros de ancho por unos treinta metros de alto, la verdad que una vez que entras, te intimida un poco, sientes como si las paredes tan altas comenzaran a estrecharse a tu paso con la intención de aplastarte, y nosotros tan insignificantes te fuera a faltar el aire, pero no produce claustrofobia, bueno un poquito sí. Antes de entrar en la Cortadura Grande, a Loe la veía algo nerviosa porque sabía que Ari y yo, íbamos a entrar, pero la cogí de la mano y hablándole, dándole confianza y seguridad, conseguí que pasara llevándola a mi lado y cuando llegó al otro lado, comprobó que no había nada que temer; aunque aún así, seguía algo nerviosilla, pero ella misma comprobó lo que siempre le digo, que solo se tiene miedo de lo que no se conoce. La Cortadura tiene como unos cincuenta metros o un poco más de profundidad. Su camino serpentea un poco y en el medio es un poco oscuro, que es lo que produce un poco la sensación de profundidad, pero si te paras unos segundos, los ojos se adaptan enseguida a la oscuridad y se ve la claridad del otro lado que casi no necesita linterna. Aunque aconsejo llevarla siempre. Estando en la zona de penumbra se produce un fenómeno algo simpático, en la claridad que se refleja en las paredes se podían apreciar los cambios de intensidad de los rayos de la luz solar, se veía como iban y venían según pasara alguna nube por delante del sol. Aquí también encontramos gran cantidad de plumas pequeñas en el suelo, esto quiere decir que es lugar donde anidan muchas aves.Al llegar a la otra boca de la Cortadura nos encontramos con el barranco de Anchieta, de frente un lateral de la Urb. Ifara y a nuestra derecha algunas de las casas de Los Campitos y los desmontes de la presa. Volvimos hacia atrás y donde la Cortadura se vuelve oscura, me paré con Loe para que comprobara que se podía pasar, pero le dio miedo y pasamos con la linterna encendida, al llegar a la entrada hicimos una parada para descansar un poco.

    Al rato continuamos hacia La Llave, para coger el sendero que sube por la derecha del cauce del barranco. Este nos lleva a un canal que seguimos, cruza el barranco en un arco para volver hacia detrás por la ladera izquierda hasta llegar a la parte alta de la misma Cortadura, pero nosotros nos desviamos por un dique hasta subir a la cresta de la montaña, donde aparece una antigua pista abandonada que viene desde la presa de Los Campitos. En este lugar a Ari comenzó a molestarle el tobillo derecho pero seguimos adelante. Continuamos subiendo por el barranco de La Leña, pero esta vez por la ladera izquierda, pasando junto a una torre metálica de Unelco, hasta que un poco más adelante, el camino nos lleva al cauce del barranco y continuamos subiendo junto a él, pasando un grupo de piteras que indica que hemos llegado a la cabecera del barranco y ya sin vereda, continuamos subiendo junto a un grupo de tabaibas dulces. En este lugar, Loe pisó mal, dio un traspié y se fue al suelo ¡Buen masaje pa’ las nalgas! También las dos se picaron con las afiladas púas del esqueleto de una planta que no se como se llama pero cuando chico, las cogíamos y las pintábamos de blanco, oro o plata y servían para decoración.

Ya al final arriba, en La Asomada, después de pasar un pajar de piedra seca, más bien dos cuartos cerrados, nos asomamos a un impresionante precipicio sobre el barranco de Taodio, con unas casas allá abajo Las Resbalas, al fondo de este y frente a nosotros el monte Aguirre, ¡Impresionante! Nos dirigimos hacia la izquierda de la montaña ahora derecha dándonos la vuelta y de cara hacia Santa Cruz, y nos dirigimos por un sendero a otra degollada, donde hay una casa pequeña de piedra seca cerrada y desde esta cima veíamos: la presa en su totalidad, el barranco de Los Campitos, el parque de Las Mesas y el Lomo de Las Casillas.

    Frente a nosotros vemos un sendero desdibujado, pero ante la inseguridad, cogemos una pista a nuestra derecha que por la ladera derecha de la montaña y la presa, pasa por delante de una casa y caminando, caminando nos lleva hasta otra casa que está casi en la cabecera del barranco, menos mal que la gente de la casa nos indicó un atajo que nos llevaba a una pista más abajo y que retrocedía lo andado hacia el muro de la presa. Una vez allí vemos el sendero que anteriormente habíamos visto arriba en la degollada y que bajaba casi recto hasta la presa ¡Me cago en la leche! Menudo un rodeo que dimos; además la pista por la que veníamos era de propiedad particular y estaba prohibido el paso, menos mal que nos dejaron pasar. Una vez descansados y mirando hacia la presa, reflexionas y piensas ¡Qué pena! La cantidad de millones invertidos para nada, es como mi monedero que por más que meta, nunca guarda. Caminamos por la barandilla del paseo, admirando la profundidad y lo inmensa que desde aquí parece. Hicimos una parada en los escalones para mirarle el pie a Ari, aflojándole la bota pues ya empezaba a cojear.

    Al ratillo salimos a la carretera general y comenzamos a subir por la misma para luego unos metros más adelante meternos por una pista de tierra con un cartel de Sin Salida, y que bordea la presa por el lado izquierdo en paralelo con la carretera hasta que se convierte en camino real y te lleva hasta el Lomo de Las Casillas, pasando por casas fincas con frutales. Se puede decir que recorrimos la presa de punta a punta por ambos lados del barranco. Ya cerca del Lomo de las Casillas, el camino era de cemento, probablemente echo por los mismos vecinos, y pasa junto a una llave de agua con una tanquilla, por supuesto se impone una parada obligatoria para darnos gusto, ¡Qué cosa más rica y fresquita! ¡Qué bien sentaba con el calor que hacía!

    Enseguida llegamos al cruce con la carretera general y nos metimos por la pista que va hacia el parque de Las Mesas, fijándome antes en dos cosas: primero en el sendero que a la izquierda desde el torreón de electricidad, sube a la cima del Cabezo de Las Mesas, y segundo por la derecha, junto a la parada de guaguas, en el sendero que baja por el camino real de El Pedregal, hacia el Valle Jiménez. Seguimos por la pista y llegamos al parque y una vez allí, ya nos paramos a comer en una de las mesas a la sombra, inmediatamente al sentarte en el banco fue como si pinchara un neumático y se desinflara poco a poco. Luego fuera las botas ¡Qué rico masaje nos daba el aire en los pinrreles! Al abrir la mochila para sacar las viandas, Loe solo me vio sacar los frutos secos, los orejones y el agua, pues con cara de extraño, me preguntó si solo eso era lo que había traído. En ese momento había que ver la cara de asco y desilusión cuando le dije que sí, pero al sacar los bocadillos de jamón cambió la cosa, y más le cambio la cara, al sacar el segundo bocadillo, porque a ellas les fascina, eso se veía en la mueca de asco. Eran los de tortilla francesa... con jamonilla, o sea carne jamonada, o como se dice ahora tan moderno “chopped”. La primera reacción al segundo plato fue la de protestar pero como había hambre, a medida que éste iba entrando, les comenzó a saber a gloria. Palabrita del Niño Jesús, que no quedaron ni las migas. Es más a la fecha que estamos, el lomo embuchado y el jamón serrano solo en fotos. Menos mal que no medió por hacer los bocadillos de sardinas frescas... de lata en aceite, como tenía pensado. Una vez la barriga llena, nos quedamos descansando sin movernos de la mesa, a la sombra de los árboles del parque. Cómo estábamos al principio del parque, en las primeras mesas, podíamos ver llegar a los coches y tengo que decir que hasta aquí viene bastante gente a disfrutar del día y eso que es sábado ¿Cómo será cuando sea domingo?

    Estando sentados miro el pie de Ari, menos mal que no había ninguna ampolla, solo una rozadura pero que le seguía molestando, pues aquí se impone una tirita, a modo de remiendo alternativo, aunque por la cabeza me pasó la idea de que aún nos quedaba la mitad del camino para llegar a casa y no creo que la niña pudiera aguantarlo, pero no dije nada, aunque la ventaja era que casi todo el camino es bajada menos la subida al Toscal en Valle Jiménez.

    Una vez todo recogido y preparados, comenzamos a caminar por la pista de regreso al Lomo de Las Casillas y fue gracioso porque por el camino muchos coches se paraban preguntándonos por el parque y por supuesto, con la amabilidad que nos caracteriza a los canarios, les indicábamos el lugar y continuamos. Llegando al Lomo, aparece la guagua, con la particularidad de que al ser sábado es la última del día. ¡Vaya una suerte tuvimos! Y por la cuenta que le traía, la carita de Ari cambió cuando vio aparecer a nuestra querida perrera, pero a mí me cambió aún más, cuando buscando el monedero para coger el bono-bus, éste no aparecía. ¡Me cago en la leche! Menos mal que el chofer nos dejó pasar y por el camino lo busqué, pero este no aparecía, ya le iba a decir al chofer que nos bajábamos, cuando me da por mirar en uno de los bolsillos de la mochila, donde llevo el botiquín y allí estaba ¡El muy cab_ _ _! ¡Menos mal! Sentaditos viendo el paisaje, vimos que la guagua coge por Ifara, y poco más o menos hace un recorrido turístico por Santa Cruz, cruzándolo de un lado al otro, hasta que por fin llegamos a la estación. Bueno pues para Somosierra rapidito, a descansar un ratito, que aún esta tarde en Radazul, nos esperan unas castañas azadas de La Esperanza ¡Qué deben de estar de muerte!

Sábado, 30 de noviembre de 2002

sábado, 23 de noviembre de 2002

08 Santa Cruz - La Laguna (por el Valle Jiménez)

 La Ruta de Las Lecheras
   
    Por fin después de un pequeño paréntesis por un almuerzo familiar, reuniendo a todos los Britos, volvemos otra vez a ponernos en marcha y con las pilas cargadas, dándonos cuenta que las caminatas pueden comenzar desde tu propia casa, sin tener que ir tan lejos, ni coger guaguas. Además, con unos senderos apetecibles, como es el caso de hoy y gracias por supuesto al librito “Anaga” de Miguel Perez Carvallo, que creo que ha sido una buena inversión y que tiene unos recorridos maravillosos, ya lo comprobaremos. De casualidad ojeando el librito elegimos la ruta de Las Lecheras, tal vez por nostalgia, de aquellas lecheritas que cuando chico las veía pasar por las calles del Toscal, cargando las cántaras de leche, una a la cabeza con un rodete de tela aguantándola en equilibrio y la otra en una de las manos; porque en la otra llevaban el medidor y unos pesaleches; éste último para que la gente comprobara que la leche no había sido rebajada con agua. También a veces aparecía algún quesito blanco fresco, que aun hoy cierro los ojos y puedo sentir su olor. Quizás la añoranza de aquellos días es lo que me provocó querer comprobar en mis propias carnes, como se las arreglaban estas lecheritas para venir en el burro desde Las Mercedes hasta Santa Cruz, todos los días de Dios. Aunque las lecheras de mi época ya estaban motorizadas. De todas ellas solo queda como recuerdo: la que sale por carnavales y la inmóvil de bronce a la salida del mercado.

    Bueno pues, una vez estuvimos preparados nos pusimos en marcha. Esta vez Mercy no venía con nosotros. Nos dirigimos hacia el Barrio Nuevo, pasando por La Florita para comprar el panito, que dicen que no engorda, pero tú siempre estas gordito. Luego atravesamos los barrios de Buenos Aires y La Salud, y justo en la esquina superior del puente que va al manicomio, bajando de La Salud a la izquierda, comienza el camino de la ermita por el barranco de Santos, donde al final de éste, se encuentra una capillita dedicada a nuestra querida Virgen de Candelaria. Estando aquí me vino a la memoria cuando vivía en la c/ Rivera n°1, 3° izquierda del Barrio Nuevo, en lo alto de Víveres Ramón, (aún no se me ha ido la olla que todavía me acuerdo); dónde desde la ventana del cuarto de Loli y mío, que daba hacia el barranco, se podía oír todas las tardes la letanía del santo rosario y cuando llegaban las fiestas, se armaban muy buenos tenderetes ¡Qué tiempos aquellos!

    Atravesamos el barranco por el puente peatonal y comenzamos a subir las empinadas escaleras hacia el Barrio Nuevo, sin perder de vista la bonita ermita, donde desde lo alto del risco y a modo de guía hay una preciosa buganvilla que cae en cascada, esto se puede apreciar en una de las paradas que por fuerza tienes que hacer para subir las escaleras. También en una de estas paradas vimos que de una de las casas sobresalía un árbol cargado de preciosas granadas, ¡Qué lástima no alcanzo a ninguna! Una vez en lo alto, giramos hacia la derecha para entrar en mi calle Rivera, ¡Qué cambiada estaba! Pero para mejor pues antes el piso era de tierra, aunque seguían las mismas casas y también seguía la venta de Ramón y mi casa.

    Continuamos ya por la carretera de Los Campitos en dirección a La Llavita, cuando llegamos a la altura de la parada de guaguas, nos surgieron dos opciones: una era comenzar a subir por las escaleras que pasan por todo el barrio y otra era subir por la pista que está frente a la parada, pista bastante empinada, con la indicación Cueva Roja. Pues cogimos la última opción y ¡Vaya que si era empinada! Al llegar arriba nos encontramos a la derecha la Cueva Roja y a la izquierda una pequeña subida que lleva a un mirador muy bonito que ha acondicionado muy bien el cabildo. Al final de la calle están los aparcamientos y las últimas casas de La Llavita. A ambos lados los miradores: el de la derecha tiene una fantástica panorámica del barranco Santo, barrio de La Salud hacia La Laguna, La Esperanza y el Teide. Por la izquierda una parte del puerto y Santa Cruz. También aquí han hecho unos paseos con bancos, está muy bien para pasar un rato.

Después de un pequeño respiro por la subida, fuimos a ver la Cueva Roja, pero antes a las niñas les sugerí que me dijeran si veían algún sendero y me señalaron un canal de agua con una pista que se veía frente a nosotros, en la montaña por debajo del mirador ¡Menuda sorpresa les tenía preparada! Las chicas se metieron dentro de la cueva, bueno la gran cueva y salieron subiendo unas escaleras por el otro lado, donde yo las esperaba para indicarles cual era el sendero verdadero. El chasco que se llevaron cuando vieron que no me dirigía hacia el sendero del canal, sino que les señalé unos escalones altos excavados en la pared exterior de la misma cueva, y se dieron cuenta de que por ahí tenían que subir. Pero nada, tengo dos pibas que valen el doble de lo que pesan, y sin más se dispusieron a subir, sin hacer ninguna pregunta. Además, vieron que el sendero no era peligroso, aunque subían a lo alto de la cueva. El principio del sendero es un poco malo, a ese lugar se le llama “la finca del gato”.

    Bueno pues a subir el camino se ha dicho, en unos minutos, aparece una veredita hacia la derecha y sube, pero nosotros seguimos recto subiendo, hasta encontrarnos otro que en horizontal nos lleva hacia la izquierda y ligeramente va subiendo. Este sendero no está mal, empedrado, a veces se estrecha un poco, pero bien. Desde el barranco de Santos subía un ventarrón hacia donde nosotros estábamos que por algunas zonas llegaba a ser bastante fuerte, el cielo estaba un poco encapotado, y además desde la Finca España hasta La Laguna, se veía una neblina algo cerrada, aunque donde nosotros estábamos, se estaba bien, fresco que es bueno para caminar ¡Esperábamos que siguiera así todo el día! Antes de llegar al barranco de Las Goteras, nos encontramos con unas cuevitas aparentes, donde en una de ellas nos paramos a desayunar unos tremendos bocadillos de tortilla española, que quitaban el hipo. Desde las cuevas vimos un precioso arco iris sobre la casa de La Calera, en lo alto de la montaña. Una vez la barriga llena y el corazón contento, seguimos nuestro senderito y llegamos a las cuevas del barranco de Las Goteras, donde en lo alto se podía ver un gran salto que formaba un dique y en las cuevas se veían las marcas del goteo del agua (de ahí el nombre) y a nuestra izquierda el barranco que va a dar al barranco de Santos, impresionante. Continuamos hasta llegar a la cornisa de la montaña de Las Mesas (La Calera), donde el sendero se pierde porque los arbustos lo han invadido. Frente a nosotros vemos la casa y seguimos pasando por unos terrenos en bancales sin cultivar hasta esta casa y el árbol. Hacia la izquierda un muro de piedras con unas manchas blancas, que seguimos hasta el otro extremo hacia un montículo Roque de Abajo, desde donde sale un sendero bordeado con piedras y después por piteras alineadas. Desde este lugar se puede ver el barranco de Jiménez y el volcán de Montaña Guerra a nuestra izquierda, y frente al sendero, el caserío de El Toscal, hacia donde nos dirigimos.

El tiempo había cambiado pues se había despejado ya completamente, aunque seguía el ventarrón fuerte, procedente del valle. Continuamos hacia la primera casa a la vista, donde nos salieron a darnos los buenos días, una jauría de perros ¡Qué bien educados están! Luego comenzamos a bajar por una pista asfaltada hasta llegar a un puente con una barandilla de hierro, donde empezamos a subir hacia la derecha hasta que la pista conecta con la carretera general, frente a nosotros el Bar Jiménez y un poco más arriba a la izquierda la pista por donde continuaremos más tarde. Pero antes decidimos acercarnos a la ermita a descansar un poco, en la placita, llenar las botellas de agua del chorro y también la barriga ¡Qué lugar más agradable y tranquilo! A pesar de la carretera general, aunque tiene muy poco tráfico. Lo que daría yo por vivir aquí. El chorro de la plaza de la iglesia, como suele suceder le a cualquier otro de su especie, es una caja de sorpresas, nunca sabes cual será la cantidad de agua que va a salir y normalmente el chorro sale de imprevisto y con fuerza, lo que hace que te acabes mojando y así ocurrió.

    Después del pequeño descanso, bajamos por la carretera y entramos en la pista, ahora a la derecha, que nos conduce al mismo cauce del barranco del Valle de Carmona, y lo seguimos por la derecha, hasta que lo cruzamos y seguimos por la izquierda en la pista, y como suele ocurrir siempre sale alguna pista que no debería estar y no sé porqué siempre te metes de cabeza por ella, creyendo que es la correcta y normalmente ésta acaba en la entrada de alguna casa particular o en su garaje. Esta pista nos engañó porque era asfaltada y en una curva sube hacia la derecha. En el lado izquierdo aparece una pista de tierra, siendo ésta la verdadera, pero nosotros por listos cogimos la asfaltada y nos llevó en unos cincuenta metros más arriba hacia una era, así que otra vez para detrás. Cogimos la de tierra y justo subiendo te encuentras con unos belloteros, que son de agradecer porque a la sombra de ellos, descansamos un poco y se incluyó un cambio de aguas, para marcar territorio como los perros. Después del reposo continuamos la pista hasta la zona de El Castillo, donde pasamos una cadena y la pista nos guiaba hacia una casa con un salón alargado sin techo que pasamos por delante y seguimos hasta que, al llegar a una curva hacia la izquierda, nosotros nos metemos por un sendero a la derecha que apenas se ve porque lo tapan los arbustos. Luego rodeamos un cuartito cerrado, por su izquierda para luego subir un poco, aunque la vereda se hace casi imperceptible, pero ahí está. A nuestra izquierda hacia lo alto vemos unos eucaliptos, subimos por un senderito bordeado de piteras en hilera. En la subida las zarzas se metían de tal manera en el camino que tenías que apartarlas con fuerza. Una de estas veces. Ari se arañó y se clavó una espina de una zarza en una mano, pero nada que no pueda arreglar un poco de agua oxigenada.

    Seguimos subiendo por la ladera izquierda del barranco de Carmona y al poco rato, nos encontramos por casualidad con un pequeño abrevadero de agua para animales, abandonado y ya casi cubierto por la maleza, es La Fuente de las Vacas. Continuamos subiendo en zigzag por el sendero hacia un par de pinos en lo alto, cuando pasamos éstos el sendero sigue en una curva que va a la izquierda, pero nosotros en esa curva cogimos de frente por otra veredita que baja hacia el cauce del barranco hacia un salto. Nosotros atravesamos por encima las placas de basalto del Salto de Carmona, pequeño pero impresionante. Seguimos ahora por la ladera derecha del barranco, siguiendo por un sendero casi imperceptible y luego se dividía en dos senderos en forma de “V”; pues cogimos el sendero de la derecha, porque el de la izquierda se perdía entre los arbustos. Pero nos equivocamos, porque dicho sendero nos llevó a un pequeño barranco sin salida. Pues como rectificar es de sabios, volvimos sobre nuestros pasos y cogimos el otro sendero guiándonos por unos muritos de piedra que había en el mismo. Al rato llegamos a una valla metálica pequeña de apenas un metro de alto a nuestra izquierda y el senderito nos llevó por aquí hasta el principio de una pista que subía en vueltas la montaña y que luego pasaba por delante de unas cuevas que estaban cerradas con puertas de madera y seguimos por la pendiente hasta que llegamos a lo alto, a la Gollada de Los Jorneros, en que la pista continuaba bajando hacia la derecha. En este punto, nosotros nos metimos por una cancela abierta y seguimos otra pista, que en cinco m minutos llegaba hasta una curva y un cuarto, donde se veía que habían celebrado alguna fiestilla. La pista acababa aquí, subimos un poco la montaña pero era imposible, así que tuvimos que volver al principio a la cancela. Por cierto, bajando por esta pista y antes de llegar a la cueva, en una curva vimos bajando por la misma y delante de nosotros una codorniz que muy coqueta y elegantemente, meneaba las nalgas para lucir su bello traje y que probablemente se le estaba haciendo tarde en llegar a su casa, por la prisa que se daba. Al legar a unas piteras se metió a esconderse en su búnker particular y solo se le veía la cabeza; al pasar junto a la pitera no se la veía, pero si te fijabas bien parecía que estaba asomada a su balcón viendo a la gente pasar por su calle. Una vez de regreso a la cancela, consultamos la guía y decía que por la izquierda de esta pista a unos metros del principio teníamos que subir por un sendero ¡Ya me extrañaba a mí! Pues subimos por él hasta que llegamos a un llanito donde hay unas cuevas, son las Cuevas de Hilario y aquí hicimos una paradita.

    En este lugar hay una bonita panorámica de todo el barranco de Carmona y al fondo a la izquierda la montaña de Las Mesas, a la derecha Montaña Guerra y en la “uve” que forman estas dos, una porción de Santa Cruz. Notábamos como unas gotitas de agua, nos salpicó la cara y mirando hacia el cielo, vimos como corrían las nubes, pues ¡Patas para que os quiero! Por si acaso. Menos mal que el Cristo aguantó por nosotros un poco las nubes.

    Continuamos hasta lo alto por el sendero, hasta llegar a La Cancelilla, que es una puerta de hierro (cancela) colocada en un corte, en la tosca que forma un pequeño pasillo en la cima de la montaña. Pasado este corte aparece delante de nosotros el suave Valle de Las Chozas, desde aquí sigue un sendero hacia la izquierda hacia los riscos de Carmona, pero nosotros seguimos uno mucho menos peligroso que bajaba. En la ladera de enfrente se veían unas cuevas y debajo una hilera de cajas de colores con patas; al final del valle se puede apreciar la gran charca de Tabares y hacia lo alto los Riscos de Carmona. Continuamos por el sendero describiendo un arco que va desde el lado derecho del valle hacia su lado izquierdo, donde aparece un camino a nuestra derecha, pero nosotros seguimos el que traíamos, pasando por delante de las cuevas que se usan como corrales para las vacas; esto a la derecha del sendero y a nuestra izquierda aparece un letrero: “Peligro por Abejas” es decir, que las cajas con patas eran colmenas, seguimos y un poco más adelante nos encontramos con muchísimas más colmenas, todas en una gran hilera y un poco después a nuestra derecha una gran cueva que se usa como pesebrera pero que en vez de esto, parecía más bien una leonera, por la cantidad de basura y latas vacías, recuerdo de grandes comilonas, ¡Con lo poco que cuesta dejarlo todo limpio! Seguimos la pista hasta llegar al final que desemboca en otra procedente del Lomo Largo y en un muro, es La Cañada, desde donde se divisa otro punto de vista de la vega lagunera. Continuamos por la nueva pista hacia la derecha y luego comenzamos a bajar hacia la carretera de Jardina.

    Por el camino vimos que todas las casas tienen perros y que todos muy bien educados nos saludaban muy efusivamente, hasta incluso en una de las casas, había uno que desde un pequeño muro, casi nos salta encima nuestro de la emoción, para darnos un cariñoso beso de bienvenida, mientras que otros asomaban la cabeza por todos los huecos de la pared para saludarnos e indicarnos el camino ¡Fuerte una escandalera de ladridos! Bajando por la pista de Gonzalianez, llegamos al cruce con la carretera de Jardina y nos hemos dado cuenta de que se está construyendo muchos chalets por aquí. En cinco minutos llegamos al cruce de la Cruz de Los Álamos, desde donde intentamos llamar a Merci pero por la lluvia de los días anteriores, las líneas de teléfono tenían mucho ruido, por eso no podíamos oírla bien y se cortó la comunicación.

    Bueno ya solo nos quedaba seguir por el camino de Las Mercedes hasta el casco urbano y luego a la estación. Pero ocurrió una cosa, que nos habíamos olvidado que habíamos dejado al Cristo aguantando las nubes y debe ser que ya no podía más o que nos quiso gastar una broma, porque de repente cayó un buen palo de agua que ¡Me cago en la leche!, Tuvimos que salir corriendo a buscar refugio en el umbral de algún portón y para más recochineo, estando ahí parados al momento pasa por delante de nosotros la guagua de Las Mercedes hacia La Laguna. Desde luego ¡Qué mala suerte! Bueno pues cuando amainó un poco, seguimos bajando por la carretera y para más complicaciones a Ari le surge el dolor clásico en un costado, hicimos una mínima parada para que se recuperara y seguimos; pero cuando ya estábamos llegando al cruce con la vía de Ronda, comienza a llover fuerte otra vez. Pues cruzamos como pudimos, aunque con mucho cuidado por los coches y pudimos refugiarnos en el portón de una casa, casualmente era la casa de Nenuchi y Gregorio (buena y bonita casa). Volvió a parar y continuamos rápido para llegar a La Laguna, pero a Arí volvió a repetirle el dolor, bueno pues un pequeño descanso y respiración profunda para que se le pasara. Seguimos y ya estábamos en el cruce de Madre del Agua que cuando Ari vio la fuentecilla del camino, su atracción fatal, fue santo remedio se acabaron todos sus males. Luego atravesamos La Laguna para llegar a la estación para coger la perrera y bajar a Santa Cruz, que por cierto había bastante gente.

Sábado 23 de noviembre de 2002

sábado, 9 de noviembre de 2002

07 Litoral de los Realejos

 Costa del Agua

Del Guindaste a la Rambla del Mar

    Hoy hace un día muy bueno para ir a la playa, cielo despejado y un sol radiante, pero no es tan bueno para ir a caminar. Pero como siempre vamos en contra de cualquier estereotipo, nos fuimos a hacer un recorrido urbano por la costa de Los Realejos. Buscando sitio en Punta Brava donde dejar el coche lo más próximo posible de la estación de guaguas, para que no nos cueste tanto el regreso por el cansancio, pero no fue posible. Solo conseguí en los aparcamientos del hotel Maritim. Después de coger los bártulos, nos dirigimos hacia el final de la calle y a la derecha ya en los aparcamientos, comienza el sendero del itinerario que vamos a realizar hoy.

    Para empezar estamos en una zona llamada El Burgado, aquí comienza un sendero muy bien acondicionado, con vista al turismo, con una baranda de troncos que nos lleva en dos minutos a la playa de Los Roques: playa pequeña en forma de caleta con callaos y tres roques en el agua. Se puede bajar a la playa y subir de nuevo al sendero por el otro extremo de la misma, aunque no está muy bien.

    Seguimos el sendero que bordea la caleta para llegar al otro extremo de la playa, pronto nos encontramos un sendero que sube a la izquierda pero nosotros continuamos hasta el final a lo que llaman Pejerrey, desde donde se pueden ver desde otra perspectiva la playa y los roques; de izquierda a derecha: la plata, roque grande y roque chico. El roque del centro está lleno de cardones y donde también había palomas. Las olas rompían con furia en los roques y se veía traspasar el roque chico, por los huecos y se formaban dibujos raros con la resaca, muy bonito. Seguimos por el sendero bordeando la punta de Pejerrey y llegamos a un cruce de senderos, donde el de la derecha aunque estaba cerrado, seguía por el acantilado pero muy peligroso. El de la izquierda volvía al sendero principal que atraviesa una portada de piedra ancha, pero bajita ¡cuidado con los cuer...! digo con la cabeza, y volvimos por el camino de la caleta, hasta que por la derecha encontramos el sendero que sube un poco pendiente y que en cinco minutos te lleva a la Urbanización La Romántica II, por la calle que la atraviesa de un lado a otro, aprovechando las sombras porque hace mucho calor y el sol esta fuerte. Al final de la calle, hacia la derecha bajando un poco, hay un mirado desde donde se divisa la costa de Punta Brava y El Burgado; hacia la izquierda toda la costa hasta El Guindaste y al final el barrio de Las Aguas en San Juan de la Rambla. Este mirador está plagado de una especie autóctona que nunca estará en peligro de extinción, planta que cuando pisas su tallo grueso y leñoso, desprende un fuerte aroma y tiende a adherirse a los zapatos, es la típica “mierda-perro” ¡Vámonos de aquí corriendo, no vaya a ser que tropieces y se te pegue a la ropa!

    Volvemos a la calle y subiendo un poco más arriba hacia la derecha comienza el sendero que te lleva por todo el acantilado, pero de primera entrada hay un mirado el de Campo santo, aquí se dice que enterraron a las víctimas del aluvión de 1.826 ¡Vámonos también de aquí, no vaya a ser que algún muerto nos agarre por las patas y no nos deje salir! ¡Cruz perro maldito! Seguimos el sendero que nos va llevando justo por la parte más alta del acantilado y encima de nosotros Los Llanos de Méndez, la verdad es que impresiona un poco, pero se pueden apreciar unas vistas fantásticas. Al llegar a una curva del mismo, después de un rato caminando, se divisa un profundo barranco y al fondo una construcción que está en ruinas La Gordejuela, edificio que antiguamente servía para subir el agua. Seguimos y echamos un vistazo desde el mirador, pasamos el puente del barranco del Patronato o de La Gordejuela y en vez de seguir el sendero, decidimos meternos por el que va al edificio y sentarnos en la escalera a echarnos un tentempié y descansar un poco.

    Al cabo de un rato, recogimos todo y aunque el sendero está marcado con un cartel de prohibido el paso, nosotros decidimos bajar por las escaleras bastante pendientes que van en zigzag por la ladera, hasta que llegamos al viejo edificio. Entramos en él y le echamos un vistazo, está en ruinas y se encuentra en el mismo acantilado, tiene una fantástica vista de la playa de La Fajana. Atravesando la casa y bajando unos escalones, aparece un sendero que baja hasta la misma playa pero es peligrosísimo. Decidimos seguirlos con mucho cuidado hasta que llegamos a unas escaleras destrozadas, con unos tubos oxidados, restos de un pasamano, los peldaños de la escalera estaban medio tapados por la gravilla desprendida de la roca y de esta manaba aguas negras. El vértigo que produce este lugar es muy fuerte, el pánico nos abordó dé tal manera que nos impedía movernos. Decidimos retroceder, porque vinimos para pasar un buen día y no a perder la vida, puesto que no somos unos suicidas. Volvimos sobres nuestros pasos a La Gordejuela y por supuesto a subir las empinadas escaleras, pero ¡Me cago en la leche! ¡Qué rapidito bajamos, pero que despacito subimos!, Desde aquí abajo parecía que no tenía fin.

    Una vez arriba, cansadísimos de la maldita escalera, cogimos el sendero principal que luego se convertía en una pista ancha que subía dando vueltas. En una de estas, girando a la derecha, se pasa junto a una casa, una finca de plátanos y una cancela hueca nos cerraba el paso, bueno esto es un decir porque la verga solo estaba formada por un marco de tubos que no nos impedía pasar, solo a los coches. Seguro que fue comprada a plazos y solo debían haber pagado el primero.

    Continuamos por el sendero y éste daba a otro muy bien preparado con baranda de troncos, que bajaba a la playa de La Fajana, y por este nos metimos. Aunque Merci y Loe se quedaron en una especie de rellano que parecía un mirador. Ari y yo seguimos bajando por el sendero, esta vez en escaleras, hasta que nos encontramos con una desviación por la izquierda, tapada por unos cañaverales que en pocos metros nos llevó hasta la boca de entrada de un túnel, cuya boca no tenía más de un metro. Pues encendimos una linterna y como intrépidos aventureros, por ahí nos metimos. Dentro del oscuro túnel era ya más ancho y alto que yo o sea muy cómodo para pasar caminando y no te daba sensación de claustrofobia. De las paredes y techos se veían callados de la playa mezclados con arena, el túnel puede tener aproximadamente unos veinte metros de largo y al final hace una “L” dando hacia un costado de la playa de Castro, justo debajo del Fortín de San Fernando. En la playa sólo había una parejita, ¡Dejémoslos tranquilos! Dimos la vuelta, volviendo a pasar por el túnel, aunque también hay un sendero que desde la playa sube a La Rambla de Castro.

    Cinco minutos más tarde nos reunimos después todos y subimos por el sendero hasta que llegamos a la Rambla. Un lugar muy bonito que lo están acondicionando. Nos metimos por una pista de tierra hacia la derecha que te lleva a una especie de mirador hacia la playa de La Fajana y por donde podías ver el sendero que habíamos caminado desde el túnel. El lugar no tiene salida y tienes que volver por el mismo sitio, pero nos ocurrió que nos dieron ganitas de cambiar las aguas menos y el lugar es descampado, bueno pues que busca encuentra. Detrás de unos matojos, comenzamos a desfilar uno por no hacia las improvisadas letrinas y en la curva haciendo guardia, al que le tocaba. Acabada la misión, retrocedimos por la pista hasta continuar por la principal hacia los jardines de La Rambla, que están en muy mal estado pero aún así, es un lugar que bien merece una visita sin agobios, viendo cada detalle, como los jardines y paseos, el fortín, la casona, los canales de agua, la playa y por supuesto el camellito que parece que se está dando un baño.

    Una vez nos hemos deleitado en esta zona, subimos por el camino real y salimos a los aparcamientos del mirador de San Pedro, descansamos aquí un poquito pues desde aquí se puede apreciar una vista aérea de toda la costa norte. Luego continuamos y pasando el mirador, aparece el antiguo camino real y por él nos metimos, para en primer término admirar la pequeña ermita de San Pedro que vemos a nuestra izquierda, con cierta pena vimos que se hallaba cerrada, aunque por fuera hay unos paneles informativos que tratan sobre su historia. Seguimos bajando la pista empedrada hasta que llegamos a un crece con una palmera en medio, aquí cogimos la pista de la derecha y seguimos bajando, pasando por delante del portón de la casona, ahora desde fuera, su entrada principal, y por nuestro lado izquierdo la finca de San Pedro, con casas particulares. Un poquito más abajo, vemos algo singular, un canal de agua que bajaba por nuestro costado, hacia una curva para después adentrarse en la platanera, pues en esta curva como para aprovecharla mejor, habían hecho antiguamente una pila (pileta o piedra de lavar), es decir, que el agua que los señoritos no aprovechaban para sí, era aprovechada para lavar y luego pasaba a los terrenos como agua de riego. Justo unos metros más abajo, atravesamos un bonito portón con una cruz en lo alto, y seguimos por el camino del Mayorazgo, en el recorrido vemos una huerta con calabazas, unas en la mata y otras puestas a secar para semilla ¡Buen potaje!

    En el camino vimos a lo lejos una bonita glorieta, que ya habíamos divisado desde el mirador de San Pedro y seguimos adelante porque vemos que el sendero se dirige hacia esta glorieta, pero resultó que al legar a este punto, vemos que la glorieta pertenece a una finca particular toda amurallada y que el sendero, aunque desde lejos parece que sí, ¡pero no! Este pasa por un lado y hacia abajo bordeándola, es decir que la glorieta queda justo encima de nosotros. De todas maneras vale la pena llegar hasta aquí, esta zona se denomina El Guindaste. Justo aquí donde estamos hay un mirador, por donde transcurre el sendero tipo balcón sobre la costa con una baranda de troncos que te llevan a admirar debajo de nosotros El Embarcadero (o El Remolino) con un par de barcas en las rocas y gente pescando. Este lugar, por lo apartado que está, atrae a muchas parejitas para admirar estos parajes... bueno eso creo yo ¡Qué bonito es el amor! ¡A éste lo conozco yo y esa no es la mujer! ¡Me conoces mascarita! Rodeando la glorieta, saliendo del mirador y siguiendo el caminito, pronto nos sale una veredilla por nuestra derecha que baja hacia el embarcadero y abajo en el charco, otra continua por la izquierda (pero que está en muy mal estado) que te lleva por la costa pasando el siguiente espigón al Charco la Cruz y después por callados a la Playa del Socorro. Pero nosotros por la hora que era, decidimos no seguir y pensar ya en el retorno puesto que faltaba poco para que empezara a oscurecer.

    Seguimos la vereda del mirador hasta que llegamos a un paso-túnel que nos llevo a la Rambla del Mar, donde enseguida recordé que aquí veníamos de solteros Merci y yo a ver el paisaje... ¡Sin comentarios! Subimos por la bonita alameda entre fincas de plataneras y mostrándonos el camino dos hileras de naranjos, que nos llevó hasta la hacienda de Las Chozas, donde había dos preciosas y antiguas casonas. Pues en una de ellas en un gran pasillo - balcón de madera, que ocupaba todo el ancho de la casa, había un perro que no paraba de ladras pero que estaba inmóvil, sin moverse del sitio, expectante del dueño que se subía en el coche y vigilándonos a nosotros ¡Buen perro! Seguimos subiendo por la carretera hasta llegar al cruce que baja hacia la playa del Socorro, con pena por no seguir porque ya era tarde, pero ya habrá más días. Subimos pasando el túnel por debajo de la carretera general del norte y en un minuto estábamos en la parada de guaguas en la carretera, donde había un pibe, que vendría probablemente del Socorro, con una gran tabla de surf.

    Cogimos la guagua que venía de Buenavista por Icod, pero el pibe tubo que esperar a la guagua siguiente, puesto que esta venía a tope y no había sitio para la tabla ¡Pobre pibe!, Tampoco había para nosotros que tuvimos que ir de pie, menos yo que veía cargando todas las mochilas. Y así pasamos un día agradable con algunos sobresaltos y muchas emociones.

Sábado, 9 de noviembre de 2002

viernes, 1 de noviembre de 2002

06 Bailadero – Chamorga – Igueste

Tres Senderos por el precio de uno”

¿Hay quien de más?

 Bailadero – Chamorga – Igueste

    Hoy se celebra el “día de todos los Santos”, para los más tétricos “El día de todos los muertos”, y como señala el dicho “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Nosotros lo celebramos marchándonos de excursión. Esta vez tenemos pensado ir en guagua hasta Chamorga y desde allí ir caminando hasta Roque Bermejo, con una duración aproximada de cuatro horas ida y vuelta. Anteriormente habíamos querido hacer esta ruta pero hasta hoy no habíamos podido hacerla.

    Pues no se porque razón, el destino parecía que no quería que fuéramos allá, como siempre ocurre; porque cuando solo en el silencio de la madrugada, tomando el primer café (el chachi y verdadero), verificando el horario de salidas y llegadas de la guagua – micro, aparecen unos símbolos que indican que este servicio no se presta ni los domingos, ni festivos ¡Me cago en la leche! Pero según el dicho: “El que la sigue, la consigue”. La solución es coger la guagua de Taganana que sale a las siete y cinco; pues a todo meter porque eran aproximadamente las seis de la mañana, toqué la diana para levantar a toda la tropa y en media hora estábamos listos. ¡Pobre Trufo!, otra que te pierdes, pero “no posible”, hasta que en el transporte público admitan a los perros. 

    Cogimos la primera guagua que pasó (Güimar/Sta. Cruz), nos bajamos en la parada frente al Corte Ingles y corriendo al mercado a buscar el pan... y el dulcito, pero solo las floristas eran las que estaban haciendo el agosto, el resto de los puestos estaban cerrados, y es que no nos acordábamos que era fiesta. De suerte que en la calle lateral del mercado, justo por encima la que se dirige a la autopista, hay un horno de pan, que por cierto fue gracioso porque una de las dependientas nos contó algo enfadada, que el día anterior alguien les había robado el aparato con la cinta adhesiva, y por eso, no nos podía atar la bandejita de dulces. Bueno ya teníamos el pan (los dulces los llevábamos ya puesto) pues rápido a la estación, porque ya eran las siete menos cinco.

    En el trayecto a la estación, nos tropezamos con dos típicos maracas zumbados, hartos de fumar y no precisamente cigarros, queriendo bacilar preguntándonos por unas llaves, que parece, habían perdido. La respuesta fue sencilla y fácil: “Creo que en el fondo del mar, matarile”, cada loco con su tema. Llegamos a punto de salir nuestra perrerita, puntual ella como siempre; aunque hay quien dice lo contrario. En la guagua subimos, el chofer, un señor, un senderista (por la pinta que llevaba) y nosotros; ya en San Andrés subieron dos personas más. Al chofer le dijimos que nos dejara en la entrada del túnel de Taganana, y así lo hizo.

    Comenzamos a subir el sendero al Bailadero, pero esta vez, debido al cambio de hora de hace pocos días, parecía distinto, pues las veces anteriores lo hicimos todavía de noche y hoy ya había amanecido y se veía de otra manera. Una vez arriba comenzamos a caminar hacia la derecha, dirección a Chamorga, hasta que pasados unos quince minutos con encontramos por el lado derecho una vista de San Andrés y por el izquierdo Almáciga y un poco más adelante en este mismo lado unos escalones de piedra que subían a un sendero paralelo a la carretera y una barandilla pequeña un poco oxidada.

    Este sendero es el del Pijaral, que se va internando en el monte y de momento se veía que subía a un montículo. Seguimos este sendero y al poco rato apareció otro por la izquierda, pero nosotros continuamos recto y subiendo pero a los pocos minutos, vemos que el sendero desaparece, nos dimos cuenta que íbamos mal y volvimos sobre nuestros pasos y volvimos a la encrucijada (ahora a la derecha) donde había un pequeño llanito y ahí mismo comenzaba un sendero que bajaba, encontrándonos por el camino escalones de piedra, algo resbaladizos por la humedad y el musgo. El sendero discurre cerrado, todo cubierto por la laurisilva, y no tiene nada de monótono, pues a veces nos encontrábamos ramas de árboles caídas que daban la impresión que el sendero terminaba, pero saltando las ramas aparecía otra vez, a veces la propia maleza invadía el sendero. También es una zona en la que encontramos muchas píjaras (helechos gigantes), que nos hizo recordar el bosque de Los Tiles en La Palma.

    Este sendero corta unos cuantos kilómetros de la carretera general y vuelve a incorporarse a la misma. Un poco más adelante aparece el parque recreativo de La Ensillada, que la misma carretera lo divide en dos: la zona de acampada a la izquierda y arriba y la zona de las mesas, fogones y los chorros abajo a la derecha. Pues en este lugar hicimos la paradita para desayunar en una mesa cerca de un chorro de agua y... Manos a la obra: rico bocadillo de salchichón, con quesito porción y agüita del mojón, ¡Qué vacilón! Una vez ya inmersos en la faena, aparecieron cerca de nosotros unos pájaros que primero se posaron en unos árboles cercanos a nosotros para investigarnos y ver nuestra reacción, luego poco a poco al olor de las viandas, se iban acercando, aunque con cautela hasta llegar cerca de nuestros pies para picotear las pocas migas que caían al suelo de nuestros bocadillos, una verdadera gozada, en ningún cine hubiera visto una escena igual y tan insólita ¡Fantástico! Luego, una vez habíamos terminado, llenamos las botellas de agua del chorro, que por cierto estaba heladísima. Echamos un vistazo para que no quedara huella de nuestro paso por aquí y... Carretera y manta que se nos escapan los perros.

    Continuamos caminando por la carretera, hacia la derecha, metiéndonos por todos los atajos que nos salían al paso y que cortaban bastante camino, algunos tenían unas pequeñas pendientes algo resbaladizas, otros muchos, muchos y muchos más escalones; por uno de estos senderos atravesamos el cauce de un barranco con cañaverales y otra vez a la carretera. Un poco más adelante nos encontramos a la derecha una pista que va al cementerio y al principio de la misma un sendero y un cartel que ponía Igueste 1h. 45’; en ese momento, se me encendió la bombilla de las ideas malvadas y echando un vistazo de reojo y con una sonrisa maquiavélica continuamos carretera adelante. Poco después nos sale al encuentro una carretera que va al Lomo de las Bodegas, pero nosotros ni caso, cogiendo resuello para atacar una subida que llega al túnel donde en lo alto del mismo se encuentra el caserío de La Cumbrilla. Por cierto pobre de la gente que viva aquí sobre todo cuando tienen que subir algo a sus casas.

    Pasamos el túnel y comenzamos a bajar, también cortado camino, hasta que en el último atajo pasamos junto a una casa que la vereda la bordeaba que aunque había letrero, el camino había sido cubierto por la maleza y había desaparecido. En ese momento salió el dueño de la casa y se puso a hablar con nosotros, entablando una conversación – paliza (nuestros pobres maguitos muchas veces están tan solos y aislados que cuando cogen a alguien no lo sueltan). Bueno pues gracias a él, nos enteramos de muchas cosas, sobre todo de un par de senderos buenos. Uno de ellos el que íbamos a hacer a continuación. ¡Gracias maestro!, Que Dios se lo pague porque lo que es yo, no tengo ni un euro (antes un duro). El señor nos dejó pasar una vereda de su propiedad y en dos minutos estábamos otra vez en la carretera, cinco minutos más tarde, por fin llegábamos a la plaza de Chamorga. La ermita estaba abierta, era pequeñita y dedicada a la Virgen de la Concepción, pues entramos a curiosear como buenos hurones y después de presentar nuestros respetos, solicitar la bendición y la petición de que nos acompañara, salimos a sentarnos a descansar en los bancos de la placita.

    Más tarde seguimos el camino hasta llegar hasta la Venta-bar de Álvaro, donde por fuera de éste, preguntamos a un chico ¿Dónde comenzaba el sendero al faro de Anaga por la cumbre? Y el muy cabroncillo debe ser que tenía el día muy guasón, que nos indicó que se accedía por una pequeña pendiente empedrada que nos encontraríamos bajando a la izquierda, al principio del camino a Roque Bermejo. Este era el sendero que inicialmente veníamos a hacer, bajar y subir por el mismo sitio. Agradeciendo la información continuamos y llegamos a la última casa donde empieza el sendero a la playa, en una curva, donde había una subidita de piedras, pero esta daba a un corral de cabras, al lado de la casa. ¡Adiós coño! ¡Ya el conejo me riscó la perra! Esto no podía ser la veredita. Pues continuamos bajando hasta la siguiente curva unos cincuenta metros más abajo, pero no había ninguna subidita que accediera al sendero principal. Más al echar un vistazo hacia la montaña, veíamos el sendero que la subía y que precisamente pasaba un poco por encima del corral de cabras. Además cuando mantuvimos la conversación con nuestro magito, veíamos como subían el sendero un par de extranjero (eso se nota por la pinta) y después a un grupito familiar. Pues como buen "tauro", a cabezudo no hay quien me gane, cuando dijo “por ahí me meto”, es que lo hago, sin importarme las consecuencias. Dije a las chicas que esperaran y retrocedí el camino, luego subí la pequeña pendiente rodeando el corral y subí trepando unos metros entre tabaibas y ahí mismo estaba el sendero, que resultó comenzaba justo a la izquierda del bar para luego rodearlo por detrás y seguir hacia la cumbre... ¡El muy hijo de su madre! ¡Putaditas a mí! Bueno pues, dos silbidos a las chicas, ayudita para subir por el corral y todos al camino correcto, fuerza en las patas y a subir que es lo nuestro, dejando detrás los enfados.

    Este sendero sube por las faldas del Roque Bichuelo y se dirige a la cima, hacia una roca en forma de oso (bueno aproximadamente) es el Pilón, que se puede rodear y desde donde dominando la zona, se tiene una vista de Chamorga, el barranco de Roque Bermejo, las montas que rodean al caserío y frente a nosotros en la otra loma, el caserío colgante de La Cumbrilla con el túnel debajo. Seguimos el sendero por la izquierda y bajando un barranco para después subir por la otra ladera, esto se llama el Paso de la Burra. Seguimos subiendo por la pendiente un poco más fuerte con un poco de sol y más tarde unos escalones de piedra ¡Con lo que nos gusta a nosotros! Ya en la cima se divisaba al frente y abajo una casa abandonada, un poco en ruinas. Nos dirigimos por el camino hacia ella, perdiendo de vista a Chamorga, por la izquierda nos encontramos con un sendero que va a La Cruz del Draguillo.

    Continuamos hacia delante y llegamos a Las Casas de Tafada (aunque yo solo vi una) que rodeamos y seguimos con nuestra veredita, hasta llegar a una pequeña explanada el Lomo de la Cruz, y que sorpresa nos esperaba, más fantástica, espléndida, maravillosa, sublime, colosal, insigne... (Creo que me he pasado un poco, ya no quedan más calificativos en el diccionario de sinónimos). Una vista nos deleitaba y nos dejaba mudos. A nuestra izquierda muestra los Roques de Anaga: inmensos y majestuosos, tan cercas que parecía como si los pudiéramos tocar. A nuestros pies el mar y la costa de Las Breñas, y a la derecha frente a nosotros abajo, el faro de Anaga, nuestro querido farito, chiquito sobre una edificación pero orgullo y matoncillo él; se dice que es el más potente de toda la isla, pues tiene un alcance lumínico de aproximadamente treinta millas marinas. ¿Quién lo diría?

    Por delante de nosotros a lo lejos iba una familia de cuatro miembros, como nosotros y de una forma un poco rara, se entablo una especie de carrera sin premio, para que no les alcanzáramos y ser los primeros en llegar a ninguna parte. Pero los alcanzamos y pasamos sin acelerar el paso y desde luego sin ningún ánimo de ganar nada.

    Continuamos el camino y luego la vereda bajaba a la izquierda y seguía de frente un pedazito. Nos metimos aquí y los atletas nos adelantaron, seguimos unos metros y... ¡Vaya una vista compadre! En el cauce del barranco unos estanques vacíos, el cauce del barranco mismo y Casas Blancas. A nuestra izquierda toda una panorámica del caserío, de la playa y el Roque Bermejo y por supuesto nuestro farito.

    Volvimos al sendero principal y seguimos bajando, luego ya casi en el faro, nos sale por la izquierda un sendero que va hacia Las Palmas... ¡Sí! ¡Sí! ¡Que no estoy loco! Las Palmas pero de aquí, las de Anaga. Ahora mismo nos encontramos en una de las esquinas del faro junto a la alambrada y echando un vistazo al edificio, vemos una fila de placas solares ¡Ay! ¿Quién pudiera agarrar al menos una para darle por saco a Unelco y su tendido? (que no el de la ropa). Seguimos bordeando la alambrada que nos lleva justo a la entrada del edificio del faro, y a partir de aquí comienza a descender un camino carretero ancho y empedrado que nos lleva hasta la Quebrada que es el cruce que viene de la playa y sube hacia Chamorga. Un poco antes, adelantamos a los atletas, porque se pararon en medio del camino a echarse un "tentempié”. Bajamos hacia la encrucijada de caminos y para la playa. Por el camino nos encontramos un señor mayor en una finca, que posiblemente estuviera trabajando en el terrenito, pues tenía un motor de energía en marcha, saludito de rigor y caminito adelante.

    Más abajo, nos sale una entrada que va a una ermita en mal estado y una casa. Es el caserío de Roque Bermejo continuamos bajando y en un minuto llegamos a las casas de la playa donde hay un pequeño bar. Atravesando las casitas te encuentras ya en la playa; pequeña, tranquila, solitaria y paradisiaca. Hoy el mar está tranquilo, de todas formas el pequeño dique natural creo que apaciguará la bravura de nuestro mar del norte. La playita es de arena negra y unos pocos callaíllos, en contraposición con el Roque Bermejo, un gran peñasco de color rojo en el mar, único nexo del mar con la playa, cual soldado defendiendo su fortaleza. De este lugar ¿Qué más se puede pedir? Si es un remanso para los Dioses. Cuando entramos en la playa, solo había dos extranjero en un lateral. Fuera los zapatos, pantalones remangados y a remojarnos los dátiles. ¡Ah! ¡Qué delicia! Y que descanso para nuestros pies, nos quedamos con los pies en remojo, como los garbanzos, un buen rato. Todos menos Merci que ya empezaba a tener problemas con los pies y se quedó sentada descansando. Un poco más tarde aparecieron los atletas para darse un buen chapuzón.

    Una media hora más tarde, ya los pies frescos, casi arrugados y descansados; a ponerse los calcetines y las botas, pero... ¿Cómo estaban esos calcetines? Pasaron de un color blanco polar a un color marrón oscuro tirando a diarrea de montaña que bastante difícil será que recuperen su color natural, ni en remojo quince días en blanco nuclear.

    Bueno en fin recogimos todo y, carretera y manta que se nos vuelven a escapar los perros. Comenzamos a subir el sendero hacia Chamorga, dejando atrás Roque Bermejo ¡Oiga! ¡Buena playita! Se merece que pase uno todo el día en ella y disfrutar de un buen amanecer, pero otra vez será ¡Qué pena! Seguimos subiendo pasando junto a la ermita y la casa que ahora se oía gente y se olía a comida. De esta casa se dice que hace unos años se instalaron como “ocupas” unos jipis ¡menudos unos tenderetes de maripilis, maripepas y mariguanas!, Seguimos y aún se oía el motorcillo funcionando pero esta vez no vimos al viejillo. Llegamos al cruce de caminos y seguimos rectos subiendo. En las huertas abandonas a la izquierda habían casetas, unas tres casetas, ¡Qué suerte! Esta gente tiene que estar disfrutando de unos amaneceres y atardeceres impresionantes.

    Pasamos por cañaverales y algunas casas en ruinas (Casas Blancas) y seguimos por el sendero subiendo el barranco y con sol, a eso de las dos y media de la tarde ya resultaba algo pesado, ya las chicas acusaban en sus rostros el cansancio después de algo más de una hora, por fin divisamos las primeras casas de Chamorga (sobre todo la del corral de cabras). Hicimos una pequeña parada en la plazita para coger resuello y después continuamos carretera arriba en dirección a La Cumbrilla y al túnel pues ya eran sobre las cuatro y media de la tarde y no queríamos que se nos hiciera tarde pues, por un lado Chamorga está a unos catorce kilómetros del Bailadero y por otro lado el cambio de hora, hace que oscurezca antes y ésta vez no teníamos linterna, ni fósforos. Esto era algo que me venía rumiando en la cabeza, pero no dije nada a las chicas.

    Pasamos el túnel y comenzamos a descender la carretera pasamos el cruce de Lomo de las Bodegas y comenzamos a subir, encontrándonos con grupitos de mujeres que bajaban caminando que seguramente, al ser el día de los difuntos, vendrán del cementerio de La Punta. En unos diez minutos llegamos a la degollada de la Piedra del Haya, donde a la izquierda empieza la pista hacia el cementerio, aquí había dos coches y algunas personas y un tufillo a muerte algo fuertito, pero mirando a los que allí pasaban, bien vivos que estaban. Pues justo aquí a la derecha comienza el sendero hacia Igueste, el que habíamos visto por la mañana. Ya eran las cinco de la tarde y a la pregunta ¿Por donde vamos? ¿Por el sendero del Pijaral al Bailadero y después bajar al cruce del túnel de Taganana aproximadamente de dos a tres horas, con lo que tendríamos que esperar a la guagua de las nueve y media de la noche? o ¿Por el sendero a Igueste unas dos horas aproximadamente y coger la guagua de las siete y media? Pues con lo cansado que estábamos la decisión fue unánime ¡Por Igueste!

    Entramos en el sendero y justo aquí, descubrimos de donde venía el olor a muerto, a la izquierda del primer escalón había una bolsa cerrada con su inquilino dentro (un perro muerto) ¡Desde luego, hay gente para todo! En vez de enterrarlo... Bueno seguimos. El sendero es cómodo, aunque tiene unos tramos que te pueden confundir por el cruce de otras veredas, pero tiene unas vistas espectaculares. Comenzamos a bajar atravesando el Salto de Ijuana, por el barranco del mismo nombre. Luego subimos y pasamos por una casa cueva, muy usual en estos lugares, es El Granel y seguimos hasta una cima para luego bajar por el sendero al Barranco de los Tabordos, donde en el mismo cauce, nos encontramos con una casa rodeada por una alambrada metálica, la bordeamos y seguimos subiendo hacia la cresta de la montaña, casi llegando arriba ya se podía ver una vista impresionante del barranco de Ijuana.

    Aunque íbamos bien, Merci ya venía un poco hecha polvo, debido a una de las botas que le hacían daño en un pie, pero seguimos no nos podíamos quedar aquí mucho rato ni retrasarnos, el tiempo iba en nuestra contra. Una vez llegamos a la cima, en la degollada, seguimos caminando por la cresta hacia un caserío que se veía al frente y que estaba deshabitado ¡Cualquiera vive aquí! ¡Socorro!, Es el caserío de Las Casillas. En esta zona se podía apreciar una panorámica del valle de Igueste a la derecha y por la izquierda el profundo y bonito barranco de Ijuana. En las laderas de este barranco había un rebaño de cabras pastando y un cabrero que les silbaba, aunque no pudimos verlo; seguimos hasta la siguiente degollada, por un lugar un poco peligros con escalones algo resbaladizos, al llegar a la misma, ya se divisaba el barranco de Antequera y pasamos de este ladera a la del valle de Igueste. Por esta ladera del barranco había otro rebaño de cabras que nos acompaño un poco de lejos hasta medio camino, pero pegaban unos saltos por los riscos que en un momento se ponían en mitad del barranco ¡Ay! ¡Quién fuera ahora mismo una cabra!, Para poder moverse uno tan rápido.

    Comenzamos a bajar por Hoya Lenor (o Leonor) y Los Avales, hasta que llegamos junto a un poste, creo que de teléfonos y nos encontramos un sendero donde terminaba el nuestro y dos carteles ecológicos (dos piedras alargas escritas en color rojo) que ponía a Las Casillas, señalando por donde veníamos y el otro ponía Antequera, señalando hacia la izquierda y subiendo, pues nosotros por la derecha y bajando. Ya comenzaba a poner el sol. Merci ya se encontraba bastante mal, que por el sufrimiento de los pies, tenía fatigas y tuvo que tomarse dos analgésicos, pero bien. En el cauce del barranco, pasando un lomo, ya se veía una carretera y unas casas, es el caserío de Lomo Bermejo y hacia la izquierda al final de la carretera las casas de Igueste.

    En una de estas mirando al piso, cosa rara y que no se enteren las chicas, porque siempre las obligo a caminar mirando al frente, me encuentro una especie de peina o peineta de color blanco un poco raro, al preguntarle a Ari, si se le había caído, me contesto que no fuera tan cochino y que me dejara de vacilones, pues era parte de la dentadura de un perro o una cabra. Un poco de humor en estos momentos creo que es bueno.

    Media hora más tarde llegamos al asfalto en Lomo Bermejo, sería cosa de las seis y media de la tarde aunque se podría decir, de la noche porque ya estaba oscuro y menos mal que llegamos, por dos razones: no bajaríamos el sendero a oscuras (cosa muy peligrosa) y otra que al caminar por un lugar liso, Merci encontraría algo de alivio para sus pies.

    Comenzamos a bajar por la pista a oscuras, bueno más bien en penumbra, porque se veía algo por donde caminábamos, hasta que unos veinte minutos mas tarde llegamos a la mitad de la curva que forma la carretera de Igueste, ya en el mismo pueblo y justo frente a la parada de guagua. ¡Por fin habíamos llegado! Llegamos muy bien sobre las siete y diez de la noche para coger la guagua de las siete y media y llegó puntual nos subimos y para Santa Cruz.

    Durante el recorrido empezamos a mirar dentro de la guagua, por ver si ésta llevaba algún herido muy grave o si se había declarado algún fuego o quizás la esposa del chofer estuviera pariendo; porque nos llevó por todo el camino a todo meter, que ni las curvas las veíamos, solo notábamos que allí estaban por el vaivén de nuestros cuerpos, parecíamos extras en la película de Indiana Jones, haciendo las escenas de las vagonetas descarriladas ¡Qué fuerte mi hermano!

    Al llegar al barrio del Suculum, vimos mucha gente apoyada en la valla, mirando hacia la otra ladera del barranco, parecía que había ocurrido un accidente, pero no fue así; por la carretera al Bailadero, se estaba celebrando pruebas cronometradas del rallie Isla de Tenerife. Después de unos pequeños atascos en San Andrés por el rallie, continuamos a todo gas hacia Santa Cruz, me pregunto si ¿No estaría el chofer participando en el rallie? Tanto fue el meneillo que empezamos a marearnos un poco que hasta Merci estuvo apunto de estallar una piñata que tenía en el estómago, de lo mal que se encontraba. Rápidamente decidí bajarnos en Valleseco y ¡menos mal! ¡Vaya tío!, Se le notaba que era el último recorrido que hacía y tenía prisa por marcharse. Es la primera vez que le deseo y le brindo un tormazo en todo el campanario del aprendiz de chofer.

    Una vez nos bajamos de la guagua, ya sin el mareíllo pero aún con la fatiguilla en el estómago, seguimos caminando por la nueva avenida, desde nuestra querida playita hacia Muelle Norte, hasta que la pasar por la gasolinera, vemos el cartel de “Kalise”, vamos Loe y Yo y compramos unos cornetos, que por cierto cuando íbamos a cruzar la carretera venía a toda velocidad un coche de carreras que pegó un bandazo que parecía que se nos venía encima y nos asustó. Bueno pues con el susto y todo nos mandamos los helados ¡Qué buenos estaban a las nueve de la noche!, Lo que teníamos no era fatiga sino hambre. Después ya llegamos a Muelle Norte cogimos la guagua y felizmente llegamos a casa.

    Creo que esta vez me pasé con la excursión pues estaba planeada de Chamorga a Roque Bermejo, ida y vuelta aproximadamente unas cuatro horas, pero fue interesante y volvería a repetirla... aunque pensándolo mejor ¡Más nunca!

Viernes, 1 de noviembre de 2002

sábado, 19 de octubre de 2002

05 De La Esperanza a La Florida


Caminata con Imprevistos

(Llamada así por la cantidad de acontecimientos que nos habrían de pasar durante toda la jornada)


    Nos despertamos temprano, sobre las cinco y media de la mañana. Esta vez teníamos planeado hacer un estupendo itinerario, hacia el Roque Bermejo y al faro de Anaga. Para eso teníamos que coger la guagua de las siete y media que sale de la estación con destino a Chamorga. Salimos de casa, esta vez también venía Merci, y como otras veces, cogimos la guagua sobre las seis y media y nos bajamos en el mercado, se impuso la comprita del pan y un dulcito para llevar puesto, aunque para darle gusto al cuerpo, esta vez tocaron a dos por cada uno. Abandonamos el mercado y nos dirigimos a la estación de guaguas. Una vez allí, nos fuimos a la placita de la estación hacia el punto de partida de la guagua hacia Chamorga y ¿...? ¡Me cago en la leche!... ¡No puede ser!... Alrededor de la parada había dos grupos grandes de jóvenes y unas personas mayores que iban a pescar, además de nosotros cuatro; y solo había un mísero micro de muy pocas plazas. Todas las veces que habíamos estado en la estación la guagüita siempre salía con muy poca gente, por no decir casi vacía, pero hoy no, ¿Qué pasó... para tener la misma idea todos?

    Pues sobre la marcha, como cualquier sitio es bueno para pasar el día, decidimos cambiar el itinerario e irnos a Las Lagunetas, en La Esperanza. Las excursiones para nosotros tienen el sentido de tranquilidad, sin agobios para disfrutar de un día en lugares donde no vaya mucha gente. Rápidamente nos dirigimos a la guagua que va al Puerto de la Cruz, que nos dejaría en la estación de La Laguna. Una vez subidos en la guagua, observamos que el micro de Chamorga salía cargado hasta los topes, incluso habían sentados unos encima de otros, y los viejillos se quedaron en tierra con las ganas de echarse una pesquilla. Bueno pues llegamos a la estación lagunera, no eran todavía las ocho de la mañana, y de suerte que allí estaba la guagua para La Esperanza. ¡Así me gusta, tempranito! Pues como en excursiones anteriores, nos dirigimos a Las Rosas y desde allí, comenzaríamos a caminar para dirigirnos al parque de Las Raíces.

    Cosa graciosa fue que, en los zarzales del camino, que en anteriores sábados había moras, no quedaba muchas y las pocas que quedaban estaban muy altas, con gran desilusión para las chicas. Luego subiendo la pendiente a nuestra derecha, Merci se fijó en una pequeña capillita que los vecinos del lugar la tienen muy bien arregladita, dedicada a la Virgen de Candelaria y donde también hay un busto de José Gregorio Hernández. Y frente a ésta en la pared de un restaurante, han pintado un mural, también dedicado a La Morenita, que está muy bien. Seguimos subiendo y por el camino bajaba un chico montado en su “piba”, ¿... o sería tal vez una chica?, la verdad es que no se sabía muy bien lo que era aquello, así que un saludito y a seguir el caminito.

    En la pista hacia Las Raíces a Loe le dieron ganas de “cambiar el agua al canario” y cuando estaba practicando éste menester, Merci se da cuenta de una cosa y le dice: ¡Mira! El susto que se llevo Loe y el rechazo que hizo hacía atrás, que nunca había visto ponerse unos pantalones tan rápido. Y todo era porque cuando estaba en posición de... ¿Cómo diríamos...? ¡Esquiar! Junto a ella y puesto boca arriba había un cráneo de perro, al que solo le faltaba la mandíbula inferior ¡Qué situación! Para una foto. Si por las trampas del demonio, estando en posición llega a pisar la mandíbula y de un salto, ésta le llega a rozar una nalga, a Loe la hubiéramos tenido que ir a buscar a Granadilla.

    Llegamos a Las Raíces, donde nos desayunamos y descansamos un poco, después de llenar las botellas de agua, nos pusimos en camino, cuando en ese mismo momento aparecía una guagua y dejaba en el parque una jauría de chiquillos y unas Marías armando un zafarrancho de combate ¡De la que nos libramos! Cogimos la pista que sale de los aparcamientos, pista de “Las Leñas”, pista que se interna en el bosque, comienza a subir para después desembocar en la pista de “Ovejeros”. Una vez aquí, seguimos por la izquierda hasta llegar al cruce con la pista “El Fayal” que por la izquierda baja hasta Barranco Hondo, y por la derecha nos lleva a Las Lagunetas. Nosotros cogimos la de la derecha subiendo entre pinos. Es una pista un poco aburrida, porque no tiene cambios, solo encuentras pinos, pinos y más pinos; sin ninguna variedad salvo al final algunos monumentos metálicos dedicados a Unelco.

    La única novedad fue que la pista era muy transitada. Primero cuando íbamos subiendo, aparecieron por detrás de nosotros, dos corceles muy altivos y distinguidos con jinete y amazona, caminando con paso elegante y muy exquisito, que no cambiaban el ritmo de marcha ni en las subidas, siempre al mismo paso, hasta que nos adelantaron y los perdimos de vista. De lo que sí nos dimos cuenta fue que los caballos debían ir cargados con regalitos porque según íbamos avanzando, nos encontrábamos con esos paquetitos olorosos en mitad del camino que seguro se les cayeron a los equinos, y como algunos de estos se habían roto al caer, se podía intuir que era algún perfume de esos caros por el aroma que desprendían, pero que debían estar un poco caducados.

    Luego nos cruzamos con un jeep que probablemente iría a buscar pinocha. Poco después fue con algunos grupitos de pibes que bajaban, practicando bicicleta de montaña. Por el calorcillo que estaba haciendo, a Loe le estaba molestando el pañuelo y se lo desató; más tarde se dio cuenta de que no lo tenía, que se le había caído en alguna parte del camino. Ya habíamos bajado un par de metros por el camino para buscarlo y cuando ya nos disponíamos a darlo por perdido, aparecieron subiendo dos de los chicos con sus bicicletas después de recorrer un kilometro en pendiente para devolvernos el pañuelo, eran dos pibes muy simpáticos y amables, todavía queda juventud sana y chachi en este mundo, a pesar de lo que la mayoría de la gente piensa.

    Por fin llegamos a Las Lagunetas, hacía muchos años que no estaba en este lugar, aunque con frecuencia pasaba de largo por la carretera general. ¡Qué cambiada estaba la zona! ¡Qué desastre! Además de la casa forestal de toda la vida, hay un bar y muchas casas acotadas por vallas metálicas, hasta incluso una casa rural famosa un poco más lejos. Para completar el equipo, también estaban los clásicos pijos, que por la pista de tierra pasaban a toda velocidad con sus motos de dos ruedas y las modernas de cuatro; como si estuvieran en un campeonato y sin respeto a los demás, levantando una polvacera impresionante. Para nada, nos apetecía quedarnos en un lugar tan pintoresco como éste.

    Seguimos bajando por la pista hasta llegar a Fuente Fría que visto lo anterior, está muy bien, ha sido acondicionado de tal forma que resulta bastante agradable para clásicos domingueros que después de estar toda una semana trabajando rodeado de gente, gustan de estar en las mismas condiciones el fin de semana. De todas formas, está muy bien, porque junto a la pista han hecho unos aparcamientos y en el hoyo: los antiguos chorros con llaves automáticas, una cabaña donde están los fogones y alrededor unas pocas mesas. Tengo que reconocer que está muy bien, aunque me repita. Allí había gente celebrando una fiesta. Aquí hicimos una parada mínima para coger agua y echarnos un trago de la misma ¡Buenísima, fresquita que da gusto!

    Continuamos bajando por la pista, y un par de curvas más adelante en el cruce con la pista Cabeza de Toro, entramos en ella e hicimos ya una parada con fundamento para dar buena cuenta de un condumio de frutas y descansar un poco. Estando aquí vimos bajar y subir motos y bicicletas. Nos llamó la atención, un matrimonio alemán de edad madurita: Él muy bien, se veía que practicaba este deporte; pero ella un poco rezagada, colorada como un tomate, se veía que le costaba ¡Oye, que la pendiente se las trae en lata!

    Media hora más tarde, continuamos nuestro camino bajando por la pista de Fuente Fría, ya que nos quedaba poco para llegar a nuestro destino, el parque recreativo “Lomo la Jara” y finalmente Agua García, cuando nos encontramos con una encrucijada de caminos, de donde salían tres pistas sin señalizar. Al no saber cual coger y ante la duda, decidimos continuar por la pista de Fuente Fría, hasta que llegamos a un punto de la pista donde nos encontramos con un cartel que ponía “T.M. El Sauzal”, ¡Me cago en la leche!, Ya nos habíamos pasado, pues a partir de aquí, la excursión se convirtió en un imprevisto total (de ahí el título), ya la pista no bajaba comenzaba a ir en llano.

    Lo primero que nos ocurrió fue que al grupo se unió un fulelé (o caballito del diablo) de un color azul turquesa muy bonito y que nos acompaño durante todo el camino; haciendo el papel de uno de esos nuevos guías de un centro de visitantes que nos lo enseñaba todo con el revoloteo y movimiento de sus alas. Seguimos adelante, encontrándonos más parejas montando en bicicleta, saludito de rigor y caminito adelante, La pista divide esta zona en dos: la zona de pinos a la izquierda y la de matorrales, zarzas y arbustos a la derecha, abriéndose también grandes claros que nos mostraban unas impresionantes vistas de montañas cubiertas de un intenso color verde esmeralda en contrapunto de un cielo azul claro, nítido y diáfano, que solo lo manchaba de forma graciosa, unas pocas nubes colocadas estratégicamente con cierta armonía, para que la escena, no resultara aburrida y de fondo un poco tamizado por la luz, nuestro querido Teide, y a sus pies sumisa la corona forestal.

    Un día muy bueno, y eso que la previsión meteorológica del día anterior nos indicaba lluvia y fuertes vientos en zonas de medianía y en altura. Para otra vez, cuando la previsión sea de “lluvias y vientos fuertes”, coge el bañador y la toalla para ir derechitos a la playa. ¡Qué petardos son! Estos deben de pertenecer al gabinete astrológico de alguna bruja, y por si acaso “dos velas negras que te vas a c_ _ _ _ _”, ¡No dan una!

    Continuamos por el camino y nos encontramos con varias pistas que nos salían al paso, pero estas si estaban señalizadas con letreros de madera nuevos, que el cabildo ha colocado (por fin, algo que hacen bien). Desde aquí se apreciaban unas vistas de Tacoronte, Los Naranjeros y Agua García muy interesantes. Después de un rato de camino, en el suelo empieza a brillar algo que, según te situaras brillaba más o menos, era una alianza de oro con dibujos en forma de red y que eran los que producían los destellos. Probablemente su dueña (por el tamaño) era una novia engañada que acabaría por descubrir las fullerías de su amado y que en este mismo lugar enfrentándolo con la verdad, quiso terminar para siempre con el pacto, lanzando al suelo el sagrado compromiso que la ataba a él (Ya estoy otra vez soñando). Pues al bolsillo que a mi no me importa de quien fuera, oro es oro.

    La pista seguía recta y a nuestra izquierda continuaba el tapiz forestal, que solo quedaba ensombrecido por unas estructuras metálicas, premio a la ecología concedido por y para Unelco (aunque sé que son necesarias), pero aún así intentando ignorar que no están, no me impedían admirar el espléndido panorama que se presentaba ante nosotros, ahora estabamos, según el cartel, en el T.M. La Matanza. Por aquí nos llega el olor del brezo, mezclado con el de unos cuantos eucaliptos que hay por la zona. Andando nuestro camino, pasamos ahora por el T.M. de La Victoria y nuestro amigo el fulelé, delante como fiel escolta, atento a cualquier peligro y abriendo paso. Por esta área, apareció un grupo de motos de dos y de tres ruedas que harían después todo el camino, pues nos los encontrábamos cuando hacían paradas. Por este sector ya nos estaba tocando un poco el cansancio y las primeras molestias de los pies, pero seguimos adelante pues el ímpetu y ansía de descubrir algo nueva era mayor y el paisaje merecía la pena.

    Entramos en el T.M. de Santa Ursula, y después de caminar un rato, nos encontramos a la derecha, en una olla, el parque recreativo Hoya del Abade, cuya entrada estaba presidida por un gran pescado, hecho de madera de pino muy original, pero yo me pregunto ¿Qué hace un pescado por estos andurriales? Estaba muy bien la zona de recreo, con mesas y columpios y para ser sábado, había gente disfrutando del día. Un poco más adelante, la pista quedaba cortada por unas obras que está acometiendo el cabildo, haciendo un pontón (puente ancho) para unir las laderas de un pequeño pero profundo barranco, que estaba en muy mal estado, aunque el paso estaba cerrado, incluso se prohibía el paso a personas, nosotros viendo que no había ningún peligro, saltamos la cadena y seguimos la pista, pasando por encima del pontón que ya estaba terminado, solo faltaba subir los muros. Pero eso sí, con mucha precaución por si acaso.

    Ya eran casi las cuatro de la tarde, cuando empezábamos a sentirnos cansados y con ganas de dejar la pista por la primera que se nos apareciera y así llegar al pueblo de Santa Ursula. Seguimos adelante y se nos aparece, como anillo al dedo, una pista por la derecha que ponía Tosca Barrios, pero decidimos no bajar por aquí, porque por ella se llega a unas zonas donde hay gente conocida nuestra y no teníamos ganas de visitar a nadie, así que seguimos adelante por una pequeña pendiente, que para Merci era mortal, del malestar se quejaba cada vez que pasaban las motos porque tenía que parar y apartarse del camino y también por el fuerte escándalo que armaban pues iban a todo trapo por la pista. Por el lado derecho teníamos un profundo barranco que, si por un accidente uno se cayera, se tardaría bastante rato en ser encontrado. Desde La Victoria a Santa Ursula el monte de pinos se va mezclando con la laurisilva y zonas de fayal brezal, pues siguiendo nuestro camino, en una de las curvas, vimos lo que creo que es un pequeño atentado ecológico, pues aparecieron unos cinco o seis cipreses grandes y altísimos, que por la disposición que tenían, seguro que fueron plantados, y que, a mi parecer, estaban fuera de lugar, haciendo el papel de intrusos dentro de la laurisilva.

    Ahora aparecían en el camino algunas pistas, pero estas no tenían salida. Después de pasar unas cuantas curvas, llegamos a otra pendiente y a una curva cerrada, que tapaba el otro lado, al final de esta curva se nos aparece en todo su esplendor un grandísimo, abrupto y profundo barranco, donde la ladera opuesta se veía bastante lejos y que para llegar allí tardamos aproximadamente una media hora de camino. Al final del barranco se podía divisar el gran puente de la autopista que une ambos lados del barranco. Por ciertas curvas donde no había tanto follaje, se podían apreciar unas vistas muy bonitas de toda la zona de La Victoria y Santa Ursula.

    Y seguimos adelante con nuestro amigo el fulelé, como un niño con su globo, ya bastante cansadillos. Al fin, la pista del Rayo, desemboca en otra que venía de arriba del monte y continuaba. Aquí había dos carteles: uno decía que estabamos en Cuatro Caminos y el otro, que la pista iba hacia Santa Ursula y a La Orotava. Comenzamos a bajar por la pista aliviados y un poco más alegres porque veíamos que ya íbamos a llegar... ¡Y una mierda! Todavía nos quedaba bastante camino.

Bajando por la pista nos sale a la izquierda, la pista que va hacia la Orotava, continuamos bajando y por esta zona, nos encontramos con el único grupo de gente que subía caminando la pista. También algún que otro jeep conducido por algún que otro magito (esto se nota enseguida). Después de estos, un grupo de motos de cuatro ruedas como haciendo un safari, donde en cada una venían dos personas. En la última de estas motos venía conduciendo una extranjera que yo creo que venía promocionando algún producto lácteo y que después se hacían los pedidos por Internet, porque con el movimiento de la moto, los embaces que retenían el producto, que aparentemente venían sueltos (que por ciento antiguamente eran metálicos y se llevaban en la cabeza con un rodete de tela) tenían un movimiento de vaivén de izquierda a derecha con giro y saltos de arriba abajo ¡Y no se derramaba nada! Y eso que estaban sujetos por un trozo de tela negro, anudado al cuello y a la espalda ¡Buenas cántaras señora! Que Dios se las guarde y conserve para que nadie les haga mal de ojos. ¡Cómo cambian los tiempos! Si esto lo llegan a ver nuestras queridas lecheritas, salen despavoridas.

    Continuamos bajando y llegamos a un cruce donde terminaba la pista de tierra y seguía ahora por asfalto con un sendero a la izquierda de tierra, justo aquí nos abandonaba nuestro compañero de viaje el fulelé ¡Adiós amigo y hasta la próxima! ¡Buen muchacho y un guía muy barato! En esta encrucijada había un furgón con una chica y nos indicó, que por el camino llegaríamos antes a Pino Alto y que, pasando por una plaza con una ermita, llegaríamos a otra pequeña placita y aquí cogiéramos a la izquierda. Pues así lo hicimos, por el camino de tierra, pero para como teníamos los pies, estaba echo un campo de minas, aunque la chica tenía razón se cortaba bastante camino, accediendo otra vez a la carretera bastante más abajo. Ya eran cosa de las seis y diez de la tarde y según íbamos bajando, se observaban unas asombrosas vistas del Valle de La Orotava, Los Realejos y Puerto de la Cruz.

    Cuando llegamos a la placita, había gente sentada pasando la tarde y siguiendo las indicaciones de la chica, cogimos a la izquierda, pues se equivocó, era hacia la derecha. Al rato de ir caminando veíamos que nos acercábamos más al Valle y nos alejábamos de Santa Úrsula, ahora estábamos en el barrio de Pino Alto, ¡y yo p’atrás no vuelvo, ni pa’ coger resuello! Seguimos adelante. Pasamos por unas casas que tenían de particular, unos buzones de correo que estaban decorados muy simpáticos, incluso había uno que simulaba una casa de muñecas, con sus ventanas y puerta. Luego nos encontramos con una fuerte pendiente, ¡Qué pena para nuestros pies!, donde los coches subían a todo meter, porque si no se quedarían a mitad de la cuesta. Bajamos ésta y seguimos por otra calle que sube para dirigirnos a un núcleo de casas que se veía. No sabíamos bien donde estábamos.

    Al final de la subida, después de aguantar muchas quejas de una de las chicas, aunque sé que tenía razón. Loe vio una cabañita con un asiento largo, frente a un bar y pensó que esta era la parada de guaguas, salió disparada hacia ella, pero resultó que no era. La parada estaba bajando la calle que cortaba a la nuestra, en otra cabañita. Eran ya las siete menos veinte. En la parada había dos chicas, a las que le preguntamos por el horario de la guagua y nos dijeron que, sobre la siete menos cuarto, aunque nos lo dijeron riéndose, porque no son puntuales. Sabíamos que estábamos en la Orotava, pero aún no sabíamos en donde y por vergüenza, por no hacer el ridículo y nos trataran como a ignorante, no preguntamos nada ¡Fuerte estupidez por nuestra parte!

    Al poco rato apareció una guagua que ponía “La Orotava, La Florida, Los Pollos” y cogimos pues la guagua que venía de La Florida. Ésta nos llevo por unas calles estrechas que en algunos puntos tenía que parar, porque muchos coches mal aparcados le impedían seguir; en otros lugares las aceras eran estrechas o no existían que incluso podías sacar la mano y saludar a cualquier María que estuviera asomada a la ventana. En uno de estos lugares en los que la guagua tuvo que parar, me fijo en el letrero de un comercio y leo “Panadería, Dulcería La Florida”, Merci y yo nos miramos y empezamos a reírnos, pues la guagua no venía de la Florida, sino que estaba en ella. Aunque tengo que decir que el barrio estaba cambiadísimo, no lo reconocí sino cuando llegué al cruce. La guagua siguió por Los Pollos y salió por la carretera que va a La Perdoma. Ya luego a la estación que serían cosa de las siete de la tarde.

    La guagua para Santa Cruz, procedente del Puerto de la Cruz salía a las ocho menos cuarto. ¡Teníamos que esperar tres cuartos de hora! En ese momento apareció una que iba para el Puerto por Las Arenas, pues para no esperar la cogimos. Menos mal que con el bonobus te puedes mover a muchos sitios con muy poco dinero, Merci me dijo riéndose que parecíamos "giris”, haciendo un tour turístico por la ciudad. Esta guagua pasa por la zona comercial de El Mayorazgo y desde luego por el C.C. La Villa (o sea Alcampo) ¡Ay! ¡Lo que consigue el vil dinero! Llegando a la estación del Puerto, vemos como se nos escapa la guagua para Santa Cruz, bueno pues a esperar en vez de salir a las ocho menos cuarto de la Orotava, salimos a la misma hora del Puerto.

    Una vez en la estación, no sé si por una corriente de aire, por una bajada de tensión o por el mal estar del cuerpo del propio viaje, a mi querida Ari le dio como un vahído, un mareíllo vamos, que se quedó blanca como un fantasma, más pálida que un gufo, con perdón, toda mareada y con ganas de vomitar. La madre la acompañó a los servicios y Loe y yo nos quedamos fuera. Pues justo en ese momento, aparecía mi guagüita/gusano ¡Me cago en la leche! ¡Qué inoportuno! Loe fue rápido a buscar a las chicas pues en la parada había muy poca gente y la guagua arrancaría enseguida. Pero yo no sé lo que pasó que, como si de unas grandes rebajas se tratara, empezó a llegar gente que no sé de donde salió y se armó una cola bastante grande. Así la niña pudo volver a los servicios y terminar bien la faena, llevándose las dos orejas y el rabo. Por suerte que después se le quitó todo. Bueno, por fin nos subimos a la guagua, pero dentro hacía un gran calor, pues era de grandes ventanales condenados y solo estaban abiertos unos ventanillos pequeños en lo alto, pero al estar la guagua parada no entraba aire; y eso que, como en los aviones, con la mano abrimos los aparatitos que acondicionan y dirigen el aire hacia tu cabeza, pero ni así, a esto se le sumó algún problema que tenía el conductor con una conversación un poco acalorada, en la cabina de información de Titsa de la estación, pero al fin salimos.

    Llegamos a casa sobre las nueve de la noche, cansados, agotados, molidos y lleno de dolores por todos lados; pero aún después de todos los imprevistos e inconvenientes, haciendo una encuesta general, ¡Sí! Volveríamos a repetir la experiencia, vale la pena y nos llena de vida. Y el pobre Trufo, solo todo el día en casa.

Sábado, 19 de octubre de 2002

Domingo, 25 de mayo - Cno. de San Salvador 2025

6ª etapa:      🚶18 Kilómetros Mieres > Oviedo Mieres - La Peña - La Rebollada - El Rollu - El Padrún - Olloniego - Picullanza - Manjoya...