¡Que día en la casa forestal!
Después del paseíto de ayer por la montaña de la Horca, hoy nos vamos de excursión, por un buen lugar tocando zonas que ya conocemos para recorrerlas con más detenimiento y también visitar otros sitios que vamos a ver por primera vez.
Salimos de casa y entre pitos y flautas, como muchas otras veces, llegamos en guagua a la parada anterior al restaurante Casa Domingo en Las Mercedes. Ahora son las nueve y hace un día estupendo para hacer nuestro itinerario, el tiempo es fresco, pero no hace frío pues una manta de nubes altas nos resguarda del castigo solar. Como tantas otras ocasiones, comenzamos a subir por los ya conocidos escalones de barro, que te llevan al camino que te conduce al mirador de Zapata y desde aquí a la casa forestal, pero aún las chicas no se acostumbran a las subidas, pues por la falta de ejercicio les cuesta un poco, se cansan rápido y la cabeza se les queda como lámparas encendidas, coloradas igual que los tomates. Bueno ¡Paciencia! Lo que notamos en esta subida es que debido a la humedad o a que la noche anterior ha lloviznado, los helechos se han multiplicado creciendo también muy alto que han invadido el camino cerrándolo como formando una barrera, pero apartando con las manos los frondes, se puede pasar muy bien.
Sin prisa pero sin pausa, llegamos a la casa forestal donde hicimos una parada para descansar y a la vez desayunar. Sentados en el escalón de la puerta de entrada a la casa y con el cielo cubierto, se estaba muy bien... ¡Qué bien saben los bocadillos de chorizo, mortadela o salami! Pues creo que hasta uno de sardinas frescas de lata aquí sería un manjar. Para no quedarte engajado, un buen buche de agua y de postre nuestro cuadrito de energía instantánea.
Estando aquí parados nos sucedieron varias cosas, dignas de recordar:
- Primero, mientras estábamos entretenidos hablando y comiendo, nos llevamos un buen susto porque por el lateral izquierdo de la casa hay una pista de tierra que termina aquí mismo, y por la que apareció de improviso y sin esperarlo, un pibe con una bicicleta a toda velocidad y que pegó un frenazo, que con el chirriar de las ruedas nos dejó secos y en vilo. Casi no se come los escalones de subida a la casa; y todo porque creo que no esperaba que la pista terminara allí; se quedó colorado y más bien no creo que haya sido por el esfuerzo, sino de la vergüenza que le entró cuando nos vio.
- En segundo lugar, también comiendo, fue que oímos venir hacia la casa a un grupo de gente de edad que venían hablando muy alto y por lo que se veía parecían un poco despistados del camino que querían llevar. Uno de ellos, con unas gafas que le daban un aire un poco de zumbado, se acercó hasta nosotros y nos pregunto por el camino para Punta Hidalgo y por lo visto quería el que va por el Batan, según me dijeron más tarde las chicas, pero esto en ese momento no lo entendí. Así que les señale el sendero que les llevaría a la pista de las Hiedras y de ahí Punta Hidalgo pero por Chinamada. Muy agradecidos, siguieron mis indicaciones y se marcharon. Espero que no se hayan acordado de mi familia, cuando hubieran comprobado que se encontraban en el lado opuesto a donde ellos querían ir, aunque el lugar de destino fuera el mismo.
- Y en último lugar, el más comprometido por las circunstancias aunque no menos divertido, fue que debido a un pequeño imprevisto que les ocurre a las mujeres ciertos días del mes, y que en este caso le sucedió a Loe, aunque debería haberlo previsto llevando para esos momentos algo de repuesto; tuve que prestarle la ropa interior mía, ¡más claro!... los calzoncillos, es decir los que en ese momento llevaba puesto, con lo cual tuve que seguir todo el recorrido con las campanas al aire, pero eso sí, muy cómodo, fresquito y que al poco rato ni se notaba, ni me daba cuenta de que no los llevaba. La cara de vergüenza que se le puso a la niña en ese momento al tener que desnudarse a campo abierto, aunque resguardada detrás de la casa, o tal vez fuera por tener que llevar algo que no era suyo. En fin, se solucionó el problema.
Una vez descansados seguimos ruta, de frente por el acebe hasta que llegamos a la trasera del restaurante Cruz del Carmen. Ya en la carretera general, vimos bastante gente por fuera del restaurante con mochilas, haciendo la paradita de rigor. Nosotros íbamos a hacer un alto en el camino, pero como ya eran las diez y media, lo que hicimos fue bordear el bar y continuamos viaje, metiéndonos por el sendero que te lleva a la pista de Las Hiedras. Una vez en la pista, comprobamos que es muy usada para hacer deporte, pues mucha gente nos pasaba corriendo y volvían otra vez. En cinco minutos estábamos en la carretera que baja hacia Las Carboneras, a la altura del caserío Las Casas del Río, donde en una de las casas las chicas se alegraron al ver, esta vez atado, al perrillo que en otra ocasión anterior cuando era un cachorrito, nos salía alegre al paso; saludito al dueño y seguimos bajando. Luego rebasamos el caserío de Cabeza de Toro y nos metimos por el sendero de La Escalera, hasta llegar aquí hemos hecho la ruta como la vez anterior, menos Merci que no la conocía.
Esta vez cogimos el sendero de la derecha que te lleva a Las Carboneras, un poco por conocer algo nuevo. Bajando unos pocos metros, a nuestra izquierda a parece un grifo con una tanquilla... ¡Qué agua más rica!, Sin pensarlo dos veces, tiramos el agua que traíamos de casa y llenamos las botellas de esta otra, la botella se quedó fresquita que daba gusto. Seguimos y un poco más abajo, nos topamos con dos cuevitas con su asiento de piedra, que probablemente se use como refugio cuando hay mal tiempo. A lo lejos en la otra ladera del barranco, hacia nuestra derecha se podía ver majestuoso el Roque Taborno, dominando desde lo alto toda la zona y a sus pies el caserío del mismo nombre, impresionante vista que nos acompañara durante casi una buena parte del recorrido. Por este estrecho senderito vimos que tímidamente asomaba entre la hierba, las baritas floridas de tres crestas de gallo, y que bonitas se veían con su color naranja fuego sobre el fondo verde de la hierba y también muchas otras plantas que estaban en flor, formando en el entorno un bonito tapiz floral.
En unos veinte minutos quizás menos, llegamos a las primeras casas de Las Carboneras. La entrada al caserío, viene precedida por una avenida de palmeras que nos guía hacia una lomita donde la iglesia es el punto central del núcleo urbano. Al estar en época de elecciones entre palmera y palmera habían plantado paneles de ATI, con Ani Oramas y sus compinches y también alguno del PSOE y lo gracioso es que no había nada de cualquier otra formación política, ¡Qué viva la democracia! Salvo por estos adefesios, el caserío es muy bonito y entrañable y bien vale la pena una visita, aquí se suele venir a comer carne de cabra y conejo. Llegamos a la linda placita donde había un chico con una escoba muy afanado, barriendo la plaza y alegre nos saludó, en cuanto nos comenzó a hablar, vimos que tenía algún problemilla de coherencia, Dimos una vuelta por la placita, la cual tenían muy bien cuidada, con sus plantas. También había montado un pequeño templete con un fondo folclórico, recuerdo de alguna fiesta pasada. Gracias al chico vimos que la capilla estaba abierta, pequeñita dedicada a San Isidro pero muy bonita. Aquí nos pasó un caso insólito, que si no lo veo no lo creo, dentro de la ermita hay un candelero o velorio de esos modernos, donde las velas son eléctricas y puestas en hilera. Estas se encienden cuando se introduce una moneda (50 cts.). Hoy el pobre y triste panel solo tenía una velita encendida, así que nosotros pinchamos en la hucha, como digo yo, para que se encendiera una y lo que ocurrió fue que se apagó la única vela que había encendida, en ese momento, Ari y yo nos miramos y casi no nos morimos de un ataque de risa.
Después de este gracioso evento, salimos de la ermita y pasando junto a una casa de comidas, bajamos por la c( El Montito, donde nos quedamos con la boca abierta al ver unos fantásticos patios con parrales y unos poyos llenos de plantas con flores, sobre todo geranios de pensamiento, los de olor. También la amabilidad de la gente fue lo que me impresionó.
Continuamos por la nueva pista que va a Chinamada, y al rato vemos el antiguo sendero, para otra vez será que sigamos este senderito. También vamos admirando el profundo y bellísimo barranco que separa Las Carboneras de Taborno y siempre bajo la atenta mirada del Roque. Y nosotros caminando a la vera de la gran mole del Tenejías, en una de las vueltas, ya dejando atrás Las Carboneras, pudimos ver en su cumbre, las ramas de un joven drago, arropado por un grupo de árboles. En una de las curvas, en una especie de mirador, avistamos un artilugio ya en desuso, pero que antiguamente fue muy útil para transportar víveres y otros enseres, de un lado a otro del barranco, es algo parecido a un mini teleférico, pero ya algo oxidado, bastante simpático el aparatito.
Ya en los Lomos de Chinamada, casi en las últimas curvas pudimos ver de frente el sendero por el que bajaban un grupito de gente y que desde La Escalera pasando por Tamé, te lleva a Chinamada. Pues casi llegando, seguimos un sendero con farolas que rodea un lomo y que vuelve otra vez a la carretera. Pues en este sendero vimos como se han acondicionado unas cuevas haciéndolas habitables, son las famosas casas - cuevas de Chinamada. Con mucho respeto, y con un poquito de vergüenza, seguimos el senderito que pasaba por delante de la misma entrada a las casas. De una de estas casas salió una entrañable viejita, que me hizo recordar a mi querida Pastora, porque con un cacharrito regaba sus flores y con mucho cariño sacaba la jaula del pajarito al pequeño patio para colgarla en la pared y nosotros caminando por el medio de este patio, para luego salir a la carretera. Ya en la carretera solo nos quedaba una bajada que te lleva de frente a la ermita de Chinamada. En su plaza descansaban y a la vez almorzaba un grupo de montañeros. Saludito de rigor, buen provecho y para la ermita que por suerte estaba abierta. Esta está dedicada a San Ramón y a un lado de la misma había una fotografía de la Virgen de Las Mercedes.
Dejamos la plaza por un lateral y mi intención era llegar al mirador de Aguaide, así que seguimos el sendero también con farolas que subía el lomo y en una explanada donde apreciaba una tremenda vista del barranco del Batan aquí me dio un poco de reparo por las chicas pues sufren de vértigo, así que decidí no seguir adelante y regresamos al principio del sendero, pasamos por la trasera de la iglesia y subimos a la izquierda, para coger el sendero a Punta Hidalgo que queda señalado por un cartel. Y por aquí nos metimos, bajando ya por el sendero, se oían unas voces por encima de nuestras cabezas que provenían de una casa. Eran dos mujeres que mantenían un debate parlamentario, mucho mas entretenido que este último, siendo el orden del día: ¿Quiénes eran más magos y brutos, sí ellos o los de Icod el Alto? Al final como era de esperar, ganaron estos últimos por unanimidad. Esta vez el sendero se nos hizo algo más corto o al menos lo parecía pero si igual de duro, pues los dedos de los pies venían sufriendo la fuerte bajada en escalones y también las coquetas pantorrillas, pero teníamos a nuestro favor el tiempo pues no había sol. Al llegar al Roquetillo, ¡Qué fresquito más rico el que venía de la brisa marina! Que al llegar al acantilado y subir hacia nosotros, continuaba su camino bajando la ladera a nuestras espaldas, aquí daban ganas de quedarte un buen rato a pensar, meditar o simplemente estar por estar. En el desfiladero a nuestros pies, había varios palominos en flor. Esta es una planta algo parecida a la inflorescencia del tajinaste pero mucha más pequeña y bastante bonita.
Continuamos bajando ya viendo el Roque de los Dos Hermanos, y caminando por su ladera hacia el barranco del Tomadero. Al rato vemos la solitaria casita de la ladera de enfrente: ¡Felisa vete poniendo las papitas al fuego! Ver esta casita significa que falta ya muy poco para llegar a nuestro destino. Una vez en el cauce del barranco, pasamos el puentito de troncos y comienza la fatigosa subida por la pista, pasando junto a una casa – fábrica que hoy estaba funcionando la cual hacía bastante ruido. Ya casi en el final de la pista, llegando a la plaza, un hombre con su familia, se quedó asombrado al saber que veníamos desde Las Mercedes y el recorrido que habíamos hecho.
Llegamos a la placita y nos sentamos a beber agüita y a esperar a nuestra perrera de Titsa, la cual vino enseguida, ya cerca de las tres de la tarde. El chofer el muy cabrito, tenía la guagua cerrada mientras hablaba por un móvil y no nos dejaba subir haciéndonos esperar un poco. Pasados unos minutos de espera nos subimos y sin novedad para casa.
Aunque pasó un caso algo desagradable que a mi entender va contra las buenas maneras y costumbres, aunque uno ya está pasado de rosca. Sucedió que en la siguiente parada del trayecto se subió una pareja donde ella parecía mayor que él y también más lagarta y él un ingenuo tolete, que se pensaban que en la guagua iban ellos solos. Pues se montaron un pequeño espectáculo hasta que llegaron a La Laguna, de toma y daca, morreo va y morreo viene, que resultaba algo chabacano, grotesco y sin sentido; y para más inri, justo detrás iba una señora, que de la vergüenza no sabía dónde meterse, con su niña, la cual se estaba empapando de toda la película. ¡Ay las calenturas de la primavera que la sangre altera, y otras cosas también! En fin vamos para casa, que nos espera algo bueno, seguro...
Domingo 18 de mayo de 2003
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