“De
Jardina por Monte Aguirre hacia el Barrio de La Alegría”
“… siempre pensando con el estómago”
Hoy es día de Santa Irene, la verdad es que no sé por qué motivo me ha dado últimamente por nombrar a los santos en su día. La ventaja de estar disfrutando de unos días de vacaciones es el poder salir de marcha en días laborables, cosa que me parece rara. La ruta que he decidido hacer hoy es desde Las Mercedes llegar al barrio santacrucero de Valleseco (o al menos eso pretendía)
Todo preparado y listo, a las ocho de la mañana ¡p’a fuera, p’a la calle! Hacia la autopista, guaguita a La Laguna y luego pa Las Mercedes hasta Casa Domingo, pero... ¡Soooo! ¡Aparate ahí mesmito, no vaigas tan rápido que te escarrilas! Pues como suele suceder, siempre hay algún que otro imprevisto: primero en vez de ir en guagua iba en un burro mecánico por lo lento que subía, menos mal que no había ninguna prisa. Luego al ser día laborable y una hora punta, surgió un pequeño atasco en la rotonda de las facultades del campus de Guajara, que nos retrasó más de veinte minutos, lo que hizo que llegáramos a la estación a eso de las nueve menos veinticinco minutos, con lo que la guagua de las ocho y media se me había escapado, pues calma a esperar la de las nueve. Entonces me dirigí a uno de los bancos de la estación donde en una esquina estaba sentada una chica que no me quitaba el ojo. Yo iba para el monte, luego eso quiere decir que no vestía de “pitiguay”, sino en el extremo opuesto del piti pero eso si, muy guay, vamos lo que se dice un poco arramblado. Me senté en la otra esquina del banco y no se si por el aspecto que traía, la chica se levantó enseguida, dejando el banco para mí solo, pues creo que se lo pensó mejor que volvió a su esquina del banco, viendo que yo estaba en la otra ¡Cosas de la vida!, Mi niña las apariencias engañan. La verdad que me hizo sentir un poco piojo. ¡Quieto!... que aquí no quedó la cosa, pues mientras estábamos sentados esperando, aparece una loquinaria – esquizofrénica intentando pasar por moderna con un par de copas repetidas encima, poniendo la nota de humor ridículo. Al llegar pidió asiento e hizo que la chica se rodara hacia el medio mientras ella se sentaba en la esquina, y para llamar la atención, a todo el que pasaba le pedía un cigarrito o un fosforito, dependiendo de la cara del transeúnte de turno. Una de las cosas que me llamó la atención de esta chica fue el pelo, negro todo rebujado síntoma de alguna movida nocturna con unos labios gruesos, carnosos y encarnados, pero que no se debían a la silicona, sino que gracias al buen tino que tenía se los había pintado por fuera, es decir una mamarrachada y después dicen que hay mucho mariquita en este mundo, pues no me extraña nada viendo el ejemplo.
De la estación salimos a las nueve y al llegar a la última parada (pasado Casa Domingo) la carretera se encuentra en obras y fue el motivo por el que el chofer no podía maniobrar bien. Por cierto el sendero hacia el Llano de los Viejos aún sigue cerrado por las obras. Subiendo por la carretera, de bruto me metí por lo que creía que era un sendero que, pasado una tubería con un motor para bombear agua, me llevó hacia una fuerte pendiente por la que, agarrado como un gato, subí y vine a salir unos metros antes del Mirador del Viento, o de La Atalaya, o de Jardina,… ¡o como quiera que se llame! Punto de partida del itinerario de hoy. Eran las diez menos cuarto en el mirador, donde me encontré un grupito de cinco hombres que después de echar un vistazo cogieron el coche y se perdieron por la carretera hacia la Cruz del Carmen.
Después de una mínima parada para echar una ojeada a toda la panorámica y con todo preparado para comenzar el periplo de hoy, me dirigí hacia el lateral derecho del mirado teniendo la vega a mi espalda) y comencé a andar por una pista de tierra muy cómoda y bastante ancha, donde a pocos metros te encuentras por la izquierda con unos escalones de piedra que están acondicionando y una cuevita por donde continua un sendero que te lleva hacia la Cruz del Carmen. Luego por la derecha un poco más adelante te encuentras una gran verja de hierro que por un camino particular va hacia unas casas con fincas. Aquí ya entras en monte con eucaliptos y continué por ellos hasta que en una curva la pista empieza a bajar describiendo un arco, pues un poco más adelante en una cueva cerrada hacia la derecha, justo en la misma derecha está el antiguo camino a Taganana. Frente a este punto, ahora por la izquierda y casi imperceptible entra una veredita que se pierde en perpendicular a la carretera y que tienes que estar muy atento porque es fácil pasártela sin verla. Según la querida chivata de papel, aquí debería haber una fuente, pero yo no la vi por ningún lado. Este lugar es Gareguito (o Ganiguito) aquí ya se pueden apreciar bellas estampas de la zona.
La estrecha vereda va en horizontal y paralelo al monte. Al principio te va guiando unas tuneras en todo el borde y se ve que en algunos sitios invadía el camino cerrándolo, que las tuneras habían sido cortadas en vertical formando una pared, para facilitar el tránsito por la vereda y también el paso a las fincas particulares. Luego las tuneras pasan el relevo a las piteras que te van marcando el camino y con unas impresionantes vistas hacia Santa Cruz. Después de unos minutos de camino, llegue a una pequeña explanada despejada de árboles es La Asomada y a mi izquierda encuentro la vereda que baja y que te interna de lleno en el Monte Aguirre. Yo continué recto hacia un lomo y desde allí pude ver la antigua casa forestal y hacia ella me dirigí. Eran ya las diez y cuarto, hora de echar algo a la panza, a la sombra de una tabaiba que con fuerza se agarra al viejo muro de la casa y desde su posición, vigila todo lo que ocurre a su alrededor y junto a mi una pitera y un joven drago que ha sido vilmente tatuado con una sangrante inscripción para inmortalizar de una forma estúpida el nombre de dos enamorados. En este pequeño descanso, mientras comía algo, descubría que estaba en un extremo de lo que podría ser un gran caldero para hacer bizcochones (siempre pensando con el estómago) que forma el Monte Aguirre y formando el cono de este peculiar caldero se haya majestuoso el Roque Lombarda y que a sus pies se postran todos los barranquillos de la zona que desde las cumbres del monte confluye en este caldero que forma la cabecera de barranco de Taodio y sus agua quedan apresadas en la charca de su mismo nombre, que desde aquí la puedes ver a la derecha del roque. En el centro de las dos laderas del gran barranco, Santa Cruz; en el lado opuesto, en las crestas de Aguirre, el pico del Ingles con sus antenas. Y a mi derecha la zona de Jardina con el roque Hilario y Las Mesas. Aquí en La Asomada aunque no lo parecía no estaba solo siempre me acompañan los lagartos de la zona que no se dejan ver, pero que se nota su presencia por los rápidos y bruscos movimientos en las ramas y hojas caídas en el suelo. Uno de ellos se llevó en volandas un trozo de manzana que adrede dejé en un murito.
A eso de las diez y media me puse en marcha subiendo al lomito. Pues justo en ese momento apareció de improviso, cual tapón que sale de una botella de sidra agitada, un joven con ropa de color verde militar, con su mochila y muy agradable en el trato. Se llamaba Domingo era uno de los agentes de medio ambiente, o como se decía antiguamente, el guarda forestal, que venía de Jardina y que iba a entrar en el sendero del monte, cuando me vio me saludó y luego me pregunto hacia donde me dirigía y después de saberlo decidió acompañarme. Yo cuando lo vi, me dio un poco de reparo porque esta zona es de paso restringido mucho más controlada que la zona del Pijaral, pero me hice un poco el zueco, pero al final nada era un tío muy legal. Íbamos a recorrer todo el Monte Aguirre y al llegar a Cuatro Caminos nos separaríamos. Yo seguiría por el sendero hacia Valleseco y él la ruta hacia Pico del Inglés. El que me acompañara por todo el camino, lo agradecí bastante porque, pasar ese sendero es un poco aburrido hacerlo solo, salvo que te vayas fijando en cosas puntuales. Así que fue un trayecto bastante ameno, alegando todo el rato, dándome algunas indicaciones ciertos trucos, un par de senderos chachis (sobre todo uno que por Catalanes y atravesando unos túneles te lleva a Valleseco), y también algunas descripciones sobre laurisilva uy algunas anécdotas que le habían ocurrido, fue bastante divertido. El sendero del Monte Aguirre se me parece mucho al del Pijaral, cerrado de vegetación pero menos húmedo. Por el camino nos salió al paso por la izquierda, un sendero que, Según Domingo, se dirigía a la Cruz del Carmen ¿O era al Pico del Inglés?, Ahora no recuerdo. Y que junto con el que estábamos haciendo, cerraba el anillo del Monte Aguirre, formando un excelente paseo. Un poco más adelante nos encontramos con otro sendero que bajando te lleva a la pista del Tomadero, y desde aquí por otro sendero puedes llegar hacia un lateral de la Charca Taodio, finalizando posteriormente en el Barrio de La Alegría.
Una de las cosas que comentamos y que no nos gustó a ninguno de los dos, fue encontrarnos ciertos recuerdos de la empresa de suministro de agua por estos lugares, ya que tiene el monte lleno de tuberías viejas, carcomidas y oxidadas; con el peligro que esto supone para el agua que se filtra por la tierra y llega a los acuíferos que usamos todos. Y también por la degradación que supone para el medio ambiente y peligro de accidente para las personas. Pues ya no solo es el que estas tuberías permanezcan aquí, sino que al haber quedado obsoletas, estas no han sido sustituidas sino que acompañan a unas nuevas de plástico (o PVC), es decir, permaneciendo junto a las antiguas, y para más “inri”, al descubierto. Con lo bien que hubieran estado tapaditas... ¡Deplorable!
Después de aproximadamente una media hora de pateo, llegamos a Cuatro Caminos, donde me despedí de Domingo. El siguió subiendo por el sendero en su camino a Pico del Inglés, y yo como él me había indicado, en sentido opuesto con un herrumbriento letrero que ponía B° de La Alegría, y que me resultó muy familiar, tanto que una vez dado unos pasos supe que no era el sendero que debería coger, pues enseguida recordé que éste fue el itinerario que hicimos por primera vez las chicas y yo. En Cuatro Caminos y de espaldas a Aguirre debería haber cogido el sendero de la izquierda que comienza bajando, pero bueno, no hay mal que por bien no venga. De esta forma volvía a recordar aquella primera caminata muy entrañable y así completar el recorrido de Valle Luis. En marcha por el sendero, en pocos minutos llegue a un lomito despejado de vegetación “La Llanada”, desde donde podía divisar frente a mí, en la loma opuesta, la antigua casita forestal, con su tabaiba a modo de peineta, ahora ya casita porque estaba muy lejos. Esto quería decir que había completado el arco forestal de Aguirre, siendo sus extremos la casa forestal y por el otro lado, el lugar donde yo ahora me encontraba. Y en el medio como juez y arbitro, se erguía majestuoso el bonito Roque Lombarda, visto desde otra perspectiva.
Comencé a descender por mi izquierda ya hacia Valle Luis, pero esta vez fijándome mucho más en detalles que anteriormente me pasaron desapercibidos. La primera casa que encontré fue la de Los Berros que tiene frente a ella un erial, luego al lado opuesto de la casa y a la derecha del camino hay unas cuevas cuartos donde se podía apreciar que aquí se habían disfrutado unos buenos tenderetes. Junto a estas cuevas una galería cerrada con su tanquilla. Seguí mi camino bajando por la veredilla, pasando un barranquillo. El lugar estaba todo en silencio, solo se oían las pisadas y el rodar de las piedrecillas que caían a mi paso, el chillido en la lejanía, para que se supiera que allí estaba, de un guirre o lo que fuera aquello (que pena me da el que aún no pueda distinguirlos, pero tiempo al tiempo) Cuando de pronto se oyó como si de un trueno aletargado se tratara que recorrió todos los recónditos rincones del barranco con su eco, y con el correspondiente y tremendo susto que me llevé porque no me lo esperaba ¿Qué era aquello?... Pues nada mas y nada menos que el profundo rebuzno de un burro como respuesta y aviso al notar mi presencia. Sonido que provenía de un establo que estaba un poco más abajo de la Casa de los Berros, junto a una casita aislada. Continué mi sendero, pasando por debajo de la casa que quedaba ahora en lo alto a mi izquierda, desde donde también comenzó el ladrido de algún perro flaco, cuya serenata me acompaño barranco abajo un buen rato. Esta zona se llama El Chorro. Enseguida encontré un camino por la izquierda que sube a La Degollada de las Hijas. Continué por el principal, bajando por el sendero, atravesé dos barranquillos y luego el sendero subía pasado por debajo de una casa que aún no tenía a la vista y que quedaba oculta por las piteras y los cardones, ya podía decir que estaba en el cauce del barranco de Valle Luis, del que ya no me alejaría hasta llegar al final del recorrido.
En unos minutos llegue a la zona llamada El Castillejo, donde hay una especia de casa represa abandonada, bajo una oquedad del risco, desde la que parte un canal y a mutilado y en desuso que llevaba agua a Taodio. En esta zona hay varias higueras, pero lo que más me llamó la atención por lo insólito del asunto y por la manera en que estaba, fue un tremendo cardonal que se abarraba a la vida en lo alto del risco, sujeto a éste solo por sus raíces y como buen trapecista manteniendo la mayor parte de su gran masa vegetal en el aire, hay que ver lo sorprenderte que puede ser la naturaleza. Después de una mínima parada para recuperar el aliento perdido por tantas emociones, seguí bajando rodeando una conocida palmera y atravesando el cauce del barranco unas cuantas veces, hasta llegar a la zona en que el barranco se vuelve más profundo y encajonado, haciendo una curva cerrada, es El Verodal y que según mi guía, este proyecto de desfiladero, se encuentra en medio de dos roques el Roque del Baifo y el Pico del Navío, pero yo en honor a la verdad, no los vi a ninguno (ni al bicho ni al barco).
De aquí llegué en pocos minutos a la salida en la desembocadura del barranco de Valle Luis con el de Taodio, justo en el “Caserío de En medio”, donde comienza la pista asfaltada a medias, es decir hacia la derecha de tierra que te lleva a la Charca y hacia la izquierda ya asfaltada hacia el B° de la Alegría.
Después de una media horita de camino llegué al Barrio de la Alegría, justo a la parada de las guaguas a eso de la una y media y de ahí para casa, que hay muchas ganitas de comer (o sea hambre), y me duelen los pies. Tengo que reconocer que esta vez bajar por Valle Luis, no me resultó nada pesado, fue más entretenido porque ya lo conocía y no me estaba castigando ese sofocante sol de la primera vez.
Lunes, 20 de octubre de 2.003
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