... y el misterioso Matazno.
Hoy me encuentro algo fatigado por el largo y duro trayecto de ayer, tengo un molimiento en el cuerpo y unas agujetas en las patas, como para estar en cama una semana recuperándome. Pero como si me hubieran puesto las pilas nuevas y una buena infusión con Ginseng, me voy de marcha, pero eso sí, una jornada suavita, que no tenga ninguna subida. También quiero quitarme una pequeña espinita que me quedó de la vez que pasé por Monte Aguirre y por una confusión cogí el sendero de Valle Luis para salir al barrio de La Alegría. Así que hoy sin más, de La Cruz del Carmen a Valleseco, sin imprevisto y sin sobresaltos, pues como todos estos días atrás, después de dejar todo preparado y las chicas en el instituto, directos a la estación, guagua que te pego para La Laguna, a esperar a la de las nueve y cuarto con destino a Taborno. Una vez en ruta me bajé en la Cruz del Carmen para solicitar en el Centro de Visitantes un mapa de Anaga.
Después de la visita de rigor al mirador y pedir la bendición a la virgencita de piedra, aunque a decir verdad, yo soy un poco ateo; me marché por detrás de la ermita para entrar en el sendero que te lleva a la carretera general un poco más arriba en dirección a Pico del Ingles. Por el lado izquierdo de la carretera, subía cuando veo en sentido contrario un jeep forestal que se cruza conmigo pero no le di importancia. Dejé atrás el cruce hacia El Bailadero, paré junto a la veredita que oculta te lleva a la Cruz de Taborno, últimamente tan en boca de todos por la intención de AENA de instalar un radar para la navegación aérea. Más tarde llegué al derruido edificio del restaurante Cruz de Afur, donde paré un minuto a contemplar y aspirar el aroma de un arbusto de algaritofe, luego crucé la carretera buscando el principio de un sendero que por Aguirre te lleva a la antigua casa forestal, por cierto, sendero un poco peligroso por lo resbaladizo del principio.
Solo habían pasado unos diez minutos aproximadamente cuando me veo pasar a mi lado con dirección a Pico del Ingles el jeep forestal, que al pasar junto a mí aminoró la marcha y después siguió. Me quedé pensando pero ¿Qué le pasa a éste?... ¿Qué tanto misterio?...
Al llegar a Pico del Ingles me encuentro al jeep parado y al forestal, como despistando un poco mirando todo el monte cual experto rastreador “pies negros”. ¿Me conoces mascarita? Saludito rápido de compromiso y de cabeza por el sendero a Cuatro Caminos, no sin dejar de pensar en el forestal que en su celo profesional (cosa que no critico y me parece muy bien) tal vez pensara que me iba a meter en la restringida zona de Aguirre. En fin cada loco con su tema.
Llegué a Cuatro Caminos en unos quince minutos y esta vez a conciencia seguí un poco la ruta hacia el barrio de La Alegría, para admirar de nuevo el monte Aguirre desde la antigua casa forestal hasta La Llanada, donde me encontraba en este momento. Eran ya las diez, hora de comer algo, así que desde Las Llanadas retrocedí el camino y en una lomita con una bonita vista hacia Catalanes, sobre un rellano me senté para mantener una fluida conversación con un bocadillo de choperri, donde yo llevaba la voz cantante, rematando este diálogo con algo de fruta y un buen buche de agua. ¡Qué bien sabe comer aquí! El día estaba que ni pintado, con nubes altas que tamizaban un poco la fuerza del dorado Goliat de los cielos. Desde donde me encontraba se podía divisar una fantástica vista de Casas de la Cumbre con el monte de Aguas Negras y bajo mis pies la plaza y la ermita de Catalanes. Como no tenía ninguna prisa me quedé aquí largo rato sentado en silencio, tal es así que podía oírse a un grupo de gente que venían por el sendero de Aguirre y de seguro que les acompañaría un forestal porque se podía percibir claramente el pitido de un radio control.
A eso de las once, regresé hacia Cuatro Caminos y ya de lleno me metí por el sendero hacia el barrio de Valleseco que ahora lo tenía a mi derecha. Este es un buen camino rodeado de tejos. Un poco más abajo aparece una bifurcación a la izquierda que va a la Degollada de Las Hijas. Después de un rato de bajada en zigzag termina el monte, donde aparece de frente al fondo de esta panorámica. El valle del Bufadero, franqueado por dos colosos: a la derecha La Fortaleza, a la izquierda la gran mole del Roque Chiguel, y justo bajo mis pies Catalanes. Seguí por una veredita y un poco más adelante, al girar hacia la derecha en una curva, veo algo que enseguida me trajo a la memoria a Idafe, el monolito orgullo de la historia aborigen palmera. Pues mira por donde sin saberlo, aquí nosotros también tenemos uno, mirando hacia arriba en medio de una hoya, donde hay eucaliptos, emerge arrogante un altivo y solitario monolito, de unos ocho metros de altura y que es el resto de un antiguo dique, ¿Su nombre?... Matazno.
Continué el sendero hasta que llegué a una bifurcación de sendas, Partecaminos. Una de estas te lleva bajando a Catalanes, pero yo continué mi camino hacia la Gollada la Cancela, donde ya dejé de ver Catalanes y a Chiguel, pero aparecen otros como el roque Marrubial y la impresionante Fortaleza y por el lado derecho el roque Yal y La Muela. El camino sigue bordeando la cabecera del barranco por la derecha hacia la siguiente degollada, La Gollada de La Fortaleza, cerca de las casas del mismo nombre. Desde este punto parte el sendero que conecta con el del barrio de La Alegría por Valle Luis. Desde esta degollada se pueden ver las casas de Los Berros, El Chorro y La Pasada. Y en la altura La Llanada donde estuve hace un rato.
Retrocedí un poco, pero aquí me confundí de vereda, porque en esta zona hay tal confusión de caminos que no sabía cuál seguir. Cogí una de estas veredas pero pasado un rato tuve que regresar porque no iba a ningún lado en concreto. Lo que sabía es que tenía que llegar al cauce del barranco. Elegí la veredita que me pareció mejor para alcanzar el cauce y justo vine a salir al sendero principal, por debajo del Corral de Las Ovejas, es decir una especie de cueva frente a un cercado hecho de troncos de madera delgados, buen sitio para un descanso, dos buches de agua y... ¡P’alante compañero!, Que aún falta mucho. Continué mi camino pasando al lado izquierdo del cauce del barranquillo y justo pasando casi sumiso por la falda de La Fortaleza. Enseguida llegué a lo que se llama la Fuentecilla de Valleseco, que para acceder a ella, tienes que seguir el camino unos metros más adelante, para después bajar por una veredita algo desdibujada que te hace retroceder por el mismo cauce hasta llegar a la... ¿Fuente?..., es decir dos pequeños huecos llenos de agua que por nada del mundo probaría, pues el agua está mas negra que mis patas después de una buena caminata.
Por el camino venía haciéndome unas reflexiones un poco absurdas pero que ahí estaban, no sé por qué al barrio se le llama Valleseco, primero no está seco siempre corre un hilo de agua por el cauce del barranco, donde también hay muchas charcas, es la mano del hombre la que ha impedido que el agua siga su curso natural, por cierto en una de estas charcas vi a una turista que nadando hacia el cristo (una rata que probablemente cayó de algún ricos y se ahogó). Y la segunda premisa es que no es un valle, más bien todo lo contrario, un barranco encajonado con laderas muy escarpadas y abruptas.
Dejé atrás la fuentecilla de Valleseco y volví al camino, bajo la impresionante presencia de La Fortaleza que se hace sentir. Un poco más adelante pasé al otro lado del barranquillo y enseguida aparece una bifurcación del camino que te lleva a una casa que aún no esta a la vista. Continué por el camino que baja al cauce. El tiempo, aunque cubierto me había acompañado bien durante todo el trayecto, se estaba cerrando cada vez más e incluso comenzaba a hacer un poco de fresco, cosa que es de agradecer para el que camina. No sé por qué, pero me parece que amenaza lluvia, así que decidí seguir caminando y no entretenerme mucho. Ahora en la cresta aparece La Muela a mi derecha, simpático nombre el que le pusieron a este risco y es que se parece a una muela , que en el itinerario como jugando al escondite unas veces aparece y otras se desvanece. Sigo la vereda cerca del cauce del barranco el cual cruzo varias veces, unas voy por la derecha y otras por la izquierda. Una de las veces que iba por la derecha, oigo ladridos de perros bastante agitados que procedían de lo alto de las laderas de La Fortaleza, que aumentaban al ser llevados por el eco del barranco y después oí la voz del dueño pero a ninguno los vi. Si notaba que estaban bastante lejos y menos mal porque de la forma que oía ladrar a los perros al principio me puso un poquillo inquieto. Luego noté que caía como decía mi abuelo, una pequeña posmita pero nada para lavar la cara y seguir.
Al girar en una curva del barranco siguiendo por las faldas de La Muela, veo un pequeño puente pero algo raro sin barandas que cruza el cauce del barranco, es el Puente Chico, que forma parte de un canal que procedente de Catalanes, se descuelga en pronunciada pendiente por las laderas de La Fortaleza, pasa por este puente y vuelve a subir por la otra ladera. Al poco rato comenzó a llover de improviso y con fundamento así que era hora de buscar algún refugio, no quiero quedarme como un espárrago en salmuera. En la otra ladera veo una pequeña cueva y rapidito hacia ella me dirigí, pues la lluvia comenzaba a ser algo más intensa. Al llegar allí, me resguardo en esta cueva y al mirar hacia el cielo para contemplar la lluvia, aparece ante mí La Muela, es la vez que más cerca he estado de este roque, enmarcado por una pequeña degollada que lo deja en medio ¡Preciosa! Una vez amainó un poco, saqué la capa impermeable de superhéroe y mi gorrita de pana, ya no hay agua que me asuste.
Seguí mi sendero y enseguida aparece otro canal mucho más antiguo, pero más espectacular porque forma un acueducto sobre un salto de agua, es el acueducto de Catalanes, igual que el anterior puente, se descuelga de una ladera a otra formando una gigantesca “uve”, fijándome en esto me saltó a la cara una sonrisa al recordar de repente un echo que llevo grabado en la memoria hace años por carnavales, la cara de Merci y mi suegra, cuando se bajaron de una atracción de feria llamada “La Uve”, mejor no comentar más nada porque podría haber un asesinato del narrador.
Cuanto más me acerco al barrio de Valleseco, más se pone a llover, da la sensación de que este lugar no quiere que lo abandone. Después de unos diez minutos alcanzo las tuberías gemelas procedentes de la galería de Guañaque, las cuales paso por debajo y que dan paso a las primeras casas de Las Cuevas. Aquí ya el camino, después de pasar un puente que va a una casa particular, se convierte en pista cementada y a continuación ya en la carretera que indica el principio de una parada de guaguas. A partir de aquí siguiendo la carretera que baja junto al barranco, ahora ya seco, te lleva en unos diez minutos a lo que llamamos el barrio de Valleseco, un conjunto de casas sobre una ladera del risco de La Altura de Paso Alto. Algo que si me llamó la atención en este tramo de carretera, fue que vi un par de descargaderos cosa que no pensaba que aquí hubiera, pues solo los había visto en el barranco de las Carboneras – Taborno. Y también un gran pozo cerrado con su arco y su polea. Una vez llegado al cruce con la autovía de San Andrés, solo me restaba esperar en la parada la guagua y para casa.
Ahora que ya conozco las dos maneras de llegar a Santa Cruz desde Pico del Inglés, me resulta mucho más entretenida esta senda de Valleseco que la de Valle Luis.
Miércoles, 29 de octubre de 2.003
No hay comentarios:
Publicar un comentario